CAPÍTULO TREINTA Y UNO

1105 Words
ALICE   El sonido de mi teléfono anunciando una llamada entrante me despierta en la madrugada y estoy tentada a no responder, pero en el momento en que veo el nombre “Ralph Aviación” me siento de golpe en la cama y trato de aclarar un poco mi voz antes de contestarle.   “¿Señorita Coleman? Lamento despertarte, pero Dominic no me contesta y quería confirmarle que ya modifiqué lo necesario para que puedan viajar los dos,” él me dice y mi corazón se acelera de inmediato.   ¿Los dos? ¿Eso quiere decir que también me llevará con él? Oh, por dios, pero no, eso no puede ser posible, él no me ha informado sobre esto.   “Me puedes confirmar que el nombre del segundo pasajero esté bien escrito, ¿Por favor?” le pido a Ralph.   “Uh, sí claro, aquí dice Zara Arlington-Graham, ¿eso es correcto?” él me pregunta y yo siento mi estómago hundirse.   “Sí, es correcto, gracias, Ralph, le haré saber a mi jefe,” yo le digo antes de colgar, y después de tomar varias respiraciones profundas para calmarme, decido llamar a Dominic a su teléfono personal, pues su teléfono del trabajo no lo contesta.   “¿Alice? ¿Pasó algo? ¿Estás bien?” Dominic me pregunta con urgencia, y su tono parece bastante preocupado.   Su reacción me sorprende tanto que me quedo en silencio por un par de segundos, lo cual hace que él se preocupe aún más, y prácticamente grite: “¡Alice!” lo cual hace que salga de mi shock.   “Lo siento señor Pemberton, aún estoy un poco dormida, estoy bien, no se preocupe, sólo lo llamaba para informarle que Ralph se comunicó conmigo para confirmar que todo está listo respecto a la señorita Arlington,” yo le respondo con tono profesional.   “Ah, era eso, es que fue algo de último momento, pero supongo que ya todo está en orden… vale, muchas gracias, Alice… quiero decir, señorita Coleman,” él me dice titubeando.   “No hay problema, qué tengan buen viaje, señor Pemberton,” yo le digo antes de colgar, pues siento un nudo gigante en mi garganta que me hace casi imposible poder seguir hablando.   No puedo creer que haya sido tan tonta para creer que porque me había traído una estúpida sopa de pollo en medio de mi enfermedad, entonces quiere decir que ya mágicamente él se preocupa por mí y me quiere llevar a sus viajes, debí haber sabido que si él iba a llevar a alguien a Londres con su familia, es a su novia, o mejor dicho, a la mujer que está gestando su bebé, y no a su tonta asistente.   Afortunadamente tengo el resto del fin de semana para recuperarme de mi resfriado y pensar seriamente si debo seguir haciendo esto, pues no es algo de lo que me sienta capaz, verlo todos los días y hablar con él cuando sé perfectamente que no puede pasar nada entre nosotros, no sólo porque él ya esté con alguien más, sino porque él es el responsable de todo lo malo que le ha venido sucediendo a mi familia desde hace más de dos años.   ------------------------------------------------------------------------------   DOMINIC   Qué triste par somos, Zara llorando y lamentándose por una traición de quien considera el amor de su vida  y que ahora es el padre de su bebé, y yo aquí temiendo a cada segundo recibir la noticia de que mi madre respiró por última vez, pero preocupándome más por la forma absurda en la que extraño a Alice, no pensé que sólo cinco días alejado de ella fueran suficientes para entender que me he acostumbrado a ver su bonito rostro y su vibrante cabellera roja todos los días, y que incluso ansío volverla a ver.   Incluso cuando he tratado, bajo decenas de pretextos, de mantenerme en contacto con ella casi todos los días, aún así no puedo evitar sentir un vacío en mis días, como si el sol no saliera más sin ella a mi lado, lo cual es irónico considerando que estoy en la lluviosa Londres en el medio del invierno, y aunque haber nacido y vivido aquí más de la mitad de mi vida deberían poder garantizarme que me pueda acostumbrar a este clima fácilmente, lo cierto es que sin Alice a mi lado, los días se sienten tan grises como el cielo.   Zara se ha estado burlando de mí desde que le dije que estaba pensando en pedirle a Alice que viniera, me dijo que estaba buscando excusas para poder traerla aquí porque la extrañaba, y aunque sus afirmaciones no estaban para nada lejos de la realidad, lo que realmente me convenció de tomar la decisión no fue el momento en el que el timbre sonó y luego Tom entró como en una historia de romance, en busca de su amada, o todo lo que nos contó sobre lo que le había pasado y las razones lógicas de por qué Zara tuvo que presenciar semejante espectáculo; sino la forma en que el rostro de Zara se iluminó en el momento en que lo vio, incluso antes de escuchar sus justificaciones, incluso cuando aún creía que él la había engañado, era evidente la felicidad en su rostro al verlo a él de pie en la puerta de mi casa.   Fue allí cuando entendí que mi mal humor y el vacío que siento sólo se podrá solucionar cuando Alice esté aquí conmigo; y es por esto que después de discutir con Tom y Zara los pormenores de lo que vamos a hacer para llevar a la justicia a las personas que los quisieron separar, tomo mi teléfono y llamo a Alice.   “¿Señor Pemberton? ¿Le puedo ayudar en algo?” ella me contesta con voz adormilada y caigo en cuenta que aún es de madrugada allí.   “Alice, lo siento, olvidé revisar la hora antes de llamar, sigue durmiendo, te llamaré más tarde,” le respondo.   “No, no hay problema, ya estoy despierta, ¿Qué necesita señor Pemberton?” ella me pregunta.   “Necesito que busques el vuelo más cercano y te vengas para Londres, tengo mucho trabajo por hacer y no puedo hacerlo solo,” yo le digo y ella permanece en silencio por unos segundos antes de responder:   “Está bien, le informaré apenas haya comprado el boleto de avión,” es todo lo que ella me responde, pero su voz suena tensa.   “Vale, te veré aquí,” le digo antes de colgar y no puedo evitar sentir un poco de ansiedad con la inminente llegada de Alice.
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