CAPITULO XLII. Efecto Lunático

1111 Words
LUNA Pronto llega la hora de la cena y Samuel cumple su palabra de acompañarnos para hablar sobre el favor que debo pedirle. — ¿Todo bien con tu examen? — le pregunta Fernando — Sí, muchas gracias por preguntar — responde contento — Mi hijo es muy inteligente, el mejor de su clase — presume Carmelita con mucho orgullo — Recuerdo que en la primaria, Samuel siempre nos ayudaba a estudiar, muy aplicado el joven — relato — y gracias a él siempre aprobé todas mis materias — ¿Quién lo diría? Ni lo parece — expresa Fernando — Eso me hace más interesante, ¿no lo crees? — comenta Samuel — ¡Por supuesto, hijo! — expresa Carmelita — Por eso tiene tantas chicas vueltas locas — comento — Por eso y por otros secretitos más — dice Samuel — Todo un pillo, ¿eh? — menciona Fernando — Carmelita, cada día me gustan más tus platillos, ¿es mi imaginación o cada día te quedan más deliciosos? — pregunto — Ay, hija, tú lo dices porque me quieres, pero yo cada día me siento más vieja y más inútil — responde — No digas eso, mamita, para mi siempre serás muy útil — le expresa Samuel — Para mí también, Carmelita — aclaro — todos te necesitamos, mira nada más cómo nos tienes, todos consentidos y mal acostumbrados — comento — Cierto, Carmelita, ¡hasta yo ya me siento como un niño consentido! — expresa Fernando — Para mí, siempre serán mis niños consentidos y que el mundo que diga misa — ¡Eso! — exclamo — ¿Entonces, qué tengo que hacer para ayudarles? Le explico a Samuel lo que debe hacer y él accede gustoso a ayudarnos, ahora, Fernando y yo nos dirigimos a la recámara, él quiere que le cuente con lujo de detalle cómo fue que obtuve la información de boca de Andrés, creo que eso le excita. FERNANDO Ya es hora de mi recompensa por haber soportado tantos celos sin reclamar nada en absoluto, quiero que Luna me describa poco a poco lo ocurrido. — Señorita de Rivera, ya es hora — digo en voz baja — Lo sé, señor Rivera, pero sea paciente que la bebé aún no está bien dormida — Shhhh — la beso y luego espero el momento adecuado mientras voy apagando las luces de la habitación — recuerde que no puede hacer ruido, señorita, no querrá despertar a la bebé — digo eso en voz baja y la vuelvo a besar mientras le ayudo a soltarse el cabello — Guardaré silencio, entonces — De ninguna manera, señorita, usted debe contarme algo — Es usted muy curioso, señor Rivera — responde manteniendo un tono de voz casi de susurro — Así es, y usted debe cumplir su palabra, señorita — No hay mucho que contar, su amiguito es muy... fácil de manipular — Claro, con tu cara, tu cuerpo y tu talento es imposible resistirse — ¿Ustedo cree? — Por supuesto — la beso y comenzamos a quitarnos la ropa — No se preocupe, sólo tuve que desabrochar un botón de mi blusa — dice eso mientras se posa sobre mi — ¿Y sólo eso o será que una posición en especial, le brindó una excelente vista? — inmediatamente después de decir esto, comencé a lamer cada uno de sus senos, haciéndola disfrutar un poco, — Claro que sí, — contesta con voz agitada — y además, me acomodé un poco en la silla y por accidente, se subió un poco mi falda — toco sus piernas poco a poco — Esas piernas enloquecen a cualquiera, hasta yo hubiera caído — comienzo a tocar un poco entre las piernas — Usted cayó desde el primer momento — ¿Cómo lo sabe? — introduzco uno de mis dedos — Intuición — continúa con la voz agitada Mis dedos comienzan un va y ven que la hace disfrutar por un rato y luego la recuesto para seguir dándole placer con mi boca, ella, de verdad, se está esforzando por no hacer ruido, hago una pausa y continúo hablando en voz baja. — Y dígame, señorita Luna, ¿usted se excitó al manipular a su última víctima? — Debo confesarle que sí, señor Rivera, un poco — ¿Y eso debe preocuparme? — De ninguna manera, eso sólo me indica que estoy logrando mi objetivo — Eso suena muy interesante — Lo es Saco mi pene y lo introduzco sin aviso, ella reacciona ahogando cualquier sonido que quisiese emitir con sus uñas sobre mi espalda y juntos nos perdemos entre el placer y la lujuria. SAMUEL Y pensar que, en estos momentos, Luna debe estar disfrutando entre los brazos de Fernando, la tengo tan cerca y a la vez tan lejos, vaya mi suerte, pero no perderé el tiempo en lamentaciones, debo salir a despejar mi mente. — ¿Andrés? — digo al teléfono — ¿Sí? — responde — Quiero salir, amigo — ¿Y qué haces allí? Ven a la libertad — ¿Dónde estás? — Estaba con una linda chica, voy a un bar por unos tragos — Mándame ubicación y te alcanzo — respondo — Mejor voy por tí, te marco cuando esté afuera — Ya estás Luego de unos minutos, Andrés llega por mí y nos vamos a un bar a beber. — Sólo para aclarar, ¿Luna no sabe nada, verdad? — ¿Nada de qué? — pregunta — De Joaquín — Ah, eso, yo creo que primero beberé mi trago — Eso sólo significa una cosa — comento — Esa mujer es... — ¿Una terrible tentación? — interrumpo — definitivamente, sí — me respondo a mí mismo — Una maldición, iba a decir — Sí, también, y al mismo tiempo una bendición — Lo dices como si tú también... — Claro que no, — vuelvo a interrumpir — la conozco desde hace mucho y he visto morir a muchos soldados por su causa, metafóricamente, obvio — aclaro negando mis sentimientos — ¿Y ahora cómo la quito de mis pensamientos? — Es difícil, ¿no funcionó la linda chica? — Todo lo contrario, siento que la deseo más — Ese es el efecto Lunático — ¿Y cómo me curo? — No se puede, es como un veneno, una vez que lo pruebas te va consumiendo poco a poco y no hay antídoto — Siento que me volveré loco — Bebamos hasta que lo logres — Me gusta tu idea, sólo hay de dos sopas, moriré de deseo o moriré por un coma etílico — Sólo tienes que decidir — ¡Salud!
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD