Maldita Cenicienta

3148 Words
ESTEFANÍA No había puesto atención que mi fiesta de graduación era esa misma semana. Ni tampoco que las prácticas como médico general también. Había presentado mi examen para la especialidad y... bueno, me toca esperar. — Es que no puedes ser más despistada mujer. —Me reclamó Josué. — Perdón, no fui consciente de que nos estaríamos graduando hoy. He estado absorta en el hospital, y tampoco fui consciente de que ya terminaron las prácticas. — ¿Qué harías sin mi Estefanía? — Estaría perdida sin ti mi amor. —Siempre nos habíamos hablado de esa manera. Josué y yo teníamos esa parte de hermanos cariñosos. Siempre nos habíamos tenido el uno al otro. Josué me había acompañado a hacer mi compra de pánico. Fuimos a conseguir mi vestido de graduación de último momento. No quería usar el que había utilizado en la fiesta la última vez que vi a Joshua. Me traía malos recuerdos, y no quería que me relacionaran con Joshua por ese vestido. Además quería comprarme uno con mi propio esfuerzo. La señora Adela me había dejado un poco de dinero como agradecimiento por haberla cuidado durante un año, además de que era mi regalo de graduación por su parte. Nos encaminamos por el centro comercial, hasta llegar a una tienda de vestidos de noche. Me probé varios hasta que Josué y yo habíamos encontrado el ideal. — Te vas a ver toda una diosa con ese vestido. —Mi amigo me estaba viendo orgulloso, mientras yo me veía frente al espejo.— De lo que se pierde el chacal de tu marido. Suspiré. — No quiero pensar en él esta noche. —Me volteé hacia mi amigo, que me veía con orgullo.— Es mi noche y me ha costado sangre, sudor y lágrimas ser finalmente doctora. —Me volteé para ver mi reflejo. Era joven y tenía un futuro por delante. "Doctora" resonó la palabra por mi cabeza. Sentí que una sensación de regocijo comenzaba a nacer de mi vientre. Me mordí el labio inferior, y no pude evitar voltear a ver a mi amigo a los ojos.— Mierda Joué, ya somos doctores. El asintió frunciendo el ceño y sonriendo en cámara lenta. Se llevó una mano a la boca. — Mierda que sí... Jod**er Fanny. Al final nos salimos con la nuestra. Comenzamos a gritar de la emoción y nos tomamos de la mano para dar brincos de festejo, porque unos de nuestros más grandes sueños se habían cumplido. — ¿Y este tatuaje? no te lo había visto. —Me preguntó Josué mientras me ayudaba a bajar el cierre de mi vestido. — Es una flor del pensamiento. Son mis preferidas. —Recuerdo cuando en una arranque de rebeldía me lo hice en la espalda media. Cuando Joshua descubrió mi tatuaje, me regaló un ramo de pensamientos al día siguiente. Le había dicho que no aceptaría otras flores que no fueran específicamente esas. — ¿Y qué piensas con ellas? —me preguntó haciendo un juego de palabras. — Jajaja qué tonto. Es la flor de inocencia, modestia y decencia. También significa el nacimiento de un amor y... —eché aire por la ironía que iba a decir,— fidelidad. — Eres fiel a tu sueño. Quédate con eso. Sonreí con cierta amargura, pero Josué tenía razón. Esa noche sería nuestra noche y de nadie más. Así que nada mejor que unas buenas zapatillas, un vestido de encanto, y mucho bailar me podrían hacer pasar ese amargo trago. Me aseguré de que no hubiera rastro de Joshua esa noche en la casa. Como no tenía con quién compartir ese momento a parte de Josué, Juventina se ofreció a ir conmigo, por otro lado Jaime nos había dicho que él estaría pendiente por si mi esposo llegara a ir a la casa para salir como dos malditas cenicientas antes de las doce de la noche. Esperaba que no fuera el caso. Jaime nos llevó a mí y a Juve al lugar del evento. Al llegar ahí, Josué estaba con su novio Misael esperándonos en la entrada. — ¡Mierda Fanny! ¡Te ves increíble! —gritó Josué al verme llegar. Me sonrojé de inmediato. — Mi niña siempre se ha visto así. Aun con esa ropa gris que le llevan de pronto. —Juventina era un amor de persona. Me limité a sonreir. — Ellos tienen razón cariño, luces tan bien que dejas como un estúpido a tu esposo por no estar a tu lado. —Misael abrazó a mi amigo y me contemplaron. — Basta de cumplidos. Todos nos hemos bañado. No soy la única. —Comenzamos a reír.— Ahora vamos que quiero reventar mis pies y hacer que este vestido valga la pena. Me llevó más de la mitad de mi último salario. — Siempre tan modesta. —Masculló Josué. La fiesta de graduación fue de maravilla. La ceremonia había sido esa mañana, y lo había pasado increíble. Salí con mención honorífica, y la primera fase de mi sueño por construir. Esa mañana el único con quien compartí mi victoria de nuevo, fue con mi amigo Josué. Mi hermano del alma. Me dirigí a la pista de baile con mi amigo mientras Juve tenía una interesante conversación con Misael los dos tenían gusto por la pintura. Él era pintor, pero para ella eso era un sueño truncado. — ¡Valió la pena Fanny! —gritó Josué. Ambos brincábamos al ritmo de Dua Lipa. — ¿¡Qué cosa!? —Las luces centelleantes nos pegaban de lleno en la cara. — ¡Correr! Seguimos bailando hasta que nuestros pies pidieron un descanso a gritos. Josué fue directo a la mesa donde Juve y Misael seguían hablando. Yo les indiqué con señas que iba por una bebida. Ellos asintieron. Las zapatillas estaban torturando mis pies, pero quería perder el glamour, últimamente no tenía muchas oportunidades de vestirme así de lindo, como a mí me gustaba. Al final el dolor de pies pudo más y terminé por quitarme los tacones. Me acerqué a la barra de bebidas con los zapatos colgando de una mano. Pedí una copa de vino rosado. — Te vi en la ceremonia en la mañana. —Una voz masculina me sobresaltó. Di un brinco por el susto. — Dios mío. Doctor me asustó. —El doctor Montes de Oca estaba a un lado mío pidiendo una copa de vino. Me sonrió. — No creo estar tan feo como para asustar. —Me reí por lo bajo. Era una ironía que lo dijera ya que parecía de esos actores de Hollywood.— ¿Has pensado en la oferta que te hice? — No creo poder aceptar su oferta doctor. —Había muchas cosas que no estaban aún en su lugar.— Apliqué examen para mi especialidad aquí en esta misma ciudad. — Es una lástima que la mejor calificación de la generación esté rechazando mi oferta. Sigue en pie mi oferta porque de verdad tienes el potencial de hacerlo. Puedo hacer que te acepten en la universidad de mi ciudad. — ¿Cómo podría hacer eso? —fruncí el ceño ante tal ofrecimiento. — Digamos que es la ventaja de ser quien soy. —Me alzó las cejas.— Y bien sabes que esa universidad es mejor que la de Parkyard, a la que aplicaste. — Yo... —me quedé muda. — Háblalo con tu esposo. Seguro lo puede entender. Si cambias de parecer, ya tienes mi tarjeta. —Tomó su copa para irse, no sin antes detenerse.— Ah, y por cierto llámame por mi nombre, Marcelino. Odio que la gente me llame de "usted". Le sonreí. — Muchas gracias, Marcelino. Lo vi como se perdía en medio del mar de festejados. Me quedé pensando en su ofrecimiento, y me perdí en mis pensamientos. Recordé que había tenido una discusión con Joshua antes de pedirme que fuera su novia. * Se había dado la vuelta por el restaurante dos veces a la semana durante un mes. Por lo general, iba a última hora, antes de que cerráramos el restaurante. Mi jefe recibía una buena propina por parte de él para que fuera yo quien lo atendiera. Las primeras dos veces no le había dado mayor importancia, puesto que lo tomé como coincidencia que me tocara atenderlo, pero después de esas veces mi jefe se acercaba a mí para ordenarme que atendiera la mesa de Joshua, que venía solo y no con la rubia con quien lo había visto. — ¿Por qué no te sientas un rato a platicar conmigo? —me invitó a su mesa una de las últimas veces que había ido. Yo para ese entonces estaba hecha un manojo de nervios porque aquel cabello azabache y esos ojos azules me provocaban mariposas en el estómago. Así había sido desde el minuto uno en que lo vi. — ¿Disculpa? —levanté las cejas ante su invitación. — Que te invito una copa. Siéntate. —Me sonrió. Me dedicó la misma mirada con la que lo conocí desde el día uno. Esa sensación que tenía con él no se había quitado, todo lo contrario, esa sensación electrizante estaba creciendo. Me reí por lo bajo. — No. Frunció el ceño. — ¿Por qué no? —Me sonreía con picardía y yo sentí cómo las mejillas me ardían. — Porque ¿estoy en el trabajo? —le cuestioné con un sarcasmo cargado en mi voz. — Oh, buen punto. —Se llevó una mano al mentón pensando en lo que haría. — ¿Qué es lo que haces después de que cierra el restaurante? — Limpio mi estación, las mesas que atendí, relleno lo que haga falta como los saleros, y si hay caos en la cocina tengo que ayudar con los trastes. Así que me tengo que apresurar. — Bueno, —se levantó de su lugar al ver que era el último cliente,— entonces te voy a ayudar para que salgas más rápido. ¿Por dónde empiezo? — ¿Qué? —Era inevitable que me pusiera roja como las brazas.— No. Si haces eso como cliente, me van a despedir. Joshua comenzó por llevar sus trastes sucios a rumbo a la cocina. Lo seguí por detrás. — Dame eso, por favor. —Estaba en pánico. — Le voy a decir a tu jefe que te estoy ayudando en calidad de alguien que te está cortejando. Ese hombre me estaba sacando el aliento con sus palabras y mi corazón estaba latiendo desbocado por las locuras que estaba haciendo. — No puedes venir aquí y decir que vienes en calidad de cortejarme. —No pude evitar reír a carcajadas— ¿quién en su sano juicio conquista a una mujer lavando platos? —le logré quitarle los platos sucios de las manos. — ¿Por qué no? —se encogió de hombros. — Al menos podrías decir que eres mi amigo, y esperar a que salga de trabajar como toda persona normal haría. Negó con la cabeza frunciendo los labios. — Puedo esperarte afuera si quieres rechazar mi oferta de ayudarte a limpiar, pero no la parte de ser amigos. — ¿Por qué no? — Por que un hombre y una mujer no pueden tener una amistad desinteresada. No por parte del hombre. —Se encogió de hombros. — Lamento diferir contigo, pero yo tengo amigos hombres, y hay ningún problema con eso. — Y no digo que no puedas tener una conversación normal con ellos, pero siempre van a tener la intención de llevarte a la cama. La razón por la que se acercan a ti es porque les pareces atractiva, si no es eso, hay dos opciones, o son gays o te encuentran demasiado fea. A Josué siempre le habían gustado los hombres. — No concuerdo contigo. Si no puedes ser mi amigo, entonces creo que es momento de pagar la cuenta y regresar a casa. —Le sonreí señalando la salida. — Podría decir que quiero ser tu amigo, y entonces pensarías que no te encuentro atractiva, y madre santa que eres más atractiva que una fusión entre Angelina Jolie, Megan Fox y Jennifer Lawrence. —No pude evitar reírme.— Así que si te dijera que quiero ser tu amigo, te estaría mintiendo. Caminé hacia la cocina. Él me siguió. — Entonces me quieres llevar a la cama. —Afirmé,—pero tienes novia.— Me detuve para darme la media vuelta y verlo a los ojos. — Es evidente que te quiero llevar a la cama, pero más que eso, quiero conocerte. Hay algo raro en ti y solo quiero averiguarlo ¿vale? —Me quedé muda por un momento. Él también había sentido lo mismo que yo.— Y lo de la novia, en realidad... —suspiró— En realidad son mis padres lo que quieren que sea mi novia. Me quedé callada. Nos vimos por un momento. Al final suspiré. — Mas vale que me encuentres espantosa, para que puedas ser mi amigo. — No creo que eso vaya a suceder. Sonreímos. Esa noche Joshua le había pagado una buena propina a mi jefe para que dejara que me ayudara a limpiar en mi trabajo, y poder llevarme a casa. * Sonreí al recordar lo que había pasado. Me quedé viendo el lugar por donde se había ido el doctor y me pregunté si me encontraba espantosa como para entablar una amistad conmigo. Nah, él había sido bastante profesional al ofrecerme hacer las prácticas en su hospital. Al final de la noche, Jaime había ido por mí y por Juventina al lugar de la fiesta. Eran las cuatro de la mañana, y había sido uno de los mejores días de mi vida. — ¿Alguna novedad Jaime? —le pregunté en cuanto subí al auto junto con Juve, después de haberme despedido de Josué y Misael. — Ninguna Fanny. ¿Se divirtieron? —Jaime echó a andar el auto. — No tienes idea en la que Fanny se divierte. Es malísima para bailar y aún así lo hace. Qué valor. —Bromeó Juve. — Acepto a que soy terrible. —Me reí. No había necesidad de mentir en algo que ers evidente. Llegamos a la casa destrozadas, pero felices. Al llegar a mi habitación, lo primero que hice fue aventar mis zapatillas a un lado, y aventarme a la cama. Estaba a punto de quedarme dormida cuando escuché que mi teléfono sonó. Seguramente era Joshua diciendo que ya habían llegado a casa, pero al abrir w******p, vi que era un número desconocido. Abrí los mensajes y en ese momento mi vida cambió. La respiración me estaba abandonando y las lágrimas comenzaron a brotar sin parar al ver las imágenes de Joshua en la cama de otra mujer. Era Paola. Paola: Lo que me quitaste regresó a mí. Aventé el teléfono a un lado. Mis lágrimas me estaban borrando la visión y los pensamientos. Tenía que salir de aquí y arriesgarme a ser encontrada. Tenía que arriesgarme a arrancarme a Joshua del corazón. Con el llanto en mi garganta me levanté de la cama, me quité el vestido de mi graduación y me puse unos jeans y una blusa que me había regalado Josué. Corrí por una maleta para echar las pocas pertenencias que había comprado yo misma dejando todo lo demás, incluyendo la ropa gris. Mi vida con Joshua había terminado. El dolor que estaba sintiendo, fue el mismo que él sintió hace dos años. Sentí que me arrancaban la vida, alguna vez eso me dijo él. Una vez que empaqué todo, me senté a escribir una carta para él, las lágrimas mojaron un poco el papel. Al terminar, lo dejé doblado sobre el escritorio de mi recámara junto con el anillo de matrimonio. Quitármelo, fue como saber que dejaría morir un deseo hecho realidad. Nos seguiríamos lastimando si me quedaba, y estaba empezando a reemplazar el amor por el odio. En un arranque de furia comencé a destruir todo lo de mi habitación desde cuadros en las paredes. Los aparatos eléctrico que salían volando para estrellarse en el suelo. Salí de mi habitación gritando y tirando cosas a mi paso, como si de esa manera pudiera lastimarlo. Juventina y Jaime salieron de inmediato, al escuchar el desastre que estaba haciendo. — ¡Aaah! —grité furiosa aventando un cuadro de nuestra boda al suelo. — ¿Mi niña qué pasa? —me preguntó Juventina. — ¿Qué pasa? Pasa esto. —Le di el teléfono para que vieras las imágenes. Fui de inmediato por un cuchillo a la cocina. Jaime se quedó ojiplático al verme.— No voy a matar a nadie Jaime. —Pasé echa una bala al lado de él, y me fui al suelo para destruir el cuadro donde él y yo estábamos. Clavaba el cuchillo con cizaña, como si quisiera matar ese recuerdo cuando hicimos la sesión fotográfica una semana antes de nuestra boda. Juve y Jaime me dejaron desquitarme mientras las lágrimas salían con una sensación de ahogo en el pecho. Me detuve hasta que me cansé de hacerlo. La ama de llaves me abrazó, y lloré un poco con ella. Una vez que estuve tranquila me limpié las lágrimas y al fin pude hablar. — Me voy. No quiero que nos sigamos haciendo daño, y no quiero odiarlo, por que lo estoy empezando a hacer. Ahora siento lo que él sintió. —Me limpié las lágrimas. — Pero aceptaste tu error, y creo que está bien que inicies en un lugar mejor mi niña. —Juve estaba en lágrimas al igual que Jaime. — Vete de aquí Fanny, nosotros nos encargamos del señor cuando venga. —Me sonrió compasivo. Los abracé a ambos. — Gracias por todo. Gracias por apoyarme tanto y haberme apoyado en que sea doctora. Les prometo regresar y agradecerles como es debido. —Ellos eran los únicos que me habían ayudado durante estos dos años. — Que te vaya bien mi niña. —Me dijo Juventina. — ¿Quieres que te lleve a algún lado? —Me preguntó Jaime. Estaba consternado por el estado emocional en el que me encontraba. — No. No quiero involucrarlos más. No quiero que sepan dónde voy a estar, porque no quiero que él me encuentre, ni que vuelva a saber de mí. Les sonreí en medio de una casa destruida, como mi matrimonio. Tomé mi maleta y salí de la vida de Joshua sin rastro alguno de mí. — Mi niña. —Me abrazó Javier. El hombre mayor siempre había tenido un instinto paternal hacia a mí.— Si hay algo que podamos hacer por ti... — Han hecho demasiado por mí, y no me va a alcanzar la vida para agradecerles por su apoyo para lograr alcanzar mi sueño. Me fui como una maldita cenicienta, sin dejar las zapatillas.
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