Feliz Cumpleaños Leonardo

1537 Words
ANDREA -Leonardo, ¿Si pasarás la noche conmigo? – Pregunté, tenía una idea del detalle que le iba a dar, un pequeño panquecito decorado con una tarjetita que dijera “Feliz cumpleaños”, así que, no lo felicitaría hasta que llegara la noche y nos encontráramos en la entrada del cine, así lo podría sorprender, para que viera que si lo recordaba. Pero en aquel momento el rostro de él refleja un aire de… ¿Sorpresa? Pero ¿Por qué? Si solo le cuestioné si, pasaría la noche conmigo… ¡Dios! Qué propuesta tan indecorosa. Sentí que mis mejillas se acaloraban, creo incluso que él se dio cuenta de mi error en mis palabras. -Disculpa, no quise insinuar nada, Dios que vergüenza, me refiero, a ¿qué si vas a poder acompañarme al cine el día de hoy? – Dije yo mientras no podía ocultar mis acaloradas mejillas. Él suavizó su mirada, asintiendo leventemente, le dije el horario y que lo vería en el cine. Me sentía emocionada, al grado que no dejaba de sonreír naturalmente ante os comensales, digo, siempre lo hacía, pero aquella mañana era simplemente por felicidad, auténtica felicidad. Cada que pensaba en él sentía que mis mejillas ardían y sonreía. Vaya, jamás me había sentido así, era sumamente, increíble y raro tener esta sensación en mí. -Vaya, la pequeña Andrea se encuentra … mmm… ¿Enamorada tal vez? –dijo una de mis compañeras con la que en ocasiones podía almorzar en algunos descansos cuando no había tantos clientes a los que atender, negué a la brevedad. – Vamos Andy, jamás te había visto tan radiante- Volví a negar con un movimiento rápido de mi cabeza. -Andrea, creo que ni tu misma te puedes reconocer, pero esa mirada, esa sonrisa que destella a kilómetros, ya dime, ¿Quién es? – -No, de verdad, no hay nadie- me apresuré. No quería levantar alguna idea equivocada, además hasta yo misma sabía perfectamente lo que era o no posible. -Anda, sigue mintiéndote a ti misma, pero…- fue a su bolso, sacó un espejo y lo colocó delante de mi – Te ves increíble y esa sonrisa solo es por un hombre- Cuando me vi al espejo… fue…raro. Me veía reflejada, pero mis ojos tenían más brillo, mi sonrisa estaba radiante, así como mis mejillas habían tomado un color carmesí que resaltaba unos pómulos marcados por la palidez que había comenzado a desarrollar por la falta de vitamina D, o dicho de mejor forma, del sol. No obstante, me gustaba mi reflejo. Dios. Le regresé su espejo y regresé a terminar mi horario, ya no quería fantasear con la idea de que algo se podría formar entre él y yo, entre mi marido y yo, era curioso decir que era mío por la ley, pero a la vez no serlo. Su beso. Tan solo había sido una vez Pero mi mundo se había paralizado, se había congelado en tan solo un momento, un espacio, un fragmento. Jamás había sentido aquello, que instantáneamente comencé a acariciar mis labios. ¡Andrea! ¡Andrea! -¡Andrea, ya deja de fantasear y ponte a atender las mesas! – Dijo una voz desde atrás de mí, sacándome de mis pensamientos, regresándome a la realidad de la cotidianidad de mi vida. Habían contratado a un nuevo encargado para los meseros, pero a veces creía que el tacto le faltaba, por que comenzaba a hacer más tediosa mi rutina, pese a que me esforzaba día con día, con él al mando, sentía en ocasiones, que era poco menos que mediocre. En fin, trabajo, era trabajo y no podía darme el lujo de despreciarlo. Las propinas fueron buenas aquel día. Agradecía que estaba en un restaurante cuyo chef deleitaba a quienes visitaban aquel local por que nos saturaba de trabajo. -¡retírate!- espetó el responsable de los meseros. Esa actitud tan reacia y prepotente era la que en ocasiones me desesperaba, sentía que nos trataba con poco menos que respeto. Quería pasar a la cocina por un encargo que le había pedido al chef unos dos días atrás. -Señor, solo voy a pasar por…- -Que te largues, ya saliste, pero si quieres seguir aquí, entonces ponte el mandil y ponte a atender mesas- Respiré tan profundamente como podía, que necesitara el trabajo no significaba que podía tratarnos así… -¿Sucede algo?- salió el chef de la cocina con mi encargo en manos. -No señor, solo que hay gente que quiere irrumpir la cocina- -Por qué no va a adelante y ver si todo está bien, Andrea solo venía por el encargo que le pedí entregar, ¿Hay inconveniente con eso? - dijo el Chef tranquilo y educado como solo él podía hacerlo. El encargado solo me dio un vistazo completamente molesto, retirándose así del lugar. El chef se giró a verme, era un señor maduro, se sonrió. -Gracias señor – -No dejes que nadie te intimide, ¡jamás! ¿De acuerdo? – Me decía, mientras yo asentía rápidamente, me entregó mi panquecito grande adornado maravillosamente, esperaba que no rebasara el precio que había visto en el mostrador. -¿Cuánto le debo Chef? – -Déjalo así por esta ocasión, disfrútalo- me guiñó el ojo y se retiró. -Gracias – alcancé a decirle, mientras que él levantaba su mano dando por completo la espalda, regresando a su cocina. Salí corriendo de ahí en dirección al cine. Estaba tan ansiosa. Tan emocionada, que mientras esperaba el autobús mi corazón comenzó a latir con tal rapidez que sentía me daría una taquicardia o tal vez… Deja de ponerte paranoica Andrea. El clima realmente era agradable, era perfecto para una cita con mi marido. ¡Hey para ahí! No es una cita. Solo es una forma de festejar su cumpleaños. Solo es una forma de darle algo que el pudiera disfrutar. Solo es una forma de… ¡Andrea! El beso. Ese beso fue tan perfecto, tan increíblemente maravilloso. Mis mejillas se sentían calientes, mi sonrisa fue evidente, sonreía como una tonta ante el reflejo del vidrio del autobús. ¡Ay Andrea! ¿Qué te está pasando? Acaso… ¿Estaré … enamorada? No, eso no. No había tiempo para eso. Solo era un acuerdo. Por favor, jamás se fijaría en alguien como tú, comparado con las modelos con las que comparte su trabajo. Por favor, deja de actuar como una esposa insegura, que, aunque seas ante la ley su esposa, no hay un lazo sentimental que nos una. Así que deja de hacerte ideas que no se van a convertir en algo real. Trataba de mantenerme al margen de mis pensamientos, pero esa extraña alegría continuaba acompañándome durante el trayecto. Hice la fila para los boletos, tenía que tenerlos a tiempo antes de que él llegara, no quería impacientarlo por que cabía la posibilidad, o la gran posibilidad de que él me veía como un intruso en su vida, así que mientras menos de su tiempo tomara sería más cómodo para él. El tiempo corría. Tic tac Tic tac Estaba ansiosa por verlo, faltaban pocos minutos para la hora acordada, mi corazón latía desbocado, mientras que mi respiración se hacía cada vez más profunda, haciendo de mis ojos pequeños cristales de emoción. Dios me sentía… no sabría ni como describirlo. Era la primera vez que me sentía de esta forma. ¿Acaso esto era la sensación que traía cuando tienes pareja? ¡Basta Andrea! ¿Otra vez a lo mismo? Esa vocecita en mi cabeza me recordaba constantemente la realidad, pero la otra parte de mí, no quería soltar ese pequeño rayo de esperanza. La hora llegó. Sabía que era puntual, comencé a buscarlo con la mirada por si lo lograba localizar, pero no lo veía, probablemente se perdia entre la cantidad de gente que caminaba por aquel lugar, así que, nuevamente lo busqué. Pero seguía sin encontrarlo. Tal vez no había encontrado estacionamiento. Si, eso debía de ser. Pasaron cinco minutos. Luego diez Pero aun no había rastro de él. No seas paranoica Andrea, él va a venir, te lo afirmó, solo tuvo un contratiempo. Veinte minutos Media hora. Cuarenta minutos. Se que no debe de tardar en llegar. Va a llegar. Pero algo en mi interior, sabía que ya no lo haría. Le marqué a su teléfono, pero mandaba directo al buzón. Una hora. Ya había pasado la hora de inicio de la función, pero no quería entrar, no sin él. Media hora más. -¿Ya viste esa mujer que no es Sophie, la modelo? – Escuché los murmullos de dos mujeres que rondaban mi edad. -¿La del café?- -Si, la que iba acompañado de ese hombre alto y guapo- dijeron pasando de largo y desapareciendo entre la multitud. Me giré hacía aquella dirección, caminé din saber a donde iba, cuando vi un café de lujo abarrotado de personal en su entrada, me acerqué curiosa cuando lo alcancé a divisar a lo lejos. Es su cumpleaños, lo merece, no podía reclamar, no podía decir nada, solo, dejarlo disfrutar y desearle ser feliz, aunque por alguna extraña razón la sensación de abandono se apoderó de mí. Respiré profundo. Ya no tenía caso esperarlo más. Él sonreía. Él se divertía. Feliz cumpleaños Leonardo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD