En mucho tiempo

2141 Words
ESTEFANÍA Los invitados se estaban concentrando en el centro de la fiesta. Joshua y yo estábamos prácticamente solos. Tenía mi brazo agarrado con fuerza como si fuera una garrapata a la piel. No tenía intenciones de dejarme ir, y yo estaba con el alma en un hilo por no saber lo que había escuchado. — Responde Estefanía, ¿quié era ese hombre? —tensó la mandíbula mostrando su dentadura perfecta. Me quedé pasmada, viéndolo fijo a los ojos, y sin poder responder. — Nadie. —Le respondí sacudiendo mi brazo con brusquedad para soltarme de su agarre. Vi de reojo que mi amigo Josué estaba detrás de Joshua dispuesto a intervenir. Le pedí con la mirada que no lo hiciera. — ¿Nadie? ¿De verdad me crees estúpido como para no ver que te estaba agarrando la mano? —intentó tomarme de nuevo del brazo, pero retrocedí un paso. Sabía que no podía montar un número estando en público.— ¿No te bastó con hacerlo una vez? — Nunca he negado mi error. —Se me estaban atorando las palabras en la garganta.— Nunca te he negado mi infidelidad, y solo fue una vez. —Me mordí la lengua para no llorar. Nunca fue mi intención lastimarlo de esa manera.— Sé que tuve la culpa y... —me tuve que morder la lengua para no llorar.— Me arrepiento tanto de ese día... fue mi culpa. Agaché la cabeza. Cerré los ojos con fuerza intentando tranquilizarme. — ¿Por qué lo hiciste? —Cerró los ojos en un esfuerzo por contenerse. Me quedé callada sin decir nada. No sabía qué responder a su pregunta, porque no sabía qué era lo mejor en ese momento. — ¿Lo estás haciendo de nuevo? ¿Con él? —Me miró fijo a los ojos.— Responde maldita sea Estefanía.— Me mostró los dientes tensando su mandíbula. Me sentía impotente, pero al final de cuentas exploté. — ¡Yo no he hecho nada!—Se me salió un grito. Respiré profundo porque no quería llamar la atención.— Fue una simple plática porque estaba sola porque te vi...—Me quedé callada un momento, pensando si era buena idea decirlo, al final decidí hacerlo, pues él me estaba cuestionando cuando estaba en la misma situación. Alcé la cara para verlo a los ojos.— ¿De verdad me estás reclamando esto cuando a ti te vi abrazando a otra? Se quedó helado. Lo había tomado por sorpresa. — No quieras cambiar el tema... —Lo interrumpí. — No quieras reclamarme de algo que no he hecho. Me reclamas que no pueda hablar con un hombre cuando tú estabas riendo, hablando, y abrazando a otra mujer en plena fiesta. —No me podía quedar callada, estaba vibrando de coraje... y celos maldita sea. Sé que no tenía derecho, pero no podía quedarme callada. Joshua abrió la boca pretendiendo no entender lo que estaba diciendo. — ¿Qué estás diciendo? —Que no me jodiera. Ambos estábamos luchando por no gritar y no pelear. Había demasiada gente, y lo que menos quería es que el doctor Montes de Oca se llevara una mala imagen de mí, si es que en algún lugar me estaba viendo. Lo empujé a un lado dispuesta a irme de su compañía. Al menos no había escuchado la oferta de mis prácticas profesionales. Mi sueño estaba a salvo. — Que te vi con esa rubia. —Me paré en seco dando media vuelta para verlo.— Cabello recogido, teta**s operadas, y unas nalga**s enormes porque la naturaleza fue generosa con ella. Tragué saliva ante su amargo silencio. Me di media vuelta para continuar con mi camino. Tomé una copa de champagne de una charola que uno de los meseros traía. Quería quitarme el trago amargo que tenía en la boca. — Estefanía, espera. —Joshua me iba pisando los talones. En ningún momento me detuve hasta que me tomó de nuevo del brazo y me arrastró hacia una parte de la fiesta que estaba prácticamente vacía. Esta vez lo hizo con suavidad. Me recargó sobre la pared para verme a los ojos. — Si te refieres a Ángela, está casada. — ¿Te estás metiendo con una casada? Por dios. —Casi grité de la impresión. No podía creer su cinismo. Abrí la boca queriendo rezarle una bola de groserías, pero cerré mi boca a tiempo. — Ángela es una amiga de la infancia que está pasando por problemas de salud. Tiene cáncer de mama. La abracé porque su tratamiento está funcionando y su esposo preparó un viaje para celebrar. La musica en ese lado está alta como para escucharla a simple vista. Me quedé helada. Ahora entendía porqué tenía los pechos operados. Le di un enorme trago a mi copa de champagne. Me sentía mal por la tal Ángela, por haber juzgado mal la situación, pero es que no entendía de qué manera portarme con Joshua. No sabía qué pensar sobre nosotros. — ¿Quién era ese hombre Estefanía? —Se acabo de un trago la copa que tenía en la mano. Se le notaba nervioso por la respuesta. — Era un hombre que me hizo la plática. Me estaba hablando sobre los canapés. Me vine a este lado de la fiesta porque no te quise interrumpir al verte con Ángela. Estaba esperando a su esposa. —Le mentí. No quería que supiera que era doctor y que se enterara de que estaba estudiando medicina de alguna manera. Me aterraba pensar que si se enteraba de mis estudios y mi trabajo por las noches hiciera lo posible para que no continuara. — No porque me veas al lado de un hombre significa que es un amante en potencia. —Le di un trago a mi copa un tanto enojada. — Es difícil confiar de nuevo. Me dolió el pecho. Desconfianza. Lo peor de todo es que lo entendía y me sentía una mierda de persona. Permanecí en silencio. Joshua tomó dos copas más de champagne de otro mesero que estaba pasando con su charola. Me ofreció una y la acepté sin reparar. Nos quedamos en esa esquina contemplando la fiesta. Recargamos nuestras cabezas en la pared y le dimos un trago a nuestra copa. Compartimos el silencio, entre nosotros, de cinco minutos. Los primeros cinco minutos de paz después de dos años. — ¿Por qué sigues conmigo si ya no confías en mí? —Le pregunté con la vista perdida en la fiesta. — Porque es difícil dejar ir lo que alguna vez se quiso con tanta intensidad. —Ninguno de los dos nos volteamos a ver. Solo nos limitamos a terminarnos la media copa que nos quedaba. Me había querido, lo que significaba que... ya no me amaba. Tragué saliva con dificultad. Esta vez fui yo quien tomó dos copas más ofreciéndole una a Joshua. Él la aceptó sin reparar. El silencio hizo que hiciéramos una tregua momentánea. Por primera vez en dos años no estábamos discutiendo, solo nos limitamos a observar a la gente que bailaba, tomaba y reía. — ¿Te acuerdas cuando trabajas en el restaurante e iba por ti? —me preguntó de pronto. Estábamos en paz y no sabía si era debido al alcohol o al simple hecho de que nos habíamos resignado a vivir así. — Sí. Me acuerdo que le pedías su chevy al jardinero para que tus papás no se dieran cuenta de que salías por las noches a recogerme del trabajo. Le dimos un sorbo a nuestra copa. — ¿Qué has hecho en estos dos años? —Me preguntó. No sabía si reír o llorar por la pregunta tan absurda que me estaba haciendo. — ¿Es en serio? —Le pregunté. No nos atrevíamos a vernos el uno al otro. Le dimos un sorbo más a la copa. — No sé qué más puedo preguntar. —Lo vi de reojo encogerse de hombros. Le dio un sorbo a su copa. Suspiré. — Estoy planeando como patearle las nalgas a un brujo malvado que me tiene cautiva en su casa. —Le otro trago a mi copa terminando el champagne. — Creo que ese brujo malvado puede ser que si necesite las patadas en el cul**o. —Se terminó su champagne. Sonreímos por lo bajo. — ¿Crees que el brujo malvado me deje salir después de las santas nalgadas? — Creo que necesita ser exorcizado. Puede que sea un brujo muy estúpido. — Al menos no lo dije yo. —Sonreímos de nuevo. Pasó otro mesero y no dudamos un solo minuto en tomar otra copa más. Ninguno de los dos quería moverse de su lugar. Nos limitamos a escuchar la música de la fiesta. La banda de jazz era muy buena. Tenía ganas de bailar y presumir el vestido que tenía puesto. — ¿Cómo sabías? —Le pregunté. Hasta ese momento fui consciente de lo que traía puesto. Entre el estrés por encontrarme con él y el hecho de que Juventina me estaba reemplazando de nuevo en cuidar a la señora Adela. — ¿Qué cosa? — Lo del vestido. Es un Oscar de la Renta. Es el vestido que Scarlett Johansson llevó al after party en los oscar del 2020. — Tal vez el brujo recordó que estuviste hablando durante días de ese vestido. —El corazón se me estrujó, que él hubiera recordado ese detalle tan vano para darse a la tarea de buscar el vestido, era una de la cosas que recordaba de él.— Era la única manera de asegurarme que te pusieras algo bien para la noche. Me quedé callada. Sentí su mirada en mí, pero decidí mantener mi vista fija en la pista de baile. — Supongo que gracias. El brujo tal vez no hubiera tenido idea de qué comprar. — El brujo no tiene ni put**a idea de las compras de las mujeres, pero ese vestido le queda bien a la cautiva. Sentí alivio de poder hablar con él sin gritarnos por primera vez desde el altar. Cerré los ojos por el temor de no saber qué estaba pasando entre nosotros. Joshua se estaba mostrando un poco el lado por el cuál me enamoré de él. — Creo que esta cautiva va a tomar un poco de aire. —No quería estar más ahí con él. El detalle de recordar el vestido que me había encantado en una plática sin importancia me había movido fibras que no quería que se movieran. — Espera. —Me tomó del brazo de nuevo para evitar que me fuera Nos vimos a los ojos por primera vez a los ojos luego de la plática.— Creo que no nos han fotografiado. Sería bueno bailar para que nos vean juntos antes de dar por terminada la noche. Tragué saliva. — No sé si sea buena idea. —Murmuré. — ¿Por qué no? —me preguntó.— No pienso dejar que los miles de dólares que invertí en tu vestido se queden en el olvido. Sonreí por lo bajo. — Una canción, y damos por terminada mi aparición esta noche. —No quería pasar más tiempo con él. — Hecho. Nos tomamos una copa más de champagne antes de entrar a la pista de baile, como si el alcohol nos dieran la valentía de estar juntos por un momento sin estar peleando. Al ingresar a la pista de baile sentí el contacto de sus dedos sobre mi cintura. Me colocó mis manos rodeando su cuello. Era la primera vez en mucho tiempo que podía percibir el olor de su perfume invadiendo mi nariz. Si así fuera Joshua siempre... sería como volver al pasado. — No estés tensa Estefanía. No te voy a hacer daño. —Me susurró. — Es la primera vez que bailas conmigo después de tanto tiempo. — Y lo sigues haciendo fatal. —Me dijo cuando le pisé unos de sus zapatos. — Bailar es una de mis peores cualidades. — Lo sé, pero otras cosas siempre lo han compensado. — ¿Shots de tequila? —Alce la ceja. — Vamos a destrozar la formalidad de esta fiesta. —Me sonrió con complicidad. Teníamos la costumbre de llegar a la pista de baile con una botella de tequila y empezar a dar shots al azar para que la fiesta fuera un tipo antro. Terminamos bailando y bebiendo de más. Fuimos el alma de la fiesta. Bailé hasta que los pies me dolieron y tuve que quitarme mis zapatillas. Ante los demás éramos el alma de la fiesta, el matrimonio consolidado, la pareja perfecta. El alcohol nos había regalado un momento sobre cómo debía ser nuestra unión, pero no sabía que eso también me llevaría a cambiar mi vida para siempre, esa noche. Algo más estaba por suceder.
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