Las leyes del amor, la lujuria y las mentiras

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

DOMINIC

Cuando miro hacia donde Alice está sentada con su desayuno a medio terminar, siento que mi estómago se contrae y mi pulso se acelera, nunca pensé que sólo una semana lejos de ella iba a causar tanto caos en mi mente, y no ayuda el hecho de que se vea tan hermosa con su cara completamente pálida y expresión confundida, pareciera que está tratando de descifrar los secretos del universo mientras yo discuto con Daisy por haber sido grosera con ella, algo que me temía desde el principio, pero no esperaba que fuera a tener que defender a Alice de mi hermana a tan solo minutos de su llegada.

“¿Por qué no mejor vas a visitar a mamá y llevas a las niñas? Ella lleva días queriendo verlas,” le digo a Daisy en tono exasperado.

“No es bueno llevar a una bebé recién nacida a un Hospital,” ella responde cruzándose de brazos.

“Al menos lleva a Charlotte para que la visite, no sabemos cuanto tiempo le queda, Daisy,” le digo nuevamente y ella aprieta los labios con testarudez, hasta que finalmente resopla y se sale de la cocina dando pisotones como una niña pequeña, pues Daisy puede ser muy inteligente y una neurocirujana pediatra bastante reconocida, sin embargo eso no borra el hecho de que sea mezquina y testaruda la mayor parte del tiempo, e increíblemente observadora con todas las personas a su alrededor, excepto con su esposo, con quien por alguna razón, parece ignorar adrede sus comportamientos inadecuados.

“¿Cómo estuvo tu vuelo?” le pregunto a Alice mientras me siento en la mesa frente a ella y ella parece algo aturdida por lo que le toma un par de segundos responder a mi pregunta.

“Estuvo muy bien, pero no era necesario cambiar el tiquete, señor Pemberton, con una silla en clase económica hubiese sido más que suficiente,” ella me responde con timidez.

“Te he dicho que ya olvides el tema, en mi concepto sí era necesario, así que dejémoslo así,” yo le digo y ella asiente pero no dice nada más sobre el tema de los tiquetes; sabía desde el principio que ella se iba a oponer a que hiciera el cambio si se lo preguntaba, razón por la cual lo hice sin decirle nada, y efectivamente su respuesta fue la esperada; así ha sido con el tema de la ropa y demás cosas que compramos en su primer día, cada mes después del día de pago ella viene a mi oficina para hacerme saber que no le hicieron el respectivo descuento, y yo siempre finjo inocencia.

“Termina de comer tu desayuno y luego podemos empezar a hablar del trabajo que tenemos pendiente,” yo le digo y ella mira su plato medio lleno antes de volver su vista hacia mí de nuevo con gesto mortificado y responder:

“Ya estoy llena, podemos ir a trabajar ya,”

“Pero si aun tienes casi toda la comida en el plato, ¿acaso no te gustó?” yo le digo señalando la comida.

“Puedo prepararle otra cosa si eso no es de su agrado, señorita,” Mae interviene y veo como el rostro de Alice se sonroja visiblemente antes de que ella sacuda la cabeza y empiece a comer de nuevo con prisa, lo cual me hace sonreír pero trato de disimularlo con una falsa tos.

“Tomaré una tasa de té, Mae, por favor,” le pido a Mae y ella se apresura a preparar el té después de dirigirme una sonrisa cómplice, como si encontrara divertida mi reacción ante la mirada avergonzada de Alice.

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Una vez terminado el desayuno y después de salir de la cocina, Alice parece confundida cuando me ve caminar hacia la puerta de entrada y yo le tengo que explicar que vamos a ir a un café para poder hablar, pues el estudio que hay en la casa le pertenece a mi padre y no me siento cómodo trabajando allí, por lo que ella finalmente asiente y me sigue afuera sin hacer más preguntas.

Lo cierto es, que quiero aprovechar la oportunidad para mostrarle a Alice algo de la ciudad, pues sé que es la primera vez que ella viene a Londres, de hecho, basándome en el hecho de que ella tuvo que sacar un pasaporte cuando empezó a trabajar en la firma, puedo afirmar con certeza que esta es la primera vez que ella sale del país, por lo que sería bueno que pudiera visitar algunos sitios de interés en vez de quedarse en casa trabajando.

Y aunque sea cierto que necesite de su ayuda para manejar la situación de Zara y Tom, la verdad es que ella pudo haberme ayudado desde la oficina sin tener que tomar un vuelo de más de doce horas, pero quería verla, no, necesitaba verla y tenerla junto a mí, especialmente en este momento que todo se siente tan caótico, incluso cuando sé que no va a pasar nada entre nosotros porque ella dejó muy claro que no quiere lastimar a ese novio suyo, y tengo toda la intención de respetar su decisión, aun cuando en estos últimos días me he estado cuestionando la veracidad de ese argumento, pues ella siempre fue muy enfática en afirmar que no tenía novio y justo después de que escucha mi conversación con Zara de repente surgió en su vida una persona que le importa tanto como para rechazarme tan cortantemente.

Y después de analizar la situación una y otra vez, he llegado a la conclusión de que tal vez ella sólo dijo eso para emparejar la situación pues estaba convencida de que el bebé de Zara era mío; así que quiero ver cómo se va a comportar ahora que dejé bastante claro que todo eso fue un malentendido, sólo espero que ella haya estado escuchando con atención cuando se lo dije a mi hermana, pero no puedo estar muy seguro de ello pues cuando me giré a verla ella parecía bastante confundida y con una mirada ausente.

Cuando llegamos a uno de los autos de mi padre: un Aston Martin descapotable, los ojos de Alice se amplían con sorpresa en el momento en que me ve abrir la puerta hacia ella, y es claro que la perspectiva de un paseo en este auto la emociona; así que, yendo un poco más allá de lo que iría normalmente, bajo la capota del auto antes de arrancar y cuando el viento empieza a hacer flotar su cabello rojo, la escucho soltar una risita de alegría que hace que mis propios labios se curven hacia arriba y en este momento sé, con toda seguridad, que daría lo que fuera para no dejar de escuchar ese sonido.