Los Welshman

1216 Words
ANDREA Le solté la mano a Leonardo, le dije que tenía que ir al sanitario. ¡Dios! ¿Por qué no podía controlar mis temblores? Salí corriendo al baño, intentando esconderme ahí por el resto de la noche. ¿Por qué me hacía esto? La respuesta era lógica. Yo tenía la culpa de todo. Yo le había mentido y todo el mundo sabe que una mentira, siempre atrae a otra, hasta que simplemente el espectáculo cae para dejar entrever a la verdad. Y este era el momento. Ya basta Andrea. Deja de temblar. Un ataque nervioso. -¿Hermanita? ¿Estás aquí?- Dios, por favor, se que no soy tu hija favorita, pero te ruego que me hagas invisible ante ellos. Tu sabes el dolor que han traído a mi vida, entiendo, de verdad porque lo hacen, pero también creo que no lo merezco. -¿Vamos Andrea, mamá quiere hablar contigo?- dijo aquella voz femenina. Cómo es que una mujer tan atractiva, de alcurnía, de modales impecables, de múltiples contactos pueda sonar tan aterradora a mis oídos cuando su voz era pasiva. -Andrea, ya no somos niños, lamento lo que paso en su momento, pero debes de entender que este no es tu lugar, creímos que ya te lo habíamos dicho- Quería contestar, pero mi cuerpo no paraba de temblar. Por Dios, era una adulta, una mujer madura, fuerte, independiente, ¿porqué tenían tanto poder en mí? Un grupo de chicas entró al baño. Comenzaron a saludar alegremente a mi hermana, sabía que no eran conocidas de ningún tipo, por la manera en la que ellas la halagaban constantemente, resaltando sus virtudes, así como, su porte en cuanto a su vestimenta. La voz de mi hermana se disipó, pero a partir de ese momento, el sanitario de mujeres tuvo una afluencia interesante. Las conversaciones variaban entre las que entraban, unas eran de hombres acaudalados, viudos, solteros, maduros o jóvenes, no discriminaban, algunas pocas, sobre negocios, otras sobre las rifas benéficas que se estaban haciendo, otros sobre los vestuarios de la noche. A decir verdad, había mucho por escuchar, pero ya tenía mucho tiempo encerrada, tenía que salir, probablemente Leonardo estaría molesto por mi ausencia tan prolongada. Andrea Sé valiente. Andrea, no temas, en poco tiempo esta pesadilla pasará. Solo, mantente firme, ya no eres una niña, eres una mujer, ya te puedes defender. Me decía para intentar calmar todo aquello que transitaba por mi cabeza. Respiré profundamente. Tenía que contarle la verdad y esperar a que un milagro me sacara de allí. Me vi en el espejo e intenté recobrar un poco de compostura. Necesitaba mostrarme segura, tranquila y … poderosa. Aunque de ello, no había nada. Asentí viéndome al espejo, como diciéndome que estaba bien, que todo saldría de maravilla. Salí del baño de damas y me dirigí hacía la pista del gran salón, aún no comenzaba la rifa, así que había personas bailando, otras conversando con sus copas al aire y bocadillos entre los invitados Buscaba con la mirada a Leonardo, mientras intentaba mezclarme entre la gente para no ser vista, pero este hermoso conjunto, me hacía resaltar entre los invitados que no dejaban de girar a verme. Sus miradas comenzaban a ponerme ansiosa. ¿Dónde estás? Leonardo, por favor, aparece. Caminaba entre las mesas, entre los invitados. No supe cuánto tiempo pasó, pero vislumbré un pequeño balcón abierto. Quería salir a respirar aire fresco. El frío era notorio y más aún, cuando el viento soplaba con una presencia de humedad, que te dolían los huesos. El cielo se había comenzado a nublar, posiblemente, una lluvia ligera amenazaba con caer, por que no teníamos pronósticos de una nueva nevada, o tal vez, posiblemente aguanieve. No importaba. Tenía muchísimo frío, pero la verdad, es que lo prefería a tener que estar en la calidez de un ambiente con el miedo constante. Comencé a frotar mis brazos, con la intensión de entrar en calor, ya que mi abrigo se había quedado en la entrada cuando un hombre, nos los retiró para almacenarlos. Giré mi cabeza hacía un lado. El balcón en el que me encontraba daba pie al jardín principal que conectaba con la casa central de los Welshman. Y ahí estaba, la fuente, la maldita fuente donde por culpa de ellos casi… Odiaba sentirme así. ¡Basta! No me victimizaré más. Enfrentaré las consecuencias de mis actos, le diré la verdad y saldré de aquí. Me giré para abrir la puerta y entrar a buscar a Leonardo, tenía que salir de ahí de una vez por todas. -Andrea- Aquella voz madura me paralizó. -Hablemos en privado, no quiero hacer un espectáculo- Dijo Me giré a verla, seguía siendo bella, elegante y aterradora como cuando era niña. Su vestido color champagne la hacía lucir espectacular, la porte con la que caminaba, era impresionante, ahora entendía porque Alondra tenía ese porte, la había heredado de su mamá. No quería seguirla, además que mis piernas ya no respondían, estaba petrificada. Aquella mujer de ojos marrones se giró a verme, eran tan profundos, oscos y temibles que un escalofrío recorrió mi cuerpo completo. Ella se acercó a mí, colocando sus brazos entre los míos. -Sonríe, no quiero un ridículo espectáculo innecesario, que arruine mi noche- dijo, llevándome a su lado, a travesando todo el salón. -¿Cómo está tu abuelo?- Me preguntó. Una voz melodiosa, divina como la de mi hermana, pero cargada con tanto rencor -Bien- -¿Viniste a pedir más dinero?- Negué rápidamente. -Bien, por que no vas a recibir ningún centavo, mira que venir a burlarte de nosotros con tu presencia…- -Se equivoca, yo no he venido a…- -Andrea- se detuvo en seco, apretando mi brazo hasta un punto donde mis manos comenzaron a colocarse en tonos morados –No importa como te vistas, o cómo te arregles, jamás pertenecerás a los Welshman- -Señora, yo… yo no quiero …- -Que sea la última vez, linda – detonando el sarcasmo en su voz- que te veo en mi propiedad, por que la siguiente vez, no seré tan benevolente – dijo, mientras me soltaba, empujándome hacia el área de la cocina. Claro, quería que saliera por la parte de atrás. Respiré. Estaba a salvo. No me había hecho nada, me había dejado ir. Esto era una bendición completa para mí. Necesitaba avisarle a Leonardo. Revisé instintivamente cada parte de mi cuerpo. Mi bolso. Rayos. Tenía que buscarlo. Pero no quería entrar. Si lo hacía, lo más seguro es que no me darían una segunda oportunidad de irme. Me mordí el labio intentando pensar en la manera de salir de ahí, cuando uno de los meseros me tomó por el brazo y me sacó de la cocina, con dirección hacía el salón. Ya estaba afuera… Busqué a Leonardo con la mirada, pero no lo encontré, estaba caminando entre la gente, cuando una mano me tomó por la fuerza, sujetando mi antebrazo con más firmeza de lo que requería, llevándome a uno de los balcones. Resistirme sería un problema mayúsculo. Su fragancia era de una persona acaudalada, el saco que llevaba no era de una tela cualquiera, me giré a verlo hacia arriba, porque su altura era superior a la mía. Me di cuenta en ese instante que ya no habría una segunda oportunidad. Era mi hermano.
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