ANDREA
El camino a casa estuvo tranquilo, mentir que ver aquello no me afecto era como decir que la lluvia brotaba del piso hacía el cielo. Sentía dentro de mi una perdida con la que no sabía cómo lidiar, así que las lágrimas solo fluían. Su temperatura era tan alta que quemaba mi rostro, no obstante, ni así, me era posible detenerlas.
¿Por qué me sentía así?
Yo conocía mejor que nadie las condiciones de aquel matrimonio, no había interés por ninguna de las partes, no había nada que nos liara solo un papel, as cómo, un compromiso de p**o, tanto, como la promesa de un techo donde pasar la noche.
Llegué a casa abatida, cansada, quería tirar ese panquecito, pero ¿Por qué? No tenía por qué pensar eso, ¿Por qué tenía que estar molesta? ¿Qué me sucedía? Limpié mis lágrimas mientras veía aquel panquecito en mi mano y lo coloqué en la mesa del comedor, con una pequeña nota que decía “Feliz cumpleaños”.
Limpié mis lágrimas con las muñecas de mis manos.
¡Andrea, no tienes por qué llorar!
“Él tiene todo el derecho de pasarla con quien quisiera, ¿Acaso creías que la pasaría contigo cuando su posición, estatus y rubro es para estar con otras personas, en otro lugar, no en una ridícula sala de cine”
Me reprendía, quería intentar encontrar algo que justificara este dolor que tenía encerrado en mi pecho.
“Tu sabías muy bien”
Pero… él … por qué con ella.
Dios hasta la respuesta era tonta, sabía la respuesta, aunque me negaba a querer tenerla en mi cabeza, él era un hombre atractivo, visionario que no necesitaba más problemas con la típica mujer invisible. Andrea, recuerda que él no te debe nada, aunque hay una cláusula que decía que ninguno de los dos podía salir con nadie, con… nadie.
Comencé a llorar nuevamente.
Él podía salir con quien quisiera, con quien … quisiera.
¿Por qué demonios me siento así?
Comencé a bañarme, a pesar de que el agua estaba helada no la sentía, este sentimiento que tenía atorado en mí era tan pesado, tan doloroso.
¿Qué sucede?
Esa pregunta la repetía, una y otra vez en mi cabeza para asimilar lo que pasaba, no por mi mente, por mi corazón. Dios, esa imposible que él me interesara, casi no nos conocíamos, casi no coincidíamos, casi no …
Sus labios tomando los míos.
La suavidad de sus labios.
La mágica sensación de calidez que irradiaban sus manos sobre mi rostro, sus ojos reflejando mi rostro, sus labios rozando los míos, deteniendo el mundo, deteniendo el pasado, el futuro, deteniendo el tiempo, solo fue un momento, un respiro, un solo latido, sentía que, en aquel momento, había mucho más de lo que se veía.
Había mucho más… Yo así lo sentía, así lo creía, así… lo veía.
Estaba sobre pensando de más, él lo hizo por impulso. Había sido solo un beso, uno que él había dado a varias mujeres, pero él único que yo… que mis labios habían recibido.
Dios.
Me estaba enamorando de él.
Me había enamorado de un sueño, de un hombre que creía perfecto, de un hombre que era el mejor partido de todos, me había enamorado de la única persona a la que no podía tener, a la única que jamás me vería como a las demás, me había enamorado de un paisaje en calma, me había enamorado de mi marido, el hombre que cualquier mujer desearía tener a su lado, en su alma, en su cama.
Andrea, no puede ser él.
Mis lágrimas eran diferentes, pero las mismas que derramaba antes, aquellas que me hacían sentir miserable, aquellas que me hacían ver que no todos podíamos ser los favoritos de Dios.
¿Qué diablos dices?
¡Ya basta!
Mejor…
Mejor, descansa, Andrea, no eres nadie para él, deja de llorar por quien jamás te va a ver, deja de llorar por quien no te va a pertenecer, solo concéntrate en regresar a tu abuelo un poco de lo mucho que él hizo por ti, por que solo el merece que tus lágrimas sean de esfuerzo, él merece mis desvelos, no una fantasía adolescente de amor.
Sabía bien, que si lo analizaba bien, el amor era una sensación que no existía, era una emoción que dolía, que lastimaba y que podía crearte una tormenta donde incluso ya había ruinas.
La noche paso lento, entre mis reflexiones, conjeturas, dolor, pena; sentía que era la única manera de poder controlar mi mente, quitando todo aquello de mi caótica cabeza.
Sabía que no podría sacarlo de mi mente, lo sabía muy bien, pero al menos tenía que idealizarme con la realidad.
Él no pasó la noche en casa, no regresó, porque el panquecito seguía en el mismo lugar en que lo había dejado por la mañana, pero bueno, no me correspondía tirarlo.
No obstante, lo haría cuando regresara del trabajo.
Mi rutina se convirtió en el mismo martirio cotidiano de días anteriores, solo que ligeramente más complicada por que ambos encargados de los restaurantes donde trabajaba comenzaron a cobrar aquellos tiempos que me había solicitado para salir antes o simplemente, para no llegar. Así que terminaba más cansada de lo habitual.
Llegaba a casa en ocasiones sin ganas de ya no dar un paso más. Me sentía demasiado agotada.
Pero la vida sigue, así que, había que continuarla lo mejor posible, con una sonrisa, con la esperanza de que las cosas comenzarían a cambiar.
-Andrea, espérame, te voy a acompañar a la parada – dijo
-no creo que sea apropiado-
-¿qué no es apropiado? Apropiado es acompañarte. Eres mujer, una mujer caminando sola a estas horas, no es correcto, si algo se malentiende y te sucede algo, mi consciencia no va a estar tranquila –
-Gracias, pero tampoco … -
-Andrea, deberías de descansar un poco, ten – me dijo mientras sacaba un recipiente de su mochila – ábrelo – me dijo.
Era una rebanada de pay con fresas.
Extendiéndome así una cuchara de plástico.
-Adelante, o si gustas, puedes comerlo en casa –
-No puedo aceptarlo… yo…-
-Andrea, solo es una rebanada de pay, escuché que no has descansado esta última semana anterior, así que algo de dulzura a la vida, no te hará nada mal-
-Gracias- le articulé
-No es para nada, estoy haciendo pruebas para la cocina, mañana me dices que tal está- me decía con una sonrisa radiante, de esas que contagían alegría. A veces envidiaba a ese tipo de personas que podían regalar una sonrisa tan increíble y cálida para contagiar, yo sentía que en ocasiones les borraba las sonrisas.
-Tenlo por seguro-
-Se que es meterme en donde no me importa, pero si necesitas ayuda, aquí estoy yo, no tienes que estar cargando con todo tu sola – Una punzada de dolor creció en mi interior, era una sensación de dolor, el acordarme de todo lo que sucedía a mi alrededor, de mi realidad, ese peso – No se por qué estes pasando, pero trabajar tan arduamente sin descanso, no es bueno, no lo hagas así, si la situación en casa te es difícil, de verdad, yo te puedo …-
-Estoy bien, no te preocupes, no pasa nada, las fechas nos… atarean a todos – Contesté hábilmente, mientras intentaba calmar mis emociones, necesitaba ser más fría o tal vez más cálida para ocultar la situación por la que estaba pasando. Debía de ser más inteligente.
Aunque lo cierto era que estás dos últimas semanas había trabajado sin descanso alguno, al grado que ya no sabía ni si quiera que día de la semana era.
Estos últimos días por las fechas próximas decembrina estábamos increíblemente atareados al grado en que no había descanso en ninguno de los dos lugares donde trabajaba. Me sentía incómoda porque no había tenido la oportunidad de ir a visitar a mi abuelo, no obstante, intentaba llamarle durante la mañana, aunque los medicamentos lo seguían manteniendo en un estado adormilado la gran parte del tiempo, quería solicitar a un especialista nuevo, que me diera una segunda opinión pero aún no podía juntar lo necesario, ya que solamente había intentado regularizarme con los pagos del asilo.
-¿Andrea?-
Dios, a veces sentía que realmente no era una de sus favoritas, pero me daba cuenta que aunque las circunstancias fueras terribles, me daba la oportunidad de mantenerme sana para seguir adelante, que eso era algo que agradecería enormemente, así como, tener un techo donde pasar la noche.
-¿Andrea? – una mano tomó mi rostros sacándome absurdamente de mis pensamientos enfrascándome en una visión vaga de unos profundos ojos verdes, me alejé instantáneamente, espantada por aquel acto.
-Perdón, no quise incomodarte, pero tu transporte está ahí adelante y no prestabas atención – Me dijo, acción que me hizo girarme rápidamente, ahí estaba el transporte parado, me giré a verlo.
-Gracias y gracias por la rebanada – le dije y subí a la brevedad.
Subí rápidamente al auto y comencé a comer unas rebanadas de aquel pay, tenía que llegar a casa para seguir con mis actividades, así que, necesitaba algo realmente dulce para regresar a la vida, para regresar a mis pensamientos positivos, para no dejarme caer.
Trabajo es trabajo, responsabilidad sigue siendo responsabilidad.
Todo va a salir bien.
Me lo repetía, una y otra vez.
Se que todo va a estar bien.