Episodio III

1575 Words
-Andrea, ¡vamos! Esta es la carrera que tanto deseaste estudiar, así que, por favor, concéntrate en clase- Anthon era mi mejor amigo, desde la infancia, pertenecía a una familia con mayor linaje entre los privilegiados, pero a diferencia de la mayoría, él, toda su familia, eran personas sencillas. Además, que lo admiraba por la belleza con la que lograba capturar con su cámara. Él único, que me ayudó a superar las humillaciones escolares por parte de mis hermanos. Lo quería muchísimo pero como a un hermano. -Andy – Solo le sonreía y asentía - ¿Pasó algo con tu abuelo? - Solo él sabía lo que sucedía conmigo, él único que me apoyaba en todo, sabía muy bien que con él tenía un apoyo en todos los sentidos, tanto personal como económico, pero ya no quería seguir abusando de su ayuda, ya era momento de que yo comenzara a hacerme responsable. Pese a ser típico rubio, alto, fornido y guapo no era muy bueno con las relaciones personales, solo le había conocido una novia, que lo había dejado por estar con alguien más atlético. -Está bien, entremos a clase- comencé a adelantarme, tanto que él tuvo que correr para alcanzarme. Éramos como dos niños cuando estábamos juntos, con él no sentía presiones, solo sabía que podía tener buenos recuerdos, porque cada día hacía algo sorprendente para divertirme, con él todo era divertido. Cuando nos enojábamos, nos reconciliábamos a la brevedad con una carta o con una nieve, nuestros pleitos eran tonterías, éramos mejores amigos. Y su familia, era la mejor. Ellos eran las personas más increíbles y maravillosas que había podido conocer, eran personas lindas y sencillas. -¡Andrea!- Las clases solían ser un distractor, pero no siempre ayudaban, o al menos cada día que pasaba, le perdía el interés. Mi carrera era una pérdida de tiempo para muchos, y probablemente lo era, pero me encantaba, me apasionaba trabajar con los materiales, canalizarlos en obras de arte, hacer algo distinto, que funja como algo cotidiano, pero con un diseño versátil, original. Mi carrera era como un juego, todo dependía de ti, de tu creatividad. Así que, si no tenías esa área despierta, definitivamente tus notas comenzarían a descender. El campus era enorme pero lleno de arte en todos los aspectos. Sus columnas, sus salones o mejor dicho sus talleres, su teatro, hasta sus jardines. Todo era majestuoso. Hermoso. Bello. Perfecto. No estábamos en la misma carrera, pero coincidíamos en algunos lugares. Aquella universidad me encantaba, suponía que a todos los de ahí también. Pero estaba a punto de perder mi matrícula, si no comenzaba a enfocarme. Era mi única hora libre antes de comenzar las últimas dos clases, pero no veía a Anthon por ninguna parte. Siempre lo vía en el mismo sitio, pero ahora no. Probablemente se haya quedado con algún maestro para poder preguntarle algo de edición o de toma. O tal vez con algún compañero, en fin. Intentaría adelantarles a mis tareas. La biblioteca de la universidad era amplia y constaba de dos niveles, la sección de libros y la sección de computadoras con los programas que la institución manejaba para cada una de las facultades. Era increíble. Así que cuando tenía oportunidad ese era mi lugar. Trabajar en las mac’s que tenían resultaban ser una ventaja para algunos como yo, que no teníamos algún dispositivo donde trabajar, pero lo mejor era que cerraban a altas horas de la noche, así que en temporada de exámenes estaban abiertas las veinticuatro horas. Entré. Su olor era increíble. Cuando abrían las puertas podías respirar distintas fragancias, pero el que más alborotó mi estómago, era el olor a galletas con café o probablemente chocolate. Era delicioso. Era la nueva sección que se había abierto en la biblioteca, el área de estudio, donde tenían una pequeña cafetería la cual atendía tu antojo mientras estudiabas. Abrí una segunda puerta y me dirigí hacia la planta alta. El aroma de los libros era atractivo, mezclado con la madera que detallaba todo el interior. Las Escalera estaba en medio, en forma de caracol, única estructura que resaltaba del resto, ya que su forma era más cómo le decían los de la facultad de arquitectura, minimalista. Trabajar solía ser entretenido, pero las presiones diarias minimizaban mi creatividad, veía la computadora, veía la pantalla, el programa abierto, sabía lo que debía de realizar, pero no era capaz. Así que comencé a divagar en internet. Alguna imagen, algo que me ayudara a sacar adelante el proyecto de la clase. Ahí estaba. Probablemente debía de hacer una, otra, tal vez aquí… Mi cabeza planteaba distintas formas de mejorar. Comencé a trabajar. Si tenía la idea, sería bueno no dejarla ir de las manos. No sin antes colocar la alarma, sabía que cuando me perdía en lo que creaba, también lo hacía con el tiempo. * La alarma me sobresaltó. -Le pido por favor que modere el sonido de su dispositivo, está en la biblioteca- me dijo la bibliotecaria detrás de mi -Si, discúlpeme- Ya casi terminaba, sabía que mi clase estaba a punto de iniciar, pero estaba inspirada, después de todo, creo que ciertos sacrificios podían ser válidos. Decidí quedarme a finiquitar lo que hacía, para adelantarle a mis deberes. Un poco de música hubiera sido genial, pero tenía que centrarme y terminar, para al menos ingresar a la última clase. La segunda alarma comenzó a sonar. Justo a tiempo. -Señorita, su móvil, a la siguiente me veré obligada a negarle la entrada- me dijo la bibliotecaria nuevamente. ¡vaya! Solo era una hora de diferencia entre una alarma y la otra. -Lo lamento, es última ocasión- le dije un poco avergonzada. Ya había enviado mi trabajo, así que merecía un breve descanso antes de salir corriendo al aula. Me estiré un poco en mi lugar, comencé a girar la cabeza de un lado a otro, así como a estirar mis piernas. Estaba lista para continuar. Apagué el ordenador, no sin antes cerrar todo lo que estaba abierto. Tomé mis cosas del suelo y salí de ahí, no sin antes dirigirle una sonrisa a la bibliotecaria, disculpándome de nuevo. Baje las escaleras rápidamente, el aula estaba retirada de aquella sección, así que tenía que apresurarme. Pero casi me resbalo en la bajada. -Señorita, le pido que guarde compostura- me dijo la otra bibliotecaria, la que estaba en la planta baja. Era extraño, ahora sería la señorita sin compostura. Alcancé a sostenerme, pero volví a correr, no sin antes disculparme. Ante todo, la cortesía. Chequé mi reloj de mano. ¡Rayos! Era tardísimo. Salí de la biblioteca, tenía prisa. Ya eran dos ocasiones que no alcanzaba a llegar a esa clase, no quería que existiera una tercera. Ya no podía fallar. Mi teléfono comenzó a sonar. Estaba en mi mochila. Seguí corriendo por el pasillo, pero preferí cambiar de ruta, me iría por el jardín, un atajo. Esperemos que no me vean los de personal manual, si no, el problema de agravaría. Mi teléfono seguía sonando, intenté quitarme la mochila, para pasarla delante de mí, y así buscarlo únicamente con mi mano, sin necesidad de detenerme. No me di cuenta en qué momento descuidé mis ojos del camino, pero había un declive, que mis pies sintieron debajo de ellos. Intenté no caer, no perder equilibrio, pero lo había perdido y con ello, el de la persona que en este momento estaba debajo de mí. Lo había tumbado. Su olor era increíble. -¿Te podrías quitar de encima? – me dijo. Su voz era grave, por Dios, que linda voz. Si, tenía que quitarme de encima. -Discúlpeme señor, yo … -Me quite, lo intenté ayudar, pero no me lo permitió, pero cuando lo vi, me quedé en silencio, no era un señor, o al menos, no creía que lo fuera, no era joven, pero tampoco grande, estaba muy guapo. ¡Dios compórtate! - Le ruego me disculpé, no estaba prestando atención en el camino, me distraje un instante – Definitivamente no era un alumno, pese a vestir de manera casual. Su cabello color castaño obscuro resaltaba su color aperlado de su piel, sus ojos eran castaños. Y sus labios… me preguntaba a qué sabrían. ¡Basta! Yo no era así, ¿qué me sucedía? Que no podía imaginar que el tipo estaba casado. ¡Dios! -Definitivamente, pon atención en el camino, has de ser una conductora terrible- Eso no lo sabía por que jamás había manejado, incluso, jamás hubo un carro en casa. Pero probablemente tendría razón, era un poco despistada, no era justificante, pero era la verdad- Te sugiero tener mayor cuidado- me dijo mientras se terminaba de sacudir. ¡La clase! -Discúlpeme señor, espero no vuelva a ocurrir- Me sacudí rápidamente, continué mi camino, el edificio donde tomaba clase estaba delante de mí. Ya casi llegaba. Los edificios estaban cerrados en su totalidad, todos ellos climatizados desde el momento en que entrabas. Por dentro todo era arte, exposiciones, eventos pegados en sus muros. Era eso lo que me gustaba de aquel lugar. Siempre había colores en todos sus edificios y estaban a condicionados para desarrollar tu parte creativa. Realmente me encantaba. Pero ya no se escuchaba ruido en sus pasillos. Subí las escaleras tan rápido como pude. Eso no era una buena señal. No, de verdad no podía ser buena. Ahí estaba mi salón en el ala izquierda subiendo las escaleras. El salón estaba cerrado. La clase ya había comenzado.
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