Casi tres horas nos demoramos en llegar a Seattle, y ahora según el GPS, estábamos por llegar a la dirección que me dio Katty. —¿Estás segura que es por aquí? —pregunta Katty, mirando las hermosas casas residenciales. —Eso dice el GPS —contesto, encogiéndome de hombros. Nos estacionamos fuera de una casa grande, muy linda por cierto, con un amplio jardín. Nos bajamos y Katty, parece una niña a punto de entrar a una juguetería, apresurándose al bajar del auto y caminar hacia la casa, para tocar el timbre. Una mujer de unos cincuenta y cinco años, vestida completamente de blanco con una túnica holgada, un turbante del mismo color, decorado en el frente con una pluma violeta. —Bienvenidos, pasen por favor —Nos recibe con amabilidad la mujer. Caminamos por el sendero has