Capítulo 11:El principio

1697 Words
ANDREA Habían pasado algunos días desde que llevaba otro apellido, sin embargo, tampoco me sentía digna de llevarlo en alto, no era por él, si hablábamos sinceramente, si no, por que la situación en la que se movía todo no era la mejor para desenvolverlo, por que esto solo era un simple contrato, no había más que unas hojas con términos y condiciones firmadas al final como un mutuo acuerdo de las ganancias que ambos obtendríamos. Había entregado ya mi casa por falta de p**o, así como, había ido a la universidad días antes para comenzar los trámites para la licencia de baja, así mismo, había hablado con la secretaria de mi padre para el cambio de cuenta de la universidad, claro metí un oficio firmado, y aunque no me siento orgullosa, falsificado, en la que se autorizaba un cambio de cuentas por manejo de una nueva administración. Francamente, ni yo me lo hubiera creído, no obstante, se me notificó que ya había comenzado a reflejarse el p**o en su cuenta. Lo cual, en cierta manera, me tranquilizaba. La casa donde vivía con él, era pequeña, solo una planta con muebles desgastados por los años, pero que aún así era el reflejo de una vida feliz y armoniosa. Aquel lugar requería mucho mantenimiento, el olor a humedad era notable, no lo sabía, había dos pequeños cuartos, una sala que coincidía con el comedor y una cocina pequeñita, con una estufa de cuatro mechas, de las cuales solo funcionaban dos y un refrigerador que solo funcionaba la parte superior de el. No había agua caliente, así que tenía que recurrir a calentar en la estufa. Aquello era un reto, pero no muy diferente a casa. Así que, comenzaría por lo más importante, a reparar lo que podía y a trabajar. Comencé a trabajar todos los días, excepto los domingos. Conseguí un trabajo de 7am a 2 pm en una cafetería diferente a donde me encontraba y a las 2:20 entraba como auxiliar de un fotógrafo hasta las 8 o 9 de la noche, llegaba casi a casa a las diez u once de la noche y era directamente realizar la cena, a recoger la casa, limpiarla, lavar mi ropa. Aunque había algo interesante es que él me hacia compañía mientras cenaba, al principio se rehusaba a cenar, sin embargo, con el paso de los días, accedió a cenar conmigo. Sabía que cuando yo llegaba el estaba en alguna especie de gimnasio por que siempre llegaba sudado y con ropa deportiva, no obstante, no me permitía tocar su ropa para lavarla o algo, intuía que creía que la arruinaría. Sinceramente no le daba mayor importancia. Porque, en cada cena, convivíamos. Hablábamos de todo… y a la vez de nada. Me preguntaba de la universidad y le platicaba lo que recordaba veía cuando dentro de sus aulas estaba, realmente no le mentía, si no, que le daba información nada actualizada, aunque siempre intentaba preguntarle sobre su negocio, del como iban las cosas, a lo que el siempre mencionaba los avances que tenía, admito que eso, me hacía muy feliz, saber que al menos uno de nosotros obtendría algo más. Cada domingo salía a visitar a mi abuelo y ahí procuraba estar al menos medio día, para que el no se sintiera solo. Siempre lo escuchaba hablar de las enfermeras, sus compañeros, la comida, de todo lo que pasaba a su alrededor, me gustaba verlo un poco mejor a como estaba en casa, aquí lo pude llegar a ver en silla de ruedas, lo cual, me pareció maravilloso, se le veía bien, aunque cada domingo sabía que había que dar los pagos por la asistencia de él. -Andrea, hija, por favor, concéntrate en la universidad, mereces un gran futuro, no lo dejes pasar- me decía a lo que yo asentía aunque sabía que no era verdad. Me dolía mentirle, pero no quería que se alterara más, él merecía tranquilidad, yo me encargaría de lo demás. -Andrea, ¿Cuándo me lo vas a presentar?- Era otra de las preguntas que me solía hacer. -Abuelito, él está iniciando un negocio propio y ha estado muy ocupado, pero, se que pronto me podrá acompañar- -¿De verdad te casaste?- -Si, ahí tienes una foto que lo ampara, deberías de sentirte orgulloso, él es guapo, buena persona, emprendedor, bueno en los negocios, trabajador, además es interesante- le dije en una ocasión mientras le sonreía. -¿Por qué no usas un anillos?- -Abuelito, solo nos hemos casado por el civil, no por la iglesia, por eso es que no lo llevo, él esta empezando su negocio, no lo iba a hacer gastar en solo un objeto, cuando tu y yo sabemos que lo que hace a una pareja es mucho más que un aro de oro, ¿No crees?- Le dije, recordándole al amor que entre ellos había. Con esas palabras había dejado a mi abuelo tranquilo. Conseguí juntar un poco de dinero con el que pude llamar a un experto a checar el refrigerador, así como, comprar algunas mechas para que funcionaran los cuatro mecheros, hacía un esfuerzo por causar las menores molestias. Pero aquellas semanas comenzaban a ser cansadas, más que lo usual que en ocasiones me quedaba dormida mientras limpiaba, lo cual, me parecía un pretexto, pero mi cuerpo comenzaba a cobrar factura. ¡Tú puedes Andrea! Me repetía -¡Andrea! – Escuché el grito de él. -¿Sucede algo?- -¡Que sea la última vez que tocas algo de mi habitación!- Me espetó, que sinceramente, me espantó, la verdad, es que casi muy rara vez había entrado a su habitación, pero, habían llegado unos documentos y preferí dejarlos en su habitación, cuando entré encontré desordenado, que lo único que hice fue ordenar. -Lo siento, no lo hice…- -Si, lo hiciste, manchaste con aceite documentos importantes, doblaste otros y … solo lárgate, de verdad, eres un caos aquí- me dijo mientras prestaba atención a los documentos delante. No había prestado atención en que tenía mis manos… -¡Que te largues!- me gritó y cerró la puerta de un golpe delante de mi nariz. Me quedé unos segundos más así, sin saber que hacer, o qué decir, solo ahí, con lágrimas en los ojos que no deseaban caer. Aquella noche, realicé una cena especial, me quería disculpar, aunque sé, que probablemente no desearía probar. Él salió de su habitación y sin más se fue de la casa. Intenté esperarlo, quería realmente disculparme con él, pero mis ojos ya no me dejaban ver, así que solo lo dejé en el comedor con una pequeña nota “lo siento” Pero aquello solo fue el principio de mi mala suerte. Aquella mañana me había levantado a las cuatro de la mañana como era usual, pero la comida seguía exactamente en el mismo lugar, no me había perdonado, sabía que dejar esa comida ahí significaría desperdiciarla, así que empaqué para mi comida, mientras que me hacía algo rápido para desayunar. Salía cada día a las cinco y media de la mañana para poder caminar hacia la parada de los camiones, tomaba dos rutas, pero era la mejor opción para que mis dos trabajos pudieran acoplarse, francamente no podía perder el trabajo de auxiliar de fotografía, me gustaba mucho y aprendía, así que hacía lo imposible para poder mantenerme dentro. Así que el sacrificio era un poco pesado pero no imposible. Había días en lo que solo podía dormir dos o tres horas, así que mi cuerpo se sentía pesado en ocasiones. Aquel día debido a la lluvia las paradas se veían abarrotadas y el tráfico infernal, así que, lamentablemente había llegado tarde a la cafetería donde estaba y a pesar de ser solo diez minutos de retraso, aquel jefe mío me había descontado un día de trabajo. Así que trabajé solo recibiendo las propinas que se me otorgaban discretamente. Aunque lo peor llegó a medio día, cuando una llamada había disipado todo estrés que en ese momento cargaba -¿Hablamos con Andrea Welshman?- preguntó una voz femenina del otro lado de la línea de mi teléfono -Sí- -Su abuelo ha tenido una recaída y requerimos que venga a cubrir la factura de los medicamentos, ya que en caso contrario…- -No le suspendan nada- les contesté a la brevedad, no obstante, escuchar el costo me había dejado sin aliento alguno. No tenía ese capital, aún así, les dije que pasaría a la brevedad. “¿Qué hago?” me preguntaba una y otra vez, hasta que vi la solución que colgaba de mi cuello, mi cámara. Fue mi primera cámara, había trabajado tanto para poder pagársela a Anthon, que me dolía tener que dejarla. Respiré tan profundamente que no era capaz de recordar cuanto tiempo había pasado. Busqué una casa de empeño y sin pensármelo más lo cambié por poco menos de la mitad que me había costado. Tomé rutas, corrí, caminé, hasta que llegué al asilo donde se encontraba mi abuelo. Cuando lo vi en su cama dormido me dolió, estaba tan pálido, se le veía cansado, con sus facciones fruncidas. ¡Diablos! No sabía como explicar mi impotencia de no poderlo ayudar más. Las enfermeras me informaron sobre la situación, así como la factura de medicamentos, el médico, y otras cosas más. Les dije la verdad, que no podría cubrir todo, pero que el fin de semana sin duda lo terminaría de cubrir, a lo cual, se me otorgó una fianza para cubrir el fin de semana. Nuevamente mi teléfono sonó -Andrea, ¿Dónde diablos estás teníamos programado un evento?- -Lo siento, mi abuelo se enfermó y no tuve oportunidad de avisar- -Entiendo, ¿Cuánto tiempo tardas en llegar? Necesito que tomes unas fotos, mientras que yo cubro otra…- -No tengo mi cámara…- -¿Podrás pasar por ella a tu casa?- -No, vendí mi cámara, lo siento- -Andrea, tu sabes muy bien que para este empleo necesitabas contar con una cámara, así no me funcionas. Eras un buen elemento, cuanto lo siento- Y la llamada se cortó. Salí del asilo intentando asimilar todo lo que había sucedido. Un día sin trabajo, y perdí otro… ¿Qué estaba pasado?
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