LEONARDO
Todo parecía como un regalo caído del cielo.
¿Emocionado por casarme? No era exactamente un si, ¿a qué hombre le gustaría estar amarrado con una mujer arrogante, que cree que con dinero es capaz de doblegar a la gente? Supongo que, a ninguno, solo a menos, que buscara obtener algo de verdad, como lo era mi caso.
El rostro de Andrea aquella noche me daba a entender que las cosas no estaban bien, y si, se notaba ansiosa, que estaba seguro de poder ayudar gustoso, hasta que llegó aquella propuesta de sus labios, aún tengo el énfasis de su voz en mi cabeza.
-¿Te casarías conmigo?- Estaba anonadado, en primera, por que una mujer joven, no le dice al primer tipo que pasa por ahí y le propone matrimonio, alguna razón debía de tener, en ese momento se me habían cruzado ciertas situaciones que la estarían orillando a actuar tan impulsivamente.
-Andrea…- recuerdo que quería decirle, las acciones impulsivas que estaba haciendo, pero ella estaba tan ansiosa que no me dejaba hablar.
-Escucha, yo te puedo dar el apoyo para tu negocio… digamos que es un favor, tu aceptas ser mi marido por un año o hasta… - la escuchaba y no daba crédito a lo que escuchaba, ¿Favor? ¿Su marido por un año? Vaya, si que esta niña estaba fuera de si, la forma en la que hablaba despertaba en mi, diversas opiniones que estaban muy lejos de ser lo que creía, por que daba la impresión de sentirse orillada a algo, pero ahora solo se escuchaba como si fuera una simple rabieta, de verdad, esta niña, estaba mal, no era ni por más mínimo la impresión que tenía en un principio.
-Vaya, las mujeres de tu índole social realmente son… impresionantes – me atreví a decirle, tenía que abrirle los ojos y pensar que yo estuve entre la crema y nata de la sociedad, vaya, vamos de mal en peor.
-Digamos que soy buena para negociar, lo llevo en las venas, no me eres indiferente, es una realidad, pero digamos que es … un negocio donde ambas partes pueden ganar- ¿Qué? Lo decía enserio, comencé a sonreír, esta niña, de verdad, ¿Cómo pude obsesionarme con ella? Solo era una mas del montón, patética y prepotente.
-Escucha Andrea, me temo que… lo que me pides es… - intentaba hablarle lo más sensato posible, no sabía de quien era hija y no quería herir susceptibilidades que amenazaran mis proyectos o mis empresas.
-Ridículo, probablemente, no te exijo fidelidad, ni … sexo, solo es un mero favor…- mentalmente, me reía ante sus palabras, eran tan estúpidas, era una niña sin un grado de madurez, lo había tenido todo en esta maldita vida, una princesita más de papá, decidí seguirle el juego y pondría distancia.
-De acuerdo, ¿Qué ganas tú? ¿Qué ganó yo? – le pregunté sin más, esperando escuchar una historia más…
-Necesito darle a mi abuelo la oportunidad de verme casada, sus días… sus días están determinados – como si fuera a creerle… pensé – Y usted recibiría de mi, un cuestión monetaria de - Ella me entregó una servilleta con una cantidad anotada. La cantidad era… no millonaria, pero soltar esa cantidad de dinero mensualmente, era una atrocidad para una niña de papá.
-¿Quién eres? – Me aventuré a preguntarle
-Soy…- Quería decir, pero era mejor ya no continuar con el tema, tenía que terminarlo, me sentía estúpido.
-Andrea, de verdad estoy sorprendido por la soberbia en la que ustedes los de su clase repercuten sobre la vida de los demás, creo que esto es una locura…-
-Welshman es mi apellido- Nunca había sentido la sensación del agua helada cayendo sobre mi cuerpo, pero aquella noticia era lo más parecido a ello, estaba escuchando bien, era una maldita Welshman.
La vida por fin escuchaba mis plegarias.
Malditos, por fin, el momento había llegado.
-¿Qué eres de Antoin Welshman?- Necesitaba cerciorarme de quien era ella, tampoco podía hacer movimientos sin estar seguro.
-Mi padre – Dijo, estaba pasmado, aquello era imposible, ¿Por qué nunca había escuchado aquello?
-Soy su hija menor, solo que he mantenido un perfil más bajo a diferencia de mis hermanos, ellos son… vaya, somos distintos, ellos disfrutan el reflector, yo estoy bien así, Andrea Welshaman es mi nombre – me dijo mientras extendía su brazo como si fuera un saludo formal.
Así que había una hija menor, probablemente, era la princesa de papá, por eso le permitieron estudiar una carrera como el arte, ahora todo tenía un poco más de sentido, la bebé de papá hizo una rabieta y quiere darle una lección.
-De acuerdo, pero hay condiciones si acepto- le dije le retiré su mano.
-Claro, ¿Cuáles?-
-Vas a vivir en mi casa durante todo ese tiempo, bajo mis condiciones, habrá fidelidad por ambas partes, no quiero verte envuelta en cuestiones que puedan llevar a perjudicar mi imagen, tus padres no podrán enterarse de esta alianza hasta que yo lo decida, quiero el poder adquisitivo y el manejo de apellido, por lo cual, requiero documentos que amparen tu identidad. – Ella enseguida sacó de su monedero su identificación personal me la pasó, era ella, sus apellidos, no podía creerlo, de verdad era la hija de él – Y quiero que como si esposa cumplas con tus obligaciones maritales, pero no quiero muestras de cariño, ni nada que nos haga creer que estamos por felicidad, eso solo sucederá hasta que yo lo disponga-
-¿Disculpa, esto sería como un matrimonio como por bienes mancomunados?-
-No te equivoques Andrea, esto es un contrato, deja que mi abogado se encargue de todo el asunto. Dame tu número, mi abogado hablará contigo – Ella respiraba profundamente y viéndome con esos ojos, que ahora podía identificar bien, eran los de su hermana, la maldita mujer que me inspiró a ir contra ellos, odiosos ojos, iba arrebatarles el brillo que desprendían de grandeza – Ahora que si prefieres…-
-Está bien, acepto- dijo rápidamente – Pero necesito, que este matrimonio se efectúe máximo pasado mañana o nos olvidamos del asunto – dijo
-Así será-
Era mía.
-Te dejo en tu casa- le decía mientras encendía el automóvil
-¡no!- dijo casi de manera instantánea. Abrió la puerta del automóvil.
-Oye, no planeo dejarte sola a estas horas de la noche, sube al auto- le indiqué
-Este es mi número – me dejó un papel con su numero y se alejó corriendo del auto en dirección a donde se encontraba un autobús que estaba llegando
-¡Andrea!- le grité, pero ella ya no se giró.
Era una niña mimada de papá y yo me encargaría de hacerle ver la vida tal como era, sin la seguridad de su papá.
Entre al carro, salí del estacionamiento y marqué a mi abogado, me asesoré con él sobre lo que deseaba hacer, contraer nupcias, bajo ciertas condiciones. Él me comentó lo que tendría que hacer. Le especifiqué claramente lo que quería, sin más ni menos, las acciones que estarían en la jugada, a lo que el me especificó que me entregaría a mas tardar uno o dos días un contrato.
-Necesito ese contrato a mas tardar a las once, no quiero hacer esperar a mi futura esposa, se preciso – le dije
Y sin más ese contrato llegó a las 9 de la mañana a mi oficina, hicimos algunas correcciones en el proceso, para la una ya habían citado a Andrea para la entrega de documentos debidos, con lo que se tendría que llenar el resto de la información.
Mi abogado me comentó que ella había aceptado los términos sin espetar, se le hizo llegar una copia del acuerdo.
Ella había firmado el acuerdo prenupcial. Así que la boda se celebraría en la terraza de mi departamento, claro, ella no sabría de momento quien era yo.
No habría necesidad.
Cuando Andrea llegó sola al departamento, traía puesto un vestido blanco hasta las rodillas sencillo y cernido al cuerpo, con unos zapatos blancos de tacón discreto, solo traía unas ondas como peinado, así como, su maquillaje discreto que resaltaban más sus ojos, que pese a ser muy parecidos a los de su hermana, eran más expresivos, tranquilos, pero no dejaban de ser los de un Welshman.
Antes de comenzar la ceremonia civil el abogado se acercó a nosotros con el mismo contrato prenupcial, donde se le indicaba a ella que no podría tener alguna ventaja o poder adquisitivo de mi parte, pero yo si podría sacar ventaja de ella, nuevamente mi abogado nos explicó todos los términos y nos pidió firmarlos delante del juez.
Así lo hicimos, para posteriormente comenzar con las habladurías ridículas sobre lo que eran las uniones, cursilerías que en algún momento di credibilidad a quererlo compartir con la mujer de mi vida, pero aquella historia se fugó tan rápidamente como comenzó.
-Leonardo, ¿Acepta usted a la señorita Andrea Nailea Welshman para …?- decía el juez
-Si, continue-
-Andrea, ¿acepta usted a Leonardo Giovanni Galluccio?-
-Si- dijo ella, pero su voz se escuchaba opaca, mientras que sus manos jugueteaban entre ellas, mostrando su falta de control emocional.
-Entonces, si no hay nadie que se niegue, yo los declaro marido y mujer, puede besar a la novia- dijo, sin embargo, opté por darle las gracias al juez y a mi abogado. Él nos entregó una constancia donde oficialmente ya estábamos comprometidos por un tiempo definido.
A partir de este momento, tenía todas las de ganar en este juego. Solo debía de ser prudente para que nada de esto saliera a la luz.
Antes de que mi abogado se fuera, Andrea le pidió de favor que si podía tomarnos una foto. Ella se posó a lado mío, era la primera vez que estaba tan cerca de ella. Mi corazón comenzó palpitar con mayor velocidad de la que estaba acostumbrado, ¿qué me sucedía?
La tomé por la cintura.
¡Dios! Esta niña, tiene un gran efecto en mi… Mi respiración se hacía pronunciada. La foto se tomó y me separé en automático, alejándome de ella y yéndome con mi abogado, necesitaba tomar aire.