CAPITULO XV. La despedida

1423 Words
FERNANDO ¡Mi esposa al fin me dejó terminar la llamada! Mi respiración está entrecortada, al parecer, Luna me hizo sexo oral como castigo por contestar la llamada, justo cuando cuelgo el teléfono, ella deja de hacerlo y se sienta sobre mí, como nuestro primer encuentro s****l, me besa apasionadamente y yo quito su diminuta blusa y descubro la joyería erótica que trae puesta en sus pechos, otra especie de anillos, pero éstos se unen con una cadena, jugueteo con la joyería y con sus senos hasta que los dejo descubiertos por completo, bajo a sus piernas besándolas hasta quitar sus tacones, noto cómo ella cierra sus ojos y yo beso sus labios vaginales provocando sus gemidos, ella intenta quitarme para sentarse arriba de mi, pero no la dejo, es como un leve forcejeo por llevar el control de la situación, le doy sexo oral, paso mi lengua por su clítoris suavemente, introduzco un par de dedos en su v****a y eso la hace gemir más, me vuelve loco, no quiero que ese momento termine, pues quiero tenerla para mí siempre así y que sea sólo mía, pero lo único que puedo hacer, es provechar ese momento al máximo. Samuel pone música para no escuchar lo que allí pasa, nunca sabré si ellos dos tienen algo que ver, no es de caballeros preguntar. SAMUEL Debo seguir manejando muy despacio para darles un poco más de tiempo a los tortolitos. En serio estoy tratando de no ver lo que sucede allí atrás, pero los gemidos de la señorita Luna me atrapan, es inevitable escuchar por más música que pongo, me estoy poniendo muy caliente. ¡Me encanta el sexo! FERNANDO Mis dedos en su v****a se mueven constantemente, sus fluidos salen deliciosamente, se siente tan caliente allí dentro que ya quiero entrar, sus senos erectos se ven tan perfectos, tan besables y mordisqueables. Después de su primer orgasmo causado por mis dedos, saco mi pene de entre mi ropa y se lo meto, soy un tanto rudo, como le gusta, casi sin aviso y ella grita como nunca. ¡No puedo creer que andemos en la camioneta por la ciudad teniendo el mejor sexo de mi vida! Ella grita “sí” repetidas veces, la hago llegar al clímax de nuevo, la pongo en cuatro y le doy otra vez sin aviso, amo tener el control en ese momento, jalo su cabello con una mano y con la otra recorro parte de su cuerpo, la nalgueo en varias ocasiones, acaricio sus senos y mordisqueo sus orejas un poco, juego a metérsele y a la vez no, lento y semirrudo para llevarla a la desesperación, cuando ella pretende tomar el control, de nuevo, la nalgueo y jalo su cabello para que aprenda quién manda. — Se ha portado muy mal últimamente y este es su castigo, señorita Luna — ¿Qué tan mal? — Mucho — No entiendo porqué lo dice, señor Rivera — Provocar a un hombre casado es una travesura muy grande y ahora debe pagar por ello Le digo y ella se vuelve loca de excitación. Llegamos juntos al orgasmo, pero yo quiero más, la volteo y le pido que se siente arriba de mí, así como la primera vez que estuvimos juntos. — Es usted un hombre muy travieso, señor Rivera, se la pasado quejándose de mí, pero usted nunca ha puesto resistencia a mis encantos — comentó ella y no puedo replicar porque está en lo correcto. — Mmm… sólo tú tienes ese efecto en mí, me vuelves loco. Ella me cabalga con la fuerza que le queda, sudamos y estamos exhaustos. Mi esposa llama para decir que ya está en la ciudad y se dirige al hotel, vamos llegando, así que debemos terminar pronto. Se sentó sobre mí dándome la espalda y de nuevo metió mi pene en su v****a, juntos hicimos movimientos hasta que el orgasmo llegó. Nos vestimos y al llegar al hotel nos separamos, corro a la habitación y ella se queda con Samuel en la camioneta para que nadie nos vea juntos, entro a la regadera de inmediato. SAMUEL Ha sido una noche como ninguna en la historia de nuestra bandidez, ella debe estar hambrienta. — Señorita, ¿quiere cenar algo? Debe tener hambre — ¡Vamos! Mi amante me dejó sin energías — ¿A dónde la llevo? — Al puesto de comida más cercano, por favor — Bien — Así que tuviste cine porno en vivo, ¿eh? pillín — Pensé que usted era quien siempre llevaba el control — Pues ya viste que no, así que espero te haya gustado lo que viste — Valió la pena Ambos reímos después de esta conversación, luego cenamos y regresamos al hotel, mientras llegamos a nuestras habitaciones seguimos conversando. — Y después de hoy, ¿qué sigue? — Si seguimos con vida mañana, regresar a casa y enfrentar al mundo. Carmelita debe extrañarnos mucho — Mi mamá debe estar feliz de que no estemos en casa haciendo desorden — Pobre Carmelita, siempre limpiando, tienes razón — Pero sí, debe sentirse muy sola en esa casa tan grande — Pues mañana le dices a tu mamá que vaya preparando esa olla de pozole rojo que le queda tan rico — Claro que sí... ¿se quedó con hambre? — No, pero extraño la comida de Carmen — Disimule, allí vienen los señores Rivera — Qué rápido se bañó — susurró ella — Entonces, señorita, ¿a qué hora desea que esté lista la camioneta? — Después del almuerzo, pero no es necesario que madrugues, por favor, tenemos todo el día para llegar — Que pasen buenas noches, señorita Luna — interrumpió el señor Rivera — Ustedes también, señor Rivera. Giselle, me alegra verte, así podré despedirme de ambos — exclamó la señorita Luna — Querida, eres muy amable — respondió ella, me parece una persona tan hipócrita, no me da buena espina — Por favor, todavía no nos despidamos, permítanme invitarlos a almorzar mañana, ¿qué dicen? — Señor Rivera, ¿cómo cree? En todo caso, yo pago lo mío y lo de Samuel — De ninguna manera, ustedes dos han sido muy amables conmigo y con mi mujer El señor Rivera es amable, pero, a su esposa, definitivamente, no la trago, no sé qué tiene que me causa una enorme desconfianza. Todos nos vamos a dormir para almorzar juntos al siguiente día. FERNANDO Hace buen rato que nos separamos, ¿cómo es que vienen llegando apenas? ¿Estaban muy juntitos o es mi imaginación? ¿Qué se estarían secretando? SAMUEL Mientras espero a la señorita Luna, le hago una videollamada a mi mamá. — Hola, mamá, ¿me escuchas? — Sí, si te escucho, hijo. ¿Cómo la están pasando? — Muy bien mamá — ¿Estás cuidando a mi Lunita? — así la llama de cariño, pero sólo entre nosotros dos — Sí, mamá — ¿Y están comiendo bien? — Sí, mamá, pero morimos por ese pozole rojo que sólo a ti te queda delicioso — Cuando vengan se los preparo — Puedes ir alistando la olla — ¿Ya vienen? — Vamos a almorzar y enseguida saldremos para allá — ¡Qué bueno hijo! Ya los extraño mucho, además tienen que conocer al bebé del señor Joaquín, es un angelito — Luna está muy emocionada por su primer sobrino. Bueno, ma, te dejo porque la señorita Lunita ya está lista para bajar, ¡te amo, ma! LUNA — Yo sé que la señora Giselle no te cae nada bien y a mí tampoco, pero debemos ser amables todo el tiempo y con todos — Lo intentaré, pero no te aseguro nada — replicó Samuel — Es el último día, nada te cuesta — Me cuesta mucho más que a tí, por que tú ya te desquitaste con su marido — ¡Y de qué manera! — Además, no entiendo porqué tengo que almorzar con ustedes, si ya sabes que no me gusta convivir con la gente estirada — Porque el señor Rivera nos invitó a los dos — Él, pero ella no, se le nota a kilómetros que odia mezclarse con la gente como yo — Ignórala, porque hoy no vienes como mi chofer, si no como mi amigo — Está bien — Debemos portarnos bien con ella y, por favor, no le vayas a tirar la bebida encima — ¡No es mala idea! — ¡Samuel! — ¡Ay! Es una broma — De verdad, eso espero — Yo también
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