ANDREA
Cumpleaños
Cuando salí de casa, fui recibida por la puerta abierta de un automóvil y Leonardo de pie a un lado del auto atendiendo una llamada por su teléfono. Aquella imagen fue sorprendente que pudo ser completamente envidiable a mi vista, era raro decir, que me envidiaba por tenerlo a mi lado, pero la realidad era esa, tener algo que no podía codiciar por que estaba lejos de mi alcance, también era una realidad.
Subí al auto con su ayuda, cerró la puerta, terminó su llamada antes de entrar al auto junto a mí.
-¿Te hace falta algo más?-
-No, todo bien, aunque de verdad, no tienes que hacer esto, si estás tan ocupado-
-Descuida, la empresa puede funcionar sola por un día-
La plática dentro del auto fue cordial, hablamos de la música que sonaba por la radio, de los chistes que decían, vaya, era agradable sentirse parte de una conversación, me sentía feliz.
Durante la llegada el se comportó como un caballero, abriéndome la puerta, ayudándome con el pastel que traía en manos. Me sentía nerviosa, tal vez, ansiosa, tal vez, con miedo, por que sabía que no podría retrasar el hablar con él. Sabía que tenía que sincerarme, no quería que todo por lo que él había trabajado se viniera abajo solo por mis irreverencias.
Cuando entramos al establecimiento me reporté y él tuvo que registrar sus datos como nueva persona, mientras que una de las enfermeras se acercó a mi, para informarme que el doctor Lascurain deseaba hablar conmigo sobre un percance, así como, la encargada de cobranza. Respiré profundamente, esmeré una sonrisa, lo más natural posible para que el no supiera por lo que estaba pasando. La enfermera me dijo que me llevaría con el médico, pero aquello me frustraba por que no quería que el fuera conmigo.
¿Qué haría?
-¿Te incomodaría ir tú con mi abuelo en lo que hablo con el médico?- el pareció … no sé, tal vez, descontento por ciertas facciones, pero no dijo nada, solo asintió.
Así que le pedí a la enfermera que lo llevara en lo que yo iba a ver al doctor en su consultorio.
Tomé aire y toqué.
Toqué nuevamente.
Así que me giré, fui a buscar a la persona encargada de finanzas, toqué, dejándome pasar rápidamente.
-Buenas tardes, tome asiento, Robert Pine ¿verdad?- Me dijo sin girar siquiera a verme.
Suponía que aquello no sería nada bueno.
Me acerqué a la silla que estaba delante de su escritorio, sentándome. El sonido de una impresora comenzó a sonar, pero aquella mujer, seguía sin siquiera voltearme a ver.
Mi corazón latía normal, pero una especie de ansiedad comenzó a apoderarse de mí.
Tomó una hoja de la impresora, extendiéndola en el escritorio.
-Señorita Welshman, sabe, es una mala jugada del destino que usted no sea familiar de los millonarios Welshman, tal vez así, no tendrías estos inconvenientes- dijo, mientras yo solo ejercía una sonrisa forzada.
Cuando vi aquella lista, noté que eran estados de cuenta. Era un desglose de todos los gastos y los pagos que tenía que realizar. Los números se estaban haciendo exorbitantes.
-Señorita Welshman, hemos sido muy benevolentes con usted, pero los pagos no han llegado en tiempo, lo cual…-
-He estado haciendo algunos abonos… Pero, ¿Por qué cada vez veo más?- Le decía mientras veía la lista. Comencé a analizar los conceptos, entre mensualidades, viáticos, servicios, costos de higiene, medicamentos, había más medicamentos de los que yo recordaba, conceptos de honorarios… Santo cielo, ¿Qué iba a hacer?
-Señorita Welshman, me gustaría preguntarle algo, ¿Usted vino a preguntar previamente por los conceptos de p**o que se cobran dentro de la institución? -
Asentí.
Claro que lo sabía, por eso había optado por trabajar para poder cubrir todos los gastos, por eso le había propuesto a Leonardo que se casara conmigo, por que necesitaba donde vivir, donde subsistir para que mi salario integro se viniera con mi abuelo, pero, … pero…
No había considerado todo lo que se venía.
-Entiendo, señorita Welshman, es necesario que liquide hoy mismo o…-
-¿Puedo pedir una prorroga?-
-Lo siento, debido a los movimientos financieros que ha demostrado, me temo que eso es imposible, por lo cual le sugiero que lleve a su abuelo a una dependencia pública, de momento hoy ya no se le suministraran los medicamentos a su abuelo-
-Tengo esto- le dije, sacando de mi bolso un sobre con una cantidad de dinero, ella lo tomó y lo contó, con una sonrisa forzada.
-Señorita, por políticas de la empresa…-
-Mañana voy a liquidar, yo traeré el dinero que requiero, solo le pido que no…-
-Mire, firme esto, tiene hasta mañana a las cinco para pagar, de lo contrario, enviaremos a su abuelo a una dependencia pública y se le notificará una carta de…-
-De acuerdo- dije, quitándole la hoja y firmando, no sin antes leerlo rápidamente.
Tendría que pagar o se me encerraría por cuestiones de fraude.
Buscaría por todos los medios la forma de pagar.
-Gracias, mañana estaré aquí- Le dije sonriendo.
Salí de ahí, dirigiéndome al baño, donde dejé que mis lágrimas fluyeran hasta que pudiera contenerlas nuevamente.
¡Maldita sea!
Marqué un número.
El teléfono sonó.
-Papá, por favor, contesta-
Mis manos comenzaron a temblar.
Marqué en diversas ocasiones, pero ya me mandaba directo a buzón.
-Resuelve tus problemas sola- leí el mensaje que llegó inmediatamente a mi teléfono.
Comencé a respirar profundamente, tenía que calmar las lágrimas, tenía que entender, que yo me había metido en esto y tenía que salir adelante. Tenía un mundo que comenzaba a desmoronarse sobre mis manos.
Vi la hoja con el total que debía.
¿De dónde sacaría toda esa cantidad?
Si le pedía a…
¡No!
Resuelve tus problemas sola.
Ten en cuenta estas palabras, siempre fui yo, así que, no puedo ir de lado en lado pidiendo dinero si no tenía los medios ni si quiera para sacar mi día a día.
¿Por qué hoy?
Respira…
Respira…
Un dolor en el pecho me forzaba a respirar con dificultad. Me vi en el reflejo de aquel espejo. Me veía fatal, ojos enrojecidos e inflamados, rostro pálido, nariz roja. Me lavé la cara.
Respira Andrea.
¿Qué puedo vender?
Si ya no tengo nada que…
Respira.
Hoy es un día especial para tu abuelo, no lo decepciones, hoy es un buen día para él, no se lo amargues, todo irá bien. Sal de aquí y deja que las cosas fluyan.
Salí de aquel baño, un poco más tranquila, después de haber practicado frente al espejo mis sonrisas.
Leonardo se ha de sentir incómodo, así que aceleré el paso.
Pero las risas que escuché del otro lado de la habitación fueron un sonido reconfortante.
-Andrea, mi bella cumpleañera, ¿Dónde estabas?-
-Hola abuelito, estaba buscando al médico, ¿Cómo te sientes? – dije, mientras me acercaba a él para darle un beso en la frente.
-De maravilla mi niña, feliz cumpleaños cielo-
-Gracias- dijo mientras me abrazaba. Era un abrazo tan cálido que hacía difícil poder contener mis lágrimas, me sentía una reverenda inútil.
-No quiero que llores hermosa, hoy es un gran día y este viejo, está feliz de pasar un año más junto a ti- Sonreí, mientras me alejaba de él para limpiar mis lágrimas.
-Tu abuelo me estaba contando algunas anécdotas de ti-
-Espero que no me haya avergonzado mucho- le dije a él, mientras le sonreía. -Abuelito, él es…-
-Ya se presentó cariño, no tienes que preocuparte, es un gran hombre, me da mucho gusto saber, que tienes a un hombre visionario a tu lado, estoy muy feliz por ti-
Seguí sonriendo.
La plática se tornó superficial, entre los tres, algunas historias felices que había vivido con ellos, cuando mi abuelita aún estaba.
Me cantaron las mañanitas, hasta que Leonardo se retiró al pasillo a contestar su teléfono, degustamos del pastel, que la verdad, no había quedado tan mal, creo que tenía un buen sabor.
Tendría que agradecerle luego a Diego por su receta.
-Perdón, pero el señor Pine, tiene que descansar- dijo una enfermera, mientras llegaba a arreglar algunas cosas.
-Entiendo- le dije, mientras comenzaba a recoger lo que había traído.
-Andrea, hija, quiero darte algo-
La enfermera se retiró, mi abuelo se giró a su cajón, sacó la biblia que siempre traía consigo y la abrió.
Sacó de ella, una cadenita muy finita.
-Era de tu abuelita, ella me pidió que te lo diera terminando la universidad, pero, no sé… si yo llegaré hasta allá-
Me giré a verlo.
-Abuelito…-
-No digas nada, mi niña, ten- extendí mi mano y lo puso ahí – Ya no puedo ponértelo, pero dile a Leonardo que lo haga y si … necesitas venderlo por alguna razón… hazlo- Me dijo y cerró mi puño -Gracias Andreita, por festejar tu cumpleaños conmigo, disfruta tú día- Me dijo y me abrazó.
Un abrazo que debilitaba mi interior, un abrazo tan cálido que no quería que terminara jamás.
-Andrea, es hora de ir a casa- Dijo Leonardo desde atrás.