ANDREA
Anonado había sido poco, sus ojos se agrandaron de un tamaño descomunal, sabía que era una barbaridad lo que le pedía, pero necesitaba que mi abuelo estuviera tranquilo, se me cerraba el mundo, era una locura, lo sabía.
-Andrea…-
-Escucha, yo te puedo dar el apoyo para tu negocio… digamos que es un favor, tu aceptas ser mi marido por un año o hasta… -
-Vaya, las mujeres de tu índole social realmente son… impresionantes – dijo, ¿índole social? ¿de verdad? Bastaba con solo ver mi ropa para darse cuenta de que hasta la servidumbre vestía mejor que yo, el tipo era un completo … Espera… si él cree que soy de un alto índole, entonces…
-Digamos que soy buena para negociar, lo llevo en las venas, no me eres indiferente, es una realidad, pero digamos que es … un negocio donde ambas partes pueden ganar-
-Escucha Andrea, me temo que… lo que me pides es… -
-Ridículo, probablemente, no te exijo fidelidad, ni … sexo, solo es un mero favor…-
-De acuerdo, ¿Qué ganas tú? ¿Qué ganó yo? -
-Necesito darle a mi abuelo la oportunidad de verme casada, sus días… sus días están determinados – finalicé, no quería escucharme consumida por las lágrimas, necesitaba que el viera que soy alguien fría, para poder tener su ayuda. – Y usted recibiría de mi, un cuestión monetaria de - le di un papel con una suma de dinero que eran equivalentes a una mensualidad de mi matrícula universitaria, él se quedó sorprendido ante aquel papel.
-¿Quién eres? –
-Soy…-
-Andrea, de verdad estoy sorprendido por la soberbia en la que ustedes los de su clase repercuten sobre la vida de los demás, creo que esto es una locura…-
-Welshman es mi apellido- dije y él se quedó en completo silencio.
Ese silencio que te dice que había cedido ante mi decisión.
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Encerrada en mi habitación, sentada en aquel borde de la ventana donde, solía sentarme con mi abuelita, aún podía sentirla y esta sería el último día, el último en el cual te sentiría. La brisa que entraba por la ventana era fresca, con el cielo hermosamente despejado, con algunas estrellas brillantes.
-Abuelita, perdóname…- le dije mientras me hundía en lágrimas ahogadas, el día de mañana cambiarían las cosas para mi abuelo, dejaría su única casa, aquella que había comprado con tanto esfuerzo y que tuvo que hipotecar para poder cuidarme. Me sentía más sola que nunca. Yo había arruinado todo.
Dios, ¿Por qué yo?
A veces me imaginaba que había personas que realmente estaban en una situación que la mía, haciéndome sentir desagradecida, no obstante, así me sentía ya, mi abuelo había dado tanto por mí que… que lo único que hacía era causar inconvenientes, no podía trabajar en un lugar decente, no podía mantener mi ritmo de vida, vaya, a veces ni si quiera podía dar la comida del día.
Sé que mi apellido no tiene la culpa de peso que cargaba, pero ¿por qué caían tantas desgracias? ¿O solo sería coincidencias? Era inútil analizarlo. Lo mejor sería ser consciente que venía sobre mis hombros otra responsabilidad.
Me giré a ver mi cama, mis muebles, la esquina aquella donde mi abuela se sentaba conmigo a jugar, donde mi abuelo, me había prometido que nunca estaría sola.
Había crecido en esta casa, entre estas paredes.
Suspiré profundamente.
Ya no podía seguir llorando, tenía que ser valiente, tenía que enfocar en que había sido yo, quien comenzó esta barbaridad. Me sentía la mujer más tonta e ingenua del mundo por no decir, ridícula.
Proponerle matrimonio a un hombre a cambio de dinero que no tenía, ¡Dios! Era tan patética, ahora tenía que ver la forma de arreglar que los depósitos se realizaran a la cuenta que su abogado me había asignado.
Las condiciones eran sencillas:
Viviríamos como un matrimonio solo de puertas cerradas.
No habría muestras de cariño, ni besos, abrazos, brazos entrelazados, etc.
Me encargaría de la totalidad de la casa
La cantidad sería fija a una cuenta que el asignara
Poder legal sobre mis bienes y apellido.
Si se enterara que todo era una farsa, pagaría las consecuencias de la manera más humillante. Pero tal vez, y solo con suerte aquello llegaría a finiquitar antes de tiempo, ya que aquel contrato finiquitaría en un año máximo o hasta el fallecimiento de mi abuelo, lo que sucediera primero. Era cruel pensar en ello, pero más era seguir creyendo en que todo mejoraría.
Sacaría provecho de un tonto apellido que ha traido ha mi vida más dolor que bendición.
Así que, no había vuelta atrás.
Se fuerte.
Pasado mañana delante de todos, firmaría aquel documento. Me daba escalofríos solo de pensar en que por primera vez en toda mi vida tendría que convivir con alguien que no era de mi familia y a quien solo conocía por dos ocasiones en el que no s habíamos visto. ¿Era impulsivo?
Definitivamente me había precipitado, pero dudaba que fuera a ser peor que el infierno que había vivido con mis hermanos, con un poco de suerte Leonardo solo me ignoraría, confiaba en su caballerosidad, confiaba en que la vida ya no me podía odiar más.
Cerré los ojos mientras seguía sentada en el mismo lugar junto a la ventana, di un vistazo rápido nuevamente a aquel hermoso cielo para cerrar mis ojos una última vez, antes de caer en un profundo sueño, en el que deseaba que nada de esto fuera realidad, que solo fuera solo un sueño más.
Pasado mañana sería el día.