Unos aretes y un labial

1494 Words
ANDREA -¿Andrea Welschman? -dijo una mujer del otro lado de la línea. -Si – contesté -Hablamos de la residencia del adulto mayor, en el que se encuentra su familiar Robert Pine, lamento informarle que su familiar tuvo una recaída, ya fue atendido, pero es necesario que pase a liquidar los medicamentos usados, así como, los honorarios del médico externo, el día de hoy – La voz de aquella mujer me dejaba con una sensación de ansiedad. -¿Y cómo está mi abuelo?- pregunté -Su condición es estable al momento, cuando usted venga, la enfermera le entregará un informe sobre la salud de su pariente- Intenté sacarle más información a la señorita, pero ella no hacía más que indicarme los pagos que debía de cubrir. Quería salir corriendo a verlo, pero tenía que confiar en que su salud estaba bien para poder continuar así con mi jornada laboral, aunque solo fuera la primera parte de mi día. Si todo marchaba bien, podía ir a mi hora de salida y avisar de mi llegada tarde a mi segundo trabajo, para poder ir a casa por el dinero e ir a ver a mi abuelo. Me sentía angustiada, porque temía que con los pocos ahorros que había logrado juntar no pudiera alcanzar a pagar los honorarios médicos. ¡Dios! Señor, sé que no debía de reclamarle nada, sé que no debo de exigirte nada, pero por qué a veces siento que la vida no me sonríe, por qué cuando siento que salgo adelante las cosas comienzan a complicarse, por qué… Ya No tiene caso cuestionarse, o cuestionarlo Recuerda Estás viva. Estás sana. Tienes trabajo. Tienes vida. Mientras sonreía a los comensales mi mente estaba echa un caos, muchas cosas me pasaban por mi cabeza, muchas emociones que afloraban en salir, pero me tenía que mantener firme. No quería hacerme la victima de mi vida, porque no lo era. Había recibido muchas cosas buenas en mi vida, amor, cariño, oportunidades, que no podía seguir con una mentalidad tan negativa. Ese lujo solo era para otras personas, pero no para mí, tenía que seguir luchando, esforzándome, creciendo. Aún había mucho por hacer. Tan solo tenía diecinueve años, el mundo no podía venirse abajo. -Andrea, ¿Estás bien? - una voz femenina me había sacado de mis absurdos pensamientos, sin embargo, no sentía que tuviera la suficiente estabilidad emocional para poderle responder verbalmente, así que solo asentí. -Andrea, no tienes que … - Su mirada era de preocupación. Tomé profundamente aire. -Estoy bien, solo, estoy cansada, no es nada – respondí a la brevedad, no quería inmiscuir a nadie en mis problemas. -Pues entonces, deberías de pedir uno o dos días, para descansar, te ves… mira, creo que no te vez muy bien, te vez… enferma- me dijo, me dio un abrazo rápido y se fue. ¿Me veía enferma? ¡Bah! No es momento de pensar en tonterías. ¡A trabajar! Pasé toda la mañana de mesa en mesa, de un lado a otro, tomando ordenes, limpiando, llevando comida, mientras sonreía eficazmente. O eso creía yo. Me gustaba ver a la gente feliz mientras compartía la mesa con más personas, pero en aquellos momentos, no me podía contagiar de aquella alegría que veía en sus rostros. ¿Era una mala persona por quererlos envidiar? ¡Basta Andrea! Deja tus pensamientos de persona patética, la gente no tiene la culpa de tus infortunios, sonríe naturalmente, necesitas… sonreír. Y si no tienes fuerza para hacerlo, saca las fuerzas de donde lo necesites, pero ¡hazlo! Tu abuelo necesita tu esfuerzo, tu perseverancia, tu mentalidad fría. Me recriminaba fuertemente. Cuando llegó la hora de cambio de turno, salí corriendo de mi trabajo en busca de un taxi para que me llevara casa, confiando así, que no estuviera Leonardo en casa, si no, probablemente me diría algo. No, la verdad es que lo dudaba. Últimamente no coincidíamos en casa, pero me daba gusto saber que al menos, aquel pastelito, si es que se le puede decir al panquecito que le quise dar en persona el día de su cumpleaños, realmente lo había comido. Lo sabía por qué había encontrado en la basura la envoltura del mismo, lo cual, me daba mucha alegría, solo esperaba que realmente hubiera sido de su agrado. No obstante, no había tenido la oportunidad de poder conversar con él. Ya que sabía de su presencia, por el ruido de su habitación, o cuando se escuchaba la regadera, pero en persona no habíamos llegado a vernos. En fin, solo esperaba que le hubiera agradado. Respiré profundamente. Entre a la casa. No había nadie, todo estaba en plena tranquilidad, así que, me apresuré a ir a mi habitación. Abrí mi cajón de mi tocador, tomé el dinero que tenía en un sobre y comencé a contarlo. Lo volví a meter en el sobre y me retiré. -¿Andrea? – Esa voz masculina, perturbadora y cautivadora hizo que me paralizara en un instante. Me detuve frente a una figura atractiva que vestía pantalón azul profundo a juego con una camisa azul celeste que resaltaba su color de piel, así como, su prominente cuerpo. Mi corazón latía a una velocidad atroz. -Si- contesté -¿Saliste temprano de la universidad?- -Si, ¿Venias a comer? – -No, vine por USB que olvidé – -Entiendo – -¿Ibas a algún lado? – -Si, voy a ver a mi abuelo …- -¿Quieres que te llevé? – -No, no quiero molestarte, voy a ir en un taxi, pero agradezco … - -Espérame, yo te llevo – Dijo mientras pasaba a mi lado dejando en su paso un agradable aroma a su colonia. Mi corazón seguía tan acelerado que temía me fuera a ocurrir algo. Me acerqué a la puerta con el afán de huir de aquel panorama tan incómodo para mí. -Vamos- Me dijo, mientras se acercaba a mí, abriendo la puerta de la casa y dejándome salir. Su auto estaba en la cochera. Me abrió nuevamente la puerta del auto para que yo entrara. Vaya. Me sentía avergonzada. Era muy caballeroso y yo … era una mentirosa a su lado. Andrea, ¡basta! Deja de sentirte inferior. Deja de concentrarte en ti, ten en mente a tu abuelo. Me sentía afectada, él hacía que mi mente, mi cuerpo, que todo reaccionara de una manera en la que no podía ni si quiera explicar. Era una sensación bizarra que provocaba en mí, que por instantes podía hacer que mi mundo se concentrara solo en él, solo en el ahora, olvidando todo a mi alrededor. Me hacía sentirme afortunada de tenerlo a mi lado, aunque solo fuera por un papel. ¡Ya basta! -¿Cuál es la dirección? – -Es el asilo Villa y salud, está por la zona centro, cerca del…- -Ya, ya se cual es – me dijo. EL carro comenzó a dar marcha, podría decir que el ambiente era… no tenso, pero ninguno de los dos pronunciábamos palabra alguna, yo por nervios, él tal vez por los pendientes de su trabajo; sea cual sea, ahí estábamos, sentados en el mismo automóvil, respirando el mismo aire cargado de su aroma peculiarmente varonil. Mis manos comenzaban a sudar por el movimiento continuo. Andrea, por Dios, deja de comportarte como una niña de preparatoria, ya eres mayor. -Andrea- me sacó de mis pensamientos abruptamente -Lamento lo de la ocasión pasada- ¿Ocasión pasada? ¿De qué hablaba? ¡Cierto! -No descuida, no te preocupes, entiendo que estabas ocupado, pero espero que de verdad que haya sido un buen día para ti. Disculpa mi indiscreción, pero ¿si te gustó el sabor que elegí? Es que no conozco muy bien tus gustos – -Está bien, agradezco el detalle – Su cortesía y caballerosidad, era algo que apostaba, atraía a muchas mujeres, por que creía que esas actitudes solamente existían en las películas. -Andrea, me gustaría invitarte a comer, sé que dejarte plantada…- -No, descuida, no te preocupes, estamos bien- me apresuré a contestar. -Normalmente, en un matrimonio, cuando un hombre deja plantada a su pareja, esta enfurece- -Bueno, eso es probablemente cierto, pero ambos sabemos nuestra situación, así que, no tienes que sentirte presionado por invitarme a salir, descuida- -EN efecto, pero creo que sería bueno salir en una ocasión, aunque solo sea para conocernos, ¿No te parece?- Justo a tiempo. Una llamada entró en automático a la pantalla de su auto, la cual atendió con profesionalidad, era algo sobre un detalle que había con una modelo, unas fotos, sinceramente, no presté mucha atención, por que por uno fragmento de segundo me perdí en un labial que estaba en el portavasos, acompañados de unos aretes. Sentía como si agua helada recorriera mi cuerpo dejándome paralizada, dejándome sin habla, helada, fría, con una sensación de vacío en mi interior. ¿Por qué no puedo asimilarlo? Por qué si sé que él no es mío, ¿Por qué me duele tanto?
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