¿Quieres una nieve?

1245 Words
ANDREA Leonardo Mis pensamientos se congelaron momentáneamente, sacándome de inmediato de todo por lo que estaba pasando. ¿Qué hacía él aquí? Pensé que saldría de la ciudad. ¡maldita sea mi corazón! Tal vez era por la impresión o por la forma en la escuché que pronunció mi nombre. O simplemente, era porque tenía una necesidad demencial de sentirme importante para alguien que estaba malinterpretando todo. ¡Dios! ¿Qué sucedía conmigo? Verlo delante de mí vestido con un traje azul marino a la medida, se veía tan espectacular, con ese porte elegante que había visto cuando nos habíamos conocido en la universidad. Mi corazón comenzó a latir tan deprisa que por unos instantes creí que se saldría de mi cavidad toráxica. Realmente era un hombre sumamente atractivo. No puedo creer que esté casada con él. Es realmente muy guapo. “¡Basta Andrea!” Él se me comienza a acercar entre la multitud y mi palpitar me comienza a volver… rara, discrepante. ¡Dios! Convivo con él a diario, por qué tengo que actuar como una adolescente desmedida. Tal vez sea, por que ni si quiera en esa etapa llegué a sentir algo similar por alguien. Le sonreí a medias, no quería verme como una tonta, ya era bizarra la forma en la cual me sentía en estos momento. -¿A dónde vas?- me preguntó tan común como cualquier día habitual. Era extremadamente imponente. Solo Dios sabe la envidia que yo sola me provocaba, poder tenerlo cada noche en casa, me era imposible de poderlo creer. -¿Andrea?- dijo haciendo que despertara de mi trance -¿Quieres una nieve?- “¿¡Qué acababa de decir?, ¡Dios eres una tonta!” Me reprendía. Pero es que no cabía como decirle, tenía tantas cosas dando me vueltas en la cabeza, que, si se le ocurriera hacerle plática y me preguntaba sobre mi abuelo, no quería mencionar su inestabilidad por los medicamentos, no quería decirle nada. Hablar demás era peligroso. Sé que él debía de pensar exactamente lo mismo que yo, que mi estabilidad emocional no estaba de la mejor manera o posiblemente que estaba mal de la cabeza por contestar cosas que no eran ni las adecuadas a la pregunta realizada. A veces me aborrecía por las locuras que de mi boca salían. Por sus ojos profundos fijos en mí, intuía que quería saber que se cruzaba por mi cabeza, pero la realidad es que no necesitaba más lástima de la que a veces por mi ya sentía. -Yo invito- le dije para intentar cortar el silencio que podía llegar a incomodar - Conozco unas nieves que realmente están increíbles a unos metros de aquí- le volví a decir. Pero sus ojos solo buscaban analizarme, comprender lo que estaba pasando. O eso creía. Lo cierto era que no estaba seguro que el señor del parque tuviera nieves increíble, pero era necesario anular todo esto, sin embargo… Él no contestaba nada, hasta que escuché que alguien lo llamó por su nombre, era una joven, una alta, bien vestida, atractiva, a pesar de no ser voluptuosa, era muy guapa, de bello cabello castaño y blanca piel, probablemente era alguna de las modelos de las revistas. ¡vaya situación! Él no contestaba nada, hasta que escuché que alguien lo llamó por su nombre, era una joven, una alta, bien vestida, atractiva, a pesar de no ser voluptuosa, era muy guapa, probablemente era alguna de las modelos de las revistas. Mi decepción se formó en mi cabeza, reprimiendo mi pecho, haciéndolo intolerable para respirar, difícil, pero la realidad era más complicado que la fantasía, que viviera conmigo no significaba que existiera un lazo entre ambos. Era una tonta, por creer que en él podría enamorarse de una mujer tan simple como yo, no es que menos preciara, pero tenía que admitir que últimamente mi cuerpo había comenzado a exteriorizar las desveladas, las ojeras marcadas y sumidas, mi rostro delgado y escaso maquillaje. Realmente no era una mujer muy atractiva. -Descuida, creo que será en otra ocasión, que tengas buen viaje, nos vemos después en casa- Y me giré, había dado dos pasos cuando me detuvo, tomándome de mi antebrazo, haciendo que mis latidos se incrementaran. “¿Qué me estaba sucediendo?” El toque de su manos sobre mi antebrazo hacia una mezcla de emociones difíciles de describir, era como si se intensificaran con cada día que pasaba a su lado, pese a que nuestra convivencia era muy respetuosa del espacio, en este momento, era… Era como si el se preocupara por mi. ¡Bah! Eso es imposible “Recuerda que un día antes te dijo que por qué festejaría contigo y ahora … olvidas simplemente esa acción” Pero al verdad era, que aunque esos mensajes llegaran a mi mente, mi cuerpo se derretía con su contacto, con su mirada. Con él era como si despareciera la cordura misma. ¡basta! Él estaba acompañado… por favor, no te hagas ilusiones donde no las hay. Eran demasiadas contradicciones y pensamientos en mi cabeza. -¿A dónde te diriges? – -Voy para la casa, así que no te preocupes. – le dije, le dediqué una media sonrisa y me solté de su brazo. Continue caminando rumbo a la parada. Cuando comencé a sentir algunas gotas ligeras de agua cayendo sobre mi rostro. Tenía que apresurarme a llegar a la parada. -¿Qué tal lejos se encuentra?- dijo una voz que erizó cada centímetro de mi piel; el embriagante olor de su colonia era una alarma para todos mis sentidos. ¡basta Andrea! El comenzó a caminar, pero yo me detuve. -Leonardo- -Yo no sé dónde es, así que por favor…- -Leonardo, no quiero ocasionarte problemas- -¿Con? Eres mi esposa, ¿no?- -Bueno… si, pero…- -No le veo el inconveniente entonces- -de acuerdo- le dije, mientras le sonreía a medias. Y de un segundo a otro, un pequeño rayo de esperanza se formaba en mi cabeza. Que bonito era escuchar que decía “eres mi esposa” aunque solo fuera una palabra nada más, un adorno que no se podía mostrar, ni decir, más que entre nosotros. En la obscuridad de una vivienda. Comenzamos a platicar uno a lado del otro, sin tocarnos si quiera la mano, pero la sensación de calidez que él provocaba al caminar a lado mío me reconfortaba, creo que en muchas ocasiones me sentía sola, que aquella sensación me hacía sentir… tranquila. Ya no quería pensar en nada, solo quería disfrutar de su compañía. Él no hablaba mucho, solo hacía comentarios cortos o algunos monosílabos, probablemente, debía de creer que era una persona sin mesura para las conversaciones, pero la realidad era, que, si el indagaba en la verdad, me desarmaría terriblemente, no quería enredarme las consecuencias de mis acciones, porque, aunque las aceptaría, no estaba preparada para ver el odio en sus ojos, después de todo, nadie tiene derecho a sentir tal emoción, era desgastante. -¿pensé que irías a ver a tu abuelo?- dijo, sacando por completo uno de los temas más complicados para mi. -Si… si fui – alcancé a articular, cuando la lluvia se dejó venir ligeramente más fuerte, haciendo imposible el caminar despacio. ¡Gracias Dios! La lluvia… Era tan… agradable. Su compañía era la más perfecta en un momento como este, donde a veces, no sabía como dar más, donde a veces solo… solo deseaba ocultar mi impotencia… mi dolor.
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