ANDREA
Amaba sentir en mi nariz el olor de la tierra mojada cuando llovía ligeramente por la mañana, era uno de los pequeños placeres que podía disfrutar, que merecía disfrutar.
Tenía un trabajo decente, se podría decir que así era, no obstante, no era lo suficiente para lo que necesitaba, mientras que el trabajo que me dejaba un poco más remuneración y aprendizaje había pasado a solo quedar en el pasado. Por unos pocos momentos me decepcionaba, pero la realidad era que, aunque por más desesperada que me sintiera no iba poder llegar a ningún lado si me desanimaba, tenía que aprender a no aprisionar mis emociones cuando me era imposible poder controlar situaciones que ya no estaban en mis manos.
Había pasado un par de días caminando por los a los rededores de mi trabajo actual, buscando opciones laborales. Quise intentar por lugares que requerían algún tipo de fotógrafo, pero nadie estaba disponible para contratarme, así que, me alejé de esa idea, puesto que tenía que dar prioridad a lo que realmente importaba, conseguir un trabajo no importando de qué. Así que al tercer día después de mi trabajo entré a una cafetería pequeña; su aroma era increíble, y ver las filas largas para entrar llamó mi atención.
Me dirigí hacia parte trasera del lugar, por el acceso de empleados, e insistí hablar con el encargado, le dije mi experiencia, me dijo que no necesitaba empleados, así que, decepcionada me alejé del lugar, cuando iba dando la vuelta del lugar, uno de los empleados del lugar me detuvo, pidiéndome regresar.
Fue grato saber que me estaban contratando, así que aquella tarde comencé, lamentablemente el horario sería más prolongado, saldría entre las diez y once de la noche, trabajando los sábados.
Era tal vez un poco más pesado, pero la paga era ligeramente mejor que en el lugar donde laboraba por las mañanas. Así que, podría decirse que medio podía sostener mis gastos anteriores, tenía que laborar más tiempo. Podría decirse que esa primera semana fue… laboralmente muy energético.
Con las propinas que me tocaban, logré pagar una pequeña parte de mi adeudo, lo que fue de ayuda, tenía que admitir que no tenía oportunidad para más gastos que no fueran los realmente importantes y sobre ello se distribuía todo lo demás.
Así que las pequeñas oportunidades de apreciar la vida las aprovechaba intensamente, una pequeña brisa, un cálido filtro de sol, la lluvia, los colores de los jardines, la sonrisa de las personas, todo era un momento perfecto para incentivarme a seguir.
Todo lo pequeño contaba.
Las pláticas con Leonardo se complicaron cada vez más, desde aquella ocasión, era como si mi presencia le fuera aún más intolerable, su mirada era fría, más de lo que deseaba, aún así, le seguía atendiendo lo mejor que pudiera, la casa iba muy lenta en cuando a mantenimiento se trataba, tenía pequeñas filtraciones de humedad en mi habitación, pero no podía permitirme arreglarlo y no quería molestarlo a él con tal pequeñez, sabía que ahorita el tenía toda su mente en su negocio, no quería ser yo quien no le permitía progresar.
Mis respiraciones cada vez se hacían pronunciadas, sabía que era parte del agotamiento, pero no sucedía nada, las cosas poco a poco cambiarían, confiaba que la vida me permitiría crecer en otra parte, solo tenía que seguir adelante.
Confiaba arduamente que Dios no podía soltarme.
-¿estás saliendo con alguien?- me preguntó cuando iba entrando a la casa, el autobús que tomaba de regreso se había retrasado, lo que me perjudicaba en mis tiempos, así que había llegado más tarde de lo normal.
Yo solo giré mi cabeza negativamente de un lado a otro, mostrándole mi mejor sonrisa.
-¿Quisieras cenar?- Le pregunté esperando una respuesta negativa, me sentía tan cansada que lo más que deseaba era un baño caliente y una cama donde postrar mi cuerpo, había sido un día muy ajetreado, con mucho trabajo que no tuve oportunidad de poder sentarme.
-No tolero las mentiras!-
-Tenemos un contrato, no te preocupes, lo puedo cumplir, descuida, solo que el autobús se retrasó, así que no … -
-¿Qué?-
-Esa es la edición de tu empresa- le pregunté al ver que en sus manos traía una revista con el nombre de la empresa que él me había platicado con tanto ahínco. -¿puedo?- Me sentía extasiada, brevemente me regresó la poca energía que sentía ya no tenía. Él asintió, extendiéndome así la revista, donde me senté en aquel sillón viejo, donde mantenía algunos huecos ya marcados por el uso de años.
La revista era fantástica, los colores, la tipografía, no era experta en diseño gráfico, pero estaba todo equilibrado, mejor aún, la calidad de sus fotos.
Era increíble.
Esperaba algún día poder llegar a ser partícipe de algunas revistas así, era fascinante. Cuidaron tanto los detalles.
-Felicidades, has hecho un trabajo estupendo- le dije con sinceridad -¿Cuándo sale…?-
-Ya comenzó a moverse la publicidad- dijo él sin el mayor interés.
-Pues hay que festejar, ¿Te gustaría algo para cenar? O ¿Quieres dejarlo para mañana? O si te incomoda…-
-¿festejar contigo?- me dijo… mi animo se disipó tanto como inició.
-Bueno… no, si gustas puedo hacer un pequeño pastel para que lleves mañana a tu oficina y puedas festejar, esto es un éxito que tiene que … - mi voz se quebraba – se tiene festejar, no… no todos los días se logra una meta- le dije intentando controlar cada pieza emocional de mi cabeza y cuerpo.
-Piénsalo y me dices, voy a bañarme – le dije y le devolví su revista, mientras me levantaba del asiento, mantuve mi mirada erguida cuando me encontré delante de él - ¿Puedo… ¿Puedo darte un abrazo? – Él me observó, no podía deducir que cruzaba por su mente, pero tampoco quería incomodarlo … así que solo tomé su mano y la estreché cordialmente. - ¡felicidades, por más éxitos! – le dije para soltarlo y dirigirme así a mi habitación.
-Voy a salir de la ciudad, así que, no te preocupes- dijo y seguí mi camino.
Aquella noche llore en discreción bajo la regadera.
¡qué tonta! ¿Cómo se me ocurre?
“eres una tonta” me repetía constantemente.
Cuando salí, la puerta de su habitación estaba cerrada, así que, me dirigí a mi habitación y me sumí en un profundo sueño, hasta que
sonó la alarma.
Me levanté, no escuchaba ruido alguno, así que era evidente que o ya se había ido, o simplemente seguía dormido. Sinceramente, creía que era la primera opción, al final, él tenía un negocio que debía de acrecentar. Preparé un desayuno ligero para posteriormente irme a tomar el autobús.
Me dolían mis piernas, pero no podía desperdiciar aquel domingo, tenía que ir a ver a mi abuelo.
Mientras caminaba sentía que mis ojos dormitaban, así que me sacudí la cara ligeramente, tenía que lucir discretamente bien para que mi abuelo no se preocupara, no obstante, era yo la que estaba preocupada.
La enfermera que atendía a mi abuelo me informó que se le habían cambiado los medicamentos por orden del médico, lo que hacían que durmiera más del tiempo necesario, ya que eran los efectos secundarios del mismo, aunque el verlo en su habitación postrado en su cama con los ojos cerrado no era exactamente el escenario que deseaba ver.
Su rostro se le veía agotado, dudaba si tomarlo de sus manos o dejarlo descansar. Así que solo me senté a su lado, pegada a la cortina que separaba su área de la de él otro señor con el que también compartía su habitación.
Me sentía miserable.
Lo único que pude hacer fue comenzar a hablar con él, a platicarle mi semana, sobre los clientes. Sobre el clima, los paisajes que recorría diariamente, pero sobre todo, le dije que Leonardo había por fin dado un paso muy importante en su camino al éxito.
-Señorita Welshman, ¿Podemos hablar? – me dijo una de las enfermeras que entró al lugar, a lo que asentí y la seguí al pasillo, no sin antes despedirme de mi abuelo.
-Debido a los cambios de medicamentos en su abuelo, hay un nuevo balance en su estado de cuenta, así como un marcado atraso que de no cubrirse…- me decía mientras me entregaba el estado de cuenta.
Era algo… exorbitante para mí con un sueldo de mesera.
-Entiendo – le dije.
Pagué solo lo que traía para mi semana de gastos, ya no traía más. ¿Cómo le haría? Algo se me ocurriría para salir adelante.
Mientas salía del área de finanzas escuché a una de las enfermeras decir sobre el clima en el exterior, sabía que había amanecido levemente nublado, pero me tomaba desprevenida que el clima amenazara aquel bonito día.
Salí de aquel lugar y me dispuse a caminar hacia la parada del autobús. No era una distancia cercana a la ruta de venida, la otra era más lejana, me sentía agotada físicamente, din embargo, tenía que mantener mi mente despejada para buscar la manera más práctica para poder atender las necesidades de mi abuelo.
A veces sentía que mi mente se estaba bloqueando muy seguido, sin embargo, sabía que eso solo se debía a la presión por la que estaba pasando. Así que respiré tan profundo como pude para controlar mi estado de ánimo, necesitaba pensar en soluciones no en ponerme a llorar, por más estrés que tuviera.
-¿¡Andrea?!- escuché lejanamente, pero dudaba que alguien fuera capaz de hablarme, no tenía amistades cercanas, ni mucho menos socializaba en mis trabajos, solo me dedicaba a trabajar.
No quería girarme a buscar al dueño de esa voz, por que sabía perfectamente que no era yo. Me encontraba en una calle céntrica con mucha gente entre sus calles, esa obvio que no era para mí.
-¡Andrea!- la voz se escuchó más fuerte, así que me giré para buscar al dueño de la voz.
Era él.