LEONARDO
-Licenciado Galluccio, tengo excelentes noticias- me dijo el abogado por la llamada – su solicitud ya está dentro del comité, es decir, que usted ya puede entrar como uno de los socios de la empresa, claro uno con pocas acciones, pero al final, ya podrá gozar de los beneficios del mismo, con lo cual puedo afirmar que en un par de días será citado por la empresa para ser presentado ante los miembros del mismo-
-¿A partir de cuando ya puedo gozar de los beneficios de los Welshman? – pregunté
-De este momento señor, los beneficios tienen que comenzar a llegar a su cuenta, pero recuerde que también, se encuentra dentro de la banca, ya que la empresa Welshman se cotiza en esta-
-Muy bien, entonces, siga al pendiente de los movimientos, gracias-
-Licenciado, va a querer realizar …-
-No, aún no, analiza un poco más el mercado, hay que ser inteligentes, discreción –
-por supuesto-
Vaya, me sentía feliz por aquella noticia, todo marchaba como debía, estaba tan próximo a poder quitarles tanto como ellos me habían quitado a mí. La espera se volvía esperanza
-Leonardo- dijo la voz de una mujer mientras se abría la puerta de golpe. Una mujer con un vestido entallado entraba a la oficina como si fuera aquel su lugar cotidiano, mientras una mujer de edad avanzada intentaba detener su paso.
-Licenciado, yo…- dijo mi secretaria, cuya cara de angustia era evidente.
-Tranquila, déjela, solo cierre la puerta y no permita el paso de nadie, hasta que la señorita salga-
La cara de la joven mujer sobresalía una sonrisa maravillosa, que en otra ocasión hubiera sido atractiva, pero en aquel momento me estaba resultado detestable.
-Siéntate-
Ella se acerca a mi escritorio, mientras yo buscaba de un cajón, una carpeta que había esperado pacientemente en mostrarle. Su rostro con puchero inocente se muestra, sin embargo, mi mirada sigue siendo igual que siempre.
-Leonardo, deberíamos de salir un día, la publicidad va viento en popa, creo que es generoso merecernos un descanso- decía, mientras apoyaba sus manos sobre mi escritorio, viéndome con tales ojos que podría considerarse un descarado coqueteo. -¿Y ese anillo? No deberías usar un anillo en el dedo anular, podrían pensar que…-
-¿Qué estoy casado? – le pregunté, mientras abría la carpeta, subrayando unas palabras de aquel documento.
-Pues si, a menos que… ¿Realmente quieras formalizar lo nuestro? – dijo ella, mientras tomaba unas de mis manos las cuales alejé rápidamente.
Esta mujer ya me había colmado la paciencia.
-¿Formalizar? – hice ahínco en aquella palabra, me levanté de mi asiento y me acerqué a ella, hincándome delante de ella, mientras ella no dejaba de sonreír, con las mejillas más sonrojadas que un caluroso verano. – Me tienes harto – le dije y la sonrisa se borró de su rostro instantáneamente. Me levanté ajusté bien mi corbata, se apoyé en mi escritorio, tomé la carpeta con una de mis manos. -Te atreviste a sublevar mi palabra, te has sentido superior a cualquier trabajador de aquí, eres mediocre y con poca profesionalidad, te sientes la dueña del lugar, cuando ni si quiera eres dueña del departamento que habitas. Sophie, - le dije, mientras me veía con sus ojos profundos, confundidos, con rostro pálido, le entregué la carpeta – Me hiciste una rabieta delante de mi cliente, entre varias situaciones más. Eres un verdadero dolor de cabeza, así que ahora me puedo deshacer de ti, estás despedida – le espeté.
Ella se puso de pie molesta, aturdida, de sus ojos desaparecía por completo aquella pizca de inocencia, de miedo, de coqueteo, ahora si, estaba frente a mi, la fiera que siempre ocultó.
-Escúchame Leonardo, tú no puedes despedirme, tenemos un contrato firmado y si mi corres, te juro que te demandaré con una fuerte compensación…-
-¿Enserio?, Vaya, al menos te fijaste lo que firmaste por contrato –
- ¿Qué? –
-Lee la copia de tu contrato, es más, lee lo que te dejé subrayado, y si gustas, háblale a tu abogado –
Ella abrió la carpeta y palideció rápidamente.
-¿Qué carajo es esto? ¡Yo confié en ti!-
-¿Confiar en mí? Esto es un negocio preciosa, aquí no hay confianza, aquí hay profesionalismo, aquí no hay divas, aquí eres un empleado más, así que, incumpliste con diversos conceptos, lo cual, me permite cobrarte a ti una compensación por daños a la empresa, cariño, habla con tu abogado y cuando tengas mi dinero, regresas. Ahora, retírate de mi oficina, así como, de mi empresa-
-Eres un maldito imbécil- me dijo cuando se levantó e intentó a bofetearme, el cual detuve y la observé directo, sin preámbulos.
-Vuelve a levánteme la mano y te puedo asegurar que no habrá respeto- la continue tomando del brazo, para llevarla la puerta.
La abrí, indicándole con mi mano la salida.
-Por cierto, no quiero aparentar estar casado, ya estoy casado. Que pases linda tarde-
Ella salió fúrica de la oficina, mientras que le indicaba a mi secretaria que informara sobre la salida de la señorita del edificio, así como, las nuevas instrucciones de negarle la entrada al edificio a menos que el abogado estuviera en medio.
Cerré la puerta de mi oficina y regresé a sentarme en mi oficina, recargándome en la silla. Comencé a masajearme las sienes con la esperanza de poder relajarme.
La puerta se volvió a abrir.
-Ahora qué quiere Sophie- dije, pensando en que era mi secretaria.
-No puedo creer que por fin le pusiste un alto a la odiosa- esa voz en particular era la de Miguel. Dios. Otra diva más.
-¿Qué quieres Miguel?-
-Ya sé que estás cansado, pero quería los pormenores-
-Basta, solo debes de saber que no volverás a batallar con ella, así que, consigue otra modelo-
-A eso vengo, creo que era el destino que la arpía se fuera, tengo una candidata perfecta, es guapa, está iniciando su carrera, tiene un semblante espectacular, solo que tiene un detalle –
-¿Cuál? –
-La pregunta es, ¿Qué tan profesional puedes ser tú? –
-Solo ve al grano –
-Alondra Welshman-
Me repuse de inmediato, el me enseñó las fotografías de ella, era indudable el trabajo profesional que la mujer había desarrollado. Realmente era una mujer guapísima, más madura en sus facciones.
-Vete al carajo Miguel, hay miles de modelos más en la ciudad-
-Si tu lo dices, despreciamos a muchas por que nadie llenaba las expectativas, ahora tengo otra candidata, pero tendrías que ser profesional-
-¿Profesional? ¿De verdad eres mi amigo?-
-Por favor Leonardo, ya es momento de superarla, este es el momento de…-
-De acuerdo- dije mientras me giré a verlo directamente.
-¿Qué? ¿Así sin discutir?- me dijo
-Por supuesto, solo no le digas que yo soy el dueño, tu serás el intermediario-
-Me aterroriza esa mirada tuya, dime, ¿Qué carajo tramas Leonardo? –
-Todo a su momento-
-Por cierto, cambiando de tema radicalmente, ¿vas a asistir a la cena benéfica de los Welshman?-
-¿Qué? ¿Y para qué iría?-
Él se acercó a mi escritorio y buscó en los cajones. Enserio detestaba que hiciera eso.
Sacó una invitación con bastante elegancia y calidad en el papel, dejándola delante de mí.
-Deberías hacer acto de presencia y mostrarte como “el hombre todo empoderado” que eres ahora – Yo solo levanté la vista para verlo con mi indiferente actitud – Solo ve, ayuda a la gente con esas donaciones de ricos-
-Vaya alma caritativa-
-Sabes mi pasado, estoy a favor de las caridad-
-Bueno, búscate un traje para ese día y una guapa acompañante y deslumbra amigo, por qué yo me voy de vacaciones para poder tomar fuerza y lidiar con la nueva diva-
-Ya veremos-
-Pues ya confirmé tu asistencia- me dijo desde la puerta y después la cerró al salir.
Maldito hombre, se creía más si secretaria que la misma que ya tenía.
Acaricié el anillo que tenía en el dedo anular. No quería darle a Andrea el anillo de matrimonio que me había comprado para el día en el que nos casamos, pero tenía planes diferentes.
Aunque…
Abrí la invitación.
La leí de punta a punta, era una cena benéfica, de gala. La alta sociedad, podía permitirme hacer algunos contactos y…
Mi sonrisa era auténtica.
Aquello era una oportunidad.
Una magnífica oportunidad.