Feliz cumpleaños a mi

1773 Words
ANDREA Lleve aquello a mi habitación. Me sentía emocionada, feliz, pero también en el fondo me sentía incómoda, porque sabía que no me lo merecía. Tenía una encrucijada de emociones en mi corazón, en mi mente, en mis acciones. ¿Realmente me lo merezco? Las lágrimas amenazaban en salir, sin embargo, no quería arruinar en maquillaje que se había esforzado en colocar en mí. Me senté en el tocador, viéndome en aquel espejo que tenía notas pegadas con todo aquello que debía de pagar, saqué de mi pantalón una nota con lo que me comprometí pagar para mañana lo puse en la mesita, así mismo, el collar de mi abuelita. -Abue, lo siento mucho, yo…- Le decía a la foto que tenía en mis manos junto con el collar. -No lo quiero vender, pero ya se me cerraron las puertas, no sé que hacer…- Mi teléfono comenzó a sonar, era… Colgué el teléfono, era mi papá, no me sentía de animo para poderle contestar, sabía que ya tenía toda la información, que me amenazaría o que probablemente lo amenazaría a él. Dios, no quería ni pensar en ello. Me vi en el espejo. -Tienes que decirle la verdad Andrea- me dije. Era verdad, tenía que contárselo, no podía hacer que todo se viniera abajo, si alguien sabía lo que era esforzarse para lograr algo, era yo, aunque realmente, yo no había logrado nada para sentirse orgullosa. Tenía que decirle la verdad. Me coloqué el collar que mi abuelo me dio, tal vez creía que aquel objeto delicado de oro me daría el confort que mi abuelita me daba cuando mis hermanos me hacían alguna travesura. Mi teléfono nuevamente sonaba. Ya no decidí ver quien era, solo contesté, si era mi papá, prefería apaciguar las cosas. -¿Andy?- Aquella voz me dejó paralizada, con una sensación de más culpabilidad en mi corazón y mi mente, él era quien mejor me conocía, mi único escape de fortaleza durante la escuela. Mi protector. Mi mejor amigo en el mundo. Mi único amigo. -Feliz cumpleaños peque. Sé que no quieres hablar conmigo, lo entiendo, no, la verdad, es que no lo entiendo, quisiera … decirte tantas cosas, pero creo que lo ideal hoy es decirte, que… te mereces lo mejor- -Anthon… yo- Toc toc toc -Andrea, tenemos media hora o llegaremos tarde a la recepción- Dijo Leonardo desde el otro lado de la puerta. -No digas nada, ahora se que estás bien, enserio Andy, feliz cumpleaños, espero que nos podamos ver próximamente, te quiero- Y la llamada se cortó. Me merezco lo mejor. Caray Tenia que controlarme o arruinaría a aquella mujer bonita que se reflejaba en el espejo. Comencé a respirar profundamente un par de veces para intentar detener todas esas lágrimas contenidas que se morían por aflorar. Cuando abrí la bolsa que contenía el vestido y la saqué me quedé estupefacta. Era hermoso vestido color plateado. Cuando lo coloqué no pude notar como asentaba mi cuerpo, aquel que se veía más delgado de lo normal, aunque sin llegar a verse hasta los huesos, si no, que me veía bien, si se podría decir, aunque, se que hace unos meses atrás me pude haber visto mejor de lo que me veo hoy. Podía decir que, ese vestido me acentuaba cada curva de mi cuerpo que no sabía que podía resaltar. Me veía impresionante. Jamás me había visto así. Jamás me había sentido así de bonita. Tomé la caja blanca y venían unos hermosos zapatos a juego, que sinceramente me quedaban ligeramente grandes, pero que aún así podía ajustar para que no vieran tan grandes. No, no estaba acostumbrada a usar zapatos altos, pero sabía caminar con ellos. Eloise, la mamá de Anthon tenía la idea de que toda mujer tenía que aprender a caminar estilizada, elegante, segura de si misma, que me había dado lecciones de etiqueta para que nadie pudiera usar mi falta de la misma y humillarme. Sin duda, hoy estaba agradecida con ella y su familia, más de lo que nunca estuve con alguien. Ellos habían sido personas maravillosas. Una familia que, aunque no había sido la mía, me habían enseñado tanto. Dios sabe cuan agradecida estaba con ellos. Me coloqué el perfume que venía dentro de la caja de los zapatos, era de una marca que había visto infinidad de veces en los anuncios publicitarios. Vaya, su aroma era espectacular entre un toque dulce, floral, pero sin llegar a empalagoso. Así mismo, descubrí que en el arreglo de flores venían unos pendientes discretos pero hermosos. Me los coloqué. Me veía y sentía fantástica. Sonreí al espejo, una vez más. -Andrea, no te acostumbres, esto solo va a ser por una noche, tendrás que decir la verdad- Me dije e instintivamente tomé la cadenita que era de mi abuelita. Sentía que con ella podía tener aquella fuerza que necesitaba para poder afrontar las consecuencias de mis acciones. Ordené la habitación y salí. Verlo de pie en la sala con ese traje, hacía que mi pulso se acelerara. Se veía increíblemente guapo. ¡Dios! ¿De verdad estoy casada con él? Su fragancia y aspecto eran… ¿Cómo es que me tenía tanta envidia a mí misma? ¡Basta Andrea! Me reprendí. Él se giró a verme, su mirada profunda seguía presente, aunque por segunda ocasión, tenía la misma expresión en el rostro que cuando me vio en el spa. Lo cierto era que no sabía si aquello era bueno o malo, lo único que podía decir en aquel momento es que me sentía la persona más afortunada en el mundo, no importando que solo fuera por un instante más. Me acerqué a él con un ritmo cardiaco acelerado, embriagada de su colonia y de su sola presencia, que podía jurar que no sabía si sonreía o me mantenía sería ante su presencia. -Andrea, hay un obsequio más- -¿Más? Leonardo, creo que…- Él se colocó detrás de mí, tocando levemente mis desnudos hombros, para así colocar encima de aquel collar un bello collar plateado, discreto, pero visible más que el collar que traía puesto. Aquella sensación de tenerlo cerca de mi, respirando tan… aproximada a mi cuerpo hicieron que mi piel se paralizara, que mi cuerpo se quisiera desmoronar, pero no, quería saber lo que era realmente tenerlo a él rozando mis manos constantemente, tomando mis labios dulcemente… quería saber que se sentía poder sentir sus manos deslizándose sobre mis hombros… ¡Basta Andrea! ¿En qué demonios piensas? -Te ves … creo que esta va a ser una noche para recordar- Creo que así será. Él tomó un abrigo que estaba en uno de los muebles y me lo puso para poder salir de casa. Fuera de ella se encontraba una limosina. ¡Dios! ¿Enserio? No podía ser esto posible, él me estaba regalando la noche perfecta y yo… yo iba a decirle que todo lo que yo era, solo eran mentiras. Me sentía terrible, arruinaría su noche. ¿Por qué me había metido en todo esto? Andrea, vas a arruinar a un hombre bueno y todo por tus mentiras despiadadas, por tu falta de administración económica, vas a … ¡No! Ya no pienses cosas negativas, solo… Su cálida mano tomó a la mía, entrelazándola entre sus dedos. Era una sensación que creía me daría un infarto en aquel momento, así que, yo también sujeté sus dedos entre mis manos, quería saber que se sentía el ser yo, parte de aquella acción. Nos subimos a la limosina en la parte de atrás. El auto comenzó a moverse en dirección a donde tendríamos nuestra reservación, yo no paraba de admirarlo, así como a nuestras manos. Que estoy segura que ya no llevaba el tiempo marcado. Leonardo tomó la mano que llevaba sujeta a la mía y beso la palma de la misma. ¡Dios, daría lo que fuera por que mis labios probaran los suyos una vez más! -Andrea, se qué no hemos sido la pareja del siglo, por que nuestro matrimonio no se dio de una forma tradicional – decía él, mientras con su otra mano sacaba una cajita de su pantalón – Sin embargo, quisiera que me dieras la oportunidad de verte portar – Abriendo la cajita y dejando ver un – este anillo en tu dedo anular. – Colocándolo así en mi dedo. Estaba casi segura de que mis latidos se escuchaban retumbar en todo el lugar, me sentía tan extasiada, tan emocionada, tan feliz y a la vez, tan decepcionada de mí, que no sabía como reaccionar ante todas aquellas atenciones que el tenía conmigo. -Andrea Nailea Welshman – me giré a verlo anonadada con un millar de emociones dentro de mi, que no sabían como salir- hija del magnate hombre de negocios Antoin Welshman – La forma en que lo decía, no me agradaba, era tan… - No me habías dicho que tus padres realizaban una fiesta en tu honor- ¿Qué? ¿Fiesta en mi honor? Aquel palpitar que sentía, ya no era de emoción. Una ansiedad comenzó a recorrer mi sistema nervioso, mi respiración comenzó a acelerarse. Me giré hacía la ventana, estábamos entrando a la mansión de mi padre. ¡Dios, no! Mi respiración se comenzó a portar agitada, contendiendo todo aquello que no quería que saliera. Alejé mis manos de él, quien ya había colocado el anillo, mis manos comenzaron a sudar y mi pecho comenzó hacer pausas entre cada respiración. Cuando la mansión estaba casi delante de nosotros, no dudé en recordar todas aquellas atrocidades por las cuales mis hermanos me hacían pasar, no podía dejar de pensar en todo aquello que sucedía cuando llegaba a visitarlos a su casa. Se que habían pasado varios años de eso, pero… -Andrea, vamos a tu fiesta- -Tú no lo entiendes, no puedo ir…- me giré a verlo, él sonreía satisfecho -¿La princesa de papá se avergüenza del tipo con el que se casó?- decía -No, no es eso, solo…- La limosina se detuvo delante de la puerta principal. Él se bajó, yo no paraba de temblar, tan solo de recordar todo lo que sucedió. Leonardo abrió la puerta de mi lado, tomó mi mano y con una sonrisa me dijo: -Señorita Welshman, bienvenida a casa- jalándome. Cuando entramos por la puerta del salón principal de fiestas, podía ver a todos los espectadores, había muchas miradas curiosas, pero por supuesto que las había, al final del día, era una Welshman. Sin embargo, las miradas que ellos hacían no me aterraban tanto, como las que se encontraban al final del pasillo. Estaban molestos. Muy molestos. Y yo… Feliz cumpleaños a mi.
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