Capítulo 10: Andrea Galluccio

1781 Words
ANDREA Su abogado me había citado un día antes de nuestra boda para poder entregarme una copia del contrato, aunque primero me pidió leerlo y verificar si había algún cambio, admito que dudaba en la cuestión marital, pero sabía que el ante todo, seguía siendo un caballero y no me tocaría sin consentimiento, lo que llamaba mi atención era especialmente en la parte de uso de mi apellido, quien sabe que era lo que tendría planeado, pero dudaba que fuera a poder hacer algo, el abogado me explicó que era como ser un tipo de representante legal, no entendía muy bien, solo esperaba que no fuera algo que perjudicara a mi familia. Aquel día llevé a mi abuelo por fin a la residencia para adultos mayores, firme lo que tenía que firmar, sonreímos para no caer en tristeza, le dije que vendría cada domingo a visitarlo cada que se me acomodaran los horarios, el estaba preocupado por mi, por lo que pasaría, le dije la verdad que me iba a casar con un chico del que me había enamorado, le dije que lo conocía por la universidad, que hablé con él y me pidió matrimonio para poder estar en la misma casa, no fui muy convincente por que el parecía meramente molesto. -Andrea, lo que estás haciendo no está bien, no tienes que ofrecerte a nadie, por dinero o techo, pídele a Anthon que te ayude, es seguro que su familia te podrá acoger, pero no se te ocurra…- -Abuelo, él es el indicado, no me digas como lo sé, solo lo sé, en cuanto tenga la oportunidad te lo presentaré, tu solo preocúpate por recuperarte, que eso me haría muy feliz- le dije, quería convencerlo, pero estaba tan molesto que siguió dándome un sermón sobre valorarme, ser firme, cosas de esas, pero a esta altura, sentía que esta era mi mejor garantía. Me retiré del asilo, tenía que pasar por el vestido que mi compañera del trabajo me iba a hacer el favor de prestarme. Ambas éramos casi muy similares de cuerpo, ella un poco más esbelta que yo, pero confiaba en qué me quedaría decentemente. Cuando llegué a casa ya eran pasadas de las nueve de la noche, la casa se sentía completamente rara. Hoy sería mi último día en esta casa, tenía que entregarla mañana por la mañana, así que tendría que irme con mis cosas a la recepción, que me dijo el abogado que sería en una zona prestigiosa de la ciudad. Me sentía incómoda porque a pesar de que todo esto solo era un contrato, pero decidió dar una boda en un lugar más agradable. Mi teléfono comenzó a sonar. -Andrea- dijo la voz del otro lado de la bocina, era Anthon. – Por qué no has ido a la universidad, te has estado atrasando y ya sabes como…- -Hola Anthon- -Oye… ¿Está todo bien con tu abuelo?- -Si, no te preocupes, él está bien…- -Andrea, si necesitas algo, de verdad, con toda confianza dímelo, yo…- -Anthon, de verdad, agradezco todo lo que tu familia y tú hacen por mí, estamos bien. Voy a salir de esta, no te preocupes- -Andy… - -Anthon, me voy a casar…- -¿Qué?, ¿Estás de broma?, ¿Y yo para qué estoy? Mi familia te adora Andrea, no lo hagas, por las razones equivocadas, ¿Dime qué está pasando? – Me decía exaltado y decepcionado a la vez -¿Tu papá te presionó? – -No, de hecho, él no lo sabe y te voy a pedir que lo mantengas a discreción…- -Andrea, si necesitas dinero, tu solo tienes que pedirlo, no tienes que comprometerte a hacer algo que puede dañar tu integridad, tu…- -Escucha Anthon, no eres caridad, ¿De acuerdo? Yo tengo que aprender a resolver mis problemas, de la manera en la que considero correcta, no me caso obligada, es más, puedo decir, que fui yo quien se lo propuso a él…- -Andrea, eres una maldita ingenua… cualquiera quisiera desposar a una Welshman, si tanto te urgía casarte, me hubieras dicho y hasta con los malditos ojos cerrados firmo ese papel, yo no te voy a lastimar, lo sabes…- -¡Ya basta! – -Eres una … - -¿Una qué…? Él es el correcto para esto- -Jamás has tenido novio, ¡JAMÁS! Te la pasas trabajando todo el tiempo y ahora resulta que encontraste al correcto… no me vengas con esas pendejadas- Me decía coléricamente. -Yo no tengo por qué pedirte opinión sobre mis acciones- -No, porque sabes que lo que estás haciendo está mal, completamente mal, te vas a unir con alguien que sabrá Dios que vaya a hacer contigo, dime el nombre del imbécil con el que te vas a casar- -Leonardo Galluccio- Le espeté, el silencio se hizo presente. -Andrea… estás cometiendo la idiotez más grande de toda tu CORTA vida, ¡PIENSA! – Me gritaba por el auricular, haciendo que retire mi teléfono de mi oreja. -No juzgues mis acciones, deja que yo sola resuelva mi vida, y si te complace, NO, el no busca nada de mí, NADA, lo soborné, así que…- -Con mayor razón tonta, ¿Qué crees que te va a hacer cuando descubra quién eres en realidad?, no seas… ¡NO LO HAGAS!- -Lo siento… la decisión está tomada- le dije -Si lo haces, entonces olvídate de que existo- -¿De verdad lo dices enserio Anthon?- Éramos amigos desde la infancia, era él quien hacia de la escuela el lugar más ameno. ¿Qué le sucedía? -Toma tu decisión…- -Lo siento, gracias por todo Anthon- Y colgué ¿De verdad estaba sucediendo esto? ¿De verdad había perdido un amigo? Vaya, después de todo… él no podía comprender lo que pasaba por mi cabeza, hasta yo misma sabía que no era correcto lo que hacía, pero era lo mejor por diversas razones. Respiré profundamente… no habría lágrimas en esta ocasión, no por él, sé que lo va a entender tarde o temprano. Pasé por cada habitación que había ahí, despidiéndome de mi casa, de mis 19 años de mi vida en sus paredes. Tomé las cosas más importantes y las coloqué en mi valija, los recuadros familiares los guardé en una caja, así como las cosas más importantes y valiosas de su abuela, pertenencias que creía tenían que retornar con la familia de mi papá, a final de cuentas era su mamá. Coloqué ropa en cajas que pudiera donar, no tenía caso que se conservaran ahí, si a final de cuentas la iban a tirar, así que, prefería mil veces que fuera para dependencias que pudieran darla a quien lo necesitara, aunque sabía muy bien, que no era ropa muy elegante. Terminé ya pasada las dos de la mañana. Me vencía el sueño. El día siguiente transcurrió entre prisas, me levanté temprano para entregar la ropa a la dependencia, así como, algunas otras cosas, de igual manera, pasé a casa de mi padre para dejarle con el guardia de la entrada principal la caja con las cosas de la abuela. Finalmente había regresado a la casa para comenzar con mi adecuada vestimenta para el evento. Me vi al espejo, tenía que admitir que el vestido no me iba mal, me hice algunas ondas, me maquillé con lo mejor que tenía, guardé mis objetos en la valija, recogí mi habitación por última ocasión. Respiré profundamente y cerré mi casa, por última vez. Salí de casa con mi valija, no quería girarme, por qué sabría que me vendría abajo. Camine unas cuantas cuadras hasta encontrar un taxi que me pudiera llevar a la dirección acordada. Pero conforme avanzaban las calles podía observar el cambio de las casas, ya no estábamos ni remotamente cerca de donde solía vivir, estaba en el centro de la ciudad que era particularmente reconocida por la grandeza de sus edificios y realmente eran divinos. Admiraba el trabajo creativo de un arquitecto tanto el de los interioristas, realmente tenían un ojo en la belleza que no cualquiera podía optimizar. -Señorita, este es el edificio- Dijo el chofer mientras se estacionaba delante de aquel majestuoso edificio de cristal, por lo que veía entrar y salir podía decir que no era un lugar de oficinas, si no, probablemente de departamentos. ¡Dios solo sabe la cantidad que debe de costar un lugar así! Bendecidas las personas que pueden darse tal lujo. El portero me recibió y le dije que iba a ver a Leonardo Gallucio, a lo que se me informó que piso sería, subí al elevador, no sin antes pedirle al portero que cuidara mi maleta. Subí nerviosa, tal vez ansiosa. Veía mi reflejo a través del espejo que tenia aquel elevador, esperaba no decepcionarlo tanto como para retractarse, si eso sucedía, entonces… Las puertas se abrieron. El lugar era hermoso. Era un departamento elegante y masculino. A la vista se encontraba Leonardo, tan gallardo y galante. Respiré profundamente y me acerqué a él, su mirada era completamente diferente a aquellos días anteriores, su semblante mostraba molestia, me sentía mal por arrastrarlo a esto, pero necesitaba su nombre y dirección para el seguimiento de mi abuelo, necesitaba de su apoyo para tener un hogar donde pasar la noche. La ceremonia fue breve, solo éramos el juez, el abogado, Leonardo y yo. Ya habíamos firmado aquel contrato que se me había enseñado un día antes, así que, todo estaba listo. Firmamos los papeles de nuestro matrimonio legal cuando el juez dijo “puede besar a la novia” me puse rígida, jamás había besado a nadie, jamás, no quería que él supiera eso, pero era lógico que se enteraría. No obstante, lo que sucedió, fue lo más predecible… Él le dio las gracias al juez e hizo que mi presencia fuera innecesaria a su lado, no esperaba menos. Aunque parte de mi, enserio, si hubieran deseado poder besar aquellos labios. ¡Basta Andrea! Me reprendía. -Disculpe, ¿Cree que pueda tomarnos una foto, por favor? – Me incorporé rápidamente a decirle al abogado, quien me observó y asintió una vez que vio el semblante de Leonardo. El olor de su colonia era embriagante cuando más próximo se encontraba a mi cuerpo. Mi corazón latía desbocado, el calor de mi cuerpo comenzó a incrementarse drásticamente cuando su mano se posó en mi cintura. Si mi rostro se pintó en rojo me avergonzaría toda la vida, jamás en toda mi vida me había sentido así. Sin embargo, cuando el abogado terminó con aquella foto, él se alejó de mi tan rápidamente como si tuviera alguna enfermedad infecciosa. Tenía que mantenerme alejada de él, no quería incomodarlo, ya suficiente hacía el por mí. Oficialmente era Andrea Galluccio.
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