ESTEFANÍA
— ¿Te tomaste la pastilla del día siguiente? —Me preguntó Josué por quinta ocasión. Me había tocado el turno de la noche para hacer mis prácticas. Por el momento era un turno que me convenía. La señora Adela se había ido a vivir con su hijo a Estados Unidos y me había quedado solo con la universidad.
— Sí, me la tomé. —Estaba viendo el reporte del último paciente. Estaba por ser dado de alta al día siguiente porque su apendicectomía había salido bien.
— Fanny, ¿de verdad te la tomaste? —Josué me vio a los ojos.
— Josué, seré una estúpida al estar enamorada de mi esposo, pero no tanto como para tener un hijo con él. —Cerré el reporte para entregarlo. Eran casi la siete de la mañana y lo único en lo que pensaba era en llegar a mi cama y dormir.
— ¿Qué fue lo que pasó ese día de la fiesta amiga? Por que no creo que hayas caído con él nada más porque sí.
— Se portó como el Joshua divertido de quien me enamoré. Entre el alcohol y la emoción terminé en la cama con él. No quiero hablar de ese infeliz. —Apreté los labios para no gritar. Estaba demasiado dolida con él.— Me trató como a una put**a. —Sentí que mi mirada se humedecía.— Nunca pensé que Joshi me trataría de esa manera alguna vez y... fue mi culpa Josué. No puedo evitar pensar que fue mi culpa por fallarle. —Se me quebró la voz.
Mi amigo me abrazó de inmediato. Clavé mi rostro en su pecho para derramar unas cuántas lágrimas en un lugar seguro.
— No tienes la culpa Fanny. Todos reaccionamos como mejor nos conviene. No tienes la culpa pequeña.
— Es que si yo... no hubiera ido esa noche. Oh Josué, mi matrimonio si habría funcionado, y Joshua no me habría llamado zorra. —El llanto comenzó a brotar de mi garganta.— Me quiero arrancar este amor, pero al mismo tiempo tengo miedo de salir de nuevo al mundo. No quiero que nos descubran.
— A ese chacal mal nacido de Joshua le queda grande el título de esposo. —Escupió las palabras enojado.— Me tienes a mí amiga. Espero que llegue el día en el que la holgazana de su esposa resurja de las cenizas y el se vaya de nalg**as al suelo y se arrastre por la zorra, como te dijo, como gusano de agua puerca.
Me limpié las lágrimas. Josué era como mi hermano. Siempre habíamos estado juntos desde muy pequeños, y desde un principio sabíamos que solo nos tendríamos el uno al otro.
— Vamos, te invito el desayuno antes de llegar a la casa. —Le sonreí.— No quiero comer sola.
— Vamos mi amor, yo te invito un café de starbucks de esos frappés que se escuchan elegantes al pronunciarlos.
Checamos nuestra salida del hospital, y mi amigo me echó el brazo al hombro para ir a la parada de autobús.
— Por cierto, ¿ya pensaste en el vestido de graduación? No siempre nos vamos a graduar de médicos generales.
—Aún estoy en eso.
***
JOSHUA
— ¿Te acostaste con tu esposa? —Me preguntó Adauco que casi se atraganta con un pedazo de huevo con tortilla.
Asentí con la cabeza. Estábamos desayunando en un restaurante que se encontraba cerca de mi oficina. La verdad de las cosas es que me apetecía todo menos ir a trabajar. Estaba con falta de concentración y lo único en lo que podía pensar era en Estefanía y la maldita sensación de su cuerpo clavada en mi alma. Esa mujer me ponía estúpido, y así me sentía con ella por haber caído de nuevo en sus encantos.
— ¿Pero cómo? —mi amigo no daba crédito a lo que había escuchado.
— Alcohol. —Me limité a decir. Tomé mi taza de café para darle un enorme sorbo. Me sentía una mierda, y no sabía si era por haberme acostado con Estefanía y haberla tratado como una put**a, o porque en el fondo, tenía miedo de dar un paso hacia ella y que de nuevo me viera la cara. No podría soportarlo dos veces.
— Madres. —Le dio un trago a su mimosa.— ¿Entonces ya la perdonaste?
Me tallé la cara con ganas de arrancarme lo estúpido que me estaba sintiendo. Dejé el tenedor sobre mi plato porque había perdido el apetito.
— No. Quise hacerlo, pero... —solté aire,— honestamente no sé que hacer con ella. Disfruté hacerle el amor de nuevo, pero me fui de su cama en cuanto desperté huyendo como un cobarde. Lo peor de todo es que me habló por teléfono, y me tomó en mis cinco minutos de no sé qué mierda. La llamé zorra.
— Madres. —Se terminó su mimosa de un solo trago.
— No sé qué hacer. Por un lado me siento decepcionado por ver que no es la mujer de quien me enamoré. Solo holgazanea, me fue infiel, y por otro lado... maldita sea la sigo amando y no soy capaz de dejarla ir porque me aterra no poder verla nunca más.
Hice a un lado por completo mi desayuno. Se me había cerrado el estómago.
— Honestamente prefiero seguir soltero. —Adauco dejó a un lado su plato.— A ver cabr**ón, tienes que aclarar tu estúpida cabeza de una vez por todas. Estefanía no creo que vaya a seguir aguantando tu bipolaridad, podrá ser holgazana y todo lo que quieras, pero haberle dicho zorra no creo que vaya a solucionar las cosas entre tú y ella. Tienes dos opciones, o te arriesgas por ella, le perdonas la infidelidad, mueves las nalgas y le pides una disculpa. O agarrate las pelotas y déjala ir, inicia tu vida con alguien nuevo y asunto arreglado.
Adauco podía ser un imbécil en toda la extensión de la palabra, pero si algo le podía aplaudir, era el hecho de que algunas veces podía dar un buen consejo y yo tenía que pensar bien qué hacer. Honestamente no había mucho que pensar, no me tenía que hacer tonto cuando sabía en el fondo lo que quería, pero era demasiado cobarde para dar el paso. Tenía que tomar el toro por los cuernos.
Pasaron cinco días desde la última vez que vi a mi esposa y terminamos en su cama. Era la hora de la salida y había decidido ir a comprar flores. Compré un arreglo de pensamientos, unas flores de color morado, que terminé guardando en la cajuela de mi auto.
Mi mamá me había hablado para invitarme a cenar y limar asperezas en la familia. Habían sido dos largos años en los que no había visto a mi familia.
*
Cuando le propuse matrimonio a Estefanía en un verano cuando me escapé con ella a un fin de semana para pasarla en el mar, al regresar del viaje fui directo a hablar con mis papás sobre la decisión que había tomado.
— Me voy a casar. —Les dije en una cena familiar. Estaba sentado con mis papás y mis dos hermanas.
— ¿Consideraste la boda con Paola? —Preguntó mi mamá esperanzada.
Me había apresurado a acabarme toda la comida de mi plato antes de tocar el tema.
— Si te vas a casar con Paola, hijo nos acabas de salvar de la ruina. Con la inversión de su familia, la empresa de seguro se salva.—Mi papá se puso de inmediato a destapar el vino.
— No, papá. Sabes que mi respuesta es no. Me voy a casar con Estefanía. Le acabo de pedir matrimonio, y es la mujer con quien quiero unir mi vida. —Me planté sobre mi decisión de hacer mi esposa a Fanny.
El ambiente se puso denso en la familia. Mi hermana Isadora se limitó a tomar de su copa de vino y ver cómo el mundo comenzaba a arder, mientras que a mi hermana Lea desvió la mirada a sus pies para no ver lo que estaba a punto de suceder.
Mi papá dejó la botella de vino sobre lo mesa. Aventó el destapa corchos hacia una de las vitrinas, lo que provocó que el cristal se rompiera en mil pedazos. Me quedé parado en mi lugar.
— Tobias, por favor. —Chilló mi mamá detrás de él a manera de súplica para que no terminara rompiendo todas las cosas de la casa.
— Si vas a seguir con la necedad de ser un maldito egoista y casarte con una donnadie, olvídate que alguna vez tuviste familia. —Pude notar la mandíbula de mi papá tan tensa, que por un momento pensé que se iba a fracturar. Contuve la calma.
— Me gustaría que estuvieran en mi boda...
— ¡Lárgate de esta casa! ¡Y nunca vuelvas si te casas con esa donnadie! —Me gritó.— ¡Si estás llevando a la ruina a esta familia por ella! ¡olvídate que alguna vez tuviste familia! —Mi papá se dio la media vuelta y salió del comedor tirando la botella de vino que había sobre la mesa.
Busqué la mirada de mi mamá, pero estaba estaba furiosa. Se plantó frente a mí.
— Me decepcionas Joshua. Nunca vuelvas a esta casa. Estás cambiando a tu familia por una mujer que dudo que te sea fiel. No dudo en que sea una interesada. —Me barrió con la mirada antes de dar la media vuelta e irse.
Me quedé parado con un vacío en el pecho. En verdad quería que entendieran que no iba a ser feliz casándome con alguien como Paola. Al final de cuentas, con un nudo en la garganta, me di la media vuelta hacia mis hermanas.
— ¿Y bien? ¿ustedes me van a echar? —Les pregunté resignado.
Isadora dejó su copa vacía sobre la mesa.
— A mí me da igual. Es la primera vez que veo que mis papás se enojan contigo y no conmigo. Así que puedes hacer lo que se te vengan en gana. —Se encogió de hombros. Se levantó de su lugar y se fue del salón.
Me le quedé viendo a Lea, que estaba apenada por lo que había pasado.
— ¿Y tú Lea?
— Yo... quiero ir a tu boda. —Me sonrió con cierta timidez. Se levantó de su lugar y me abrazó.— Felicidades hermanito.
Me volvió a sonreír antes de salir por la puerta quedándome completamente solo.
Mis padres no se presentaron a la boda, pero me dieron una casa dónde vivir como regalo de bodas. El único gesto que hizo que mantuviera la esperanza de que algún día pudiera recuperar los lazos con mis padres.
*
Y aquí estaba frente a la casa que había dejado poco más de dos años atrás, cuando solté la bomba de que me iba a casar con alguien diferente a Paola.
Estacioné mi auto en el jardín y me dirigí al vestíbulo. No voy a negar que me sentía nervioso por estar de nuevo ahí. En el fondo había tenido muchas ganas de regresar con mi familia a las cenas familiares habituales. Sabía que con Estefanía eso acabaría, sin embargo, aquí estaba de nuevo, solo que sin ella.
Me dirigí al comedor, donde el personal de cocina estaban terminando de preparar la mesa.
— Joven Chevalier, qué gusto verlo por aquí. —Me saludó el mayordomo al verme entrar.
— Benito, tiempo sin verte. —Lo saludé.— ¿Dónde están mis papás?
Alcé el cuello para comprobar que estaban terminando de poner los cubiertos sobre la mesa. No había nadie alrededor.
— Se encuentran en la sala de estar. Me dijeron que se les uniera allá. Hay aperitivos y Oscar preparando bebidas para ustedes.
— Gracias Benito.
Seguí mi camino de largo para unirme a mis papás que estaban sentados sobre la barra. Estaban conversando con una pareja que no logré reconocer. Mis hermanas estaban sentadas de igual manera, hasta que mis ojos posaron en Paola, que reía con mis padres, como si estuviera hecha para agradarles.