CAPITULO XXXVII. Bienvenido a la esclavitud

1229 Words
LUNA Me sorprende que piensen que aún pueden hacerme tonta al ocultarme las cosas, es obvio que Joaquín está metido en problemas, su auto está afuera y Samuel es su cómplice porque no lo veo por aquí. Veo llegar a un tercero, ¡Genial! Otro más que se une al club de los idiotas, esperaba más de tí Andrés. — Fernando, ¿dijo Andrés si vendría hoy? — No, a mí no me dijo nada, no sé si se habrá puesto de acuerdo con Samuel, como ya son amigos, ¿porqué? — Algo traman esos tres, lo sé — ¿Intuición femenina? — Desde luego, ¿qué más podría ser? Creo que deberías ir con ellos — ¿Y averiguar lo que pasa? — Porfis — ¿Y de verdad crees que me dirán algo a mí sabiendo que estoy a tus pies? — Tienes razón, tontos tontos no son, entonces tendré que usar otros métodos — Esa mirada no me da buena espina — ¿Por qué no llamas a Andrés y lo invitas a almorzar? — ¿Así nada más porque sí? ¿No crees que será muy sospechoso? — Puedes decirle que ya encontré la solución a los problemas que tenemos — ¿Qué tenemos? — Claro, señor Rivera, sus problemas son ahora míos también, así como usted — Todo suyo, señorita Villanueva, pero no quiero que se sienta comprometida con todo ésto — Tenemos una hija, ¡no podría estar más comprometida con usted! Después de un rico beso, la niña llora interrumiendo nuestras muestras de cariño, Camilita reclama atención, ¡igualita a mí! Es tan linda, tiene unos ojitos bonitos y tiernos que me hacen querer darle el mundo entero, pero sé que debo poner límites, aunque Fernando se deja llevar por su inmenso amor y termina haciendo de todo para que no llore, creo que la volverá caprichosa con el tiempo. ANDRÉS — Esta tal Yoselín sí que es peligrosa, Joaquín, ¿cómo fue que te enredaste con ella? — pregunto, ya enterado del problema en el que está metido — Fue gracias a mi hermana — responde — ¿Pero, que no estabas ya casado? — Sí, pero en verdad no sabes cómo es Luna cuando quiere algo — Esa mujer es la peligrosa de las peligrosas — expresa Samuel — ¿En serio? — pregunto incrédulo — Ahorita está calmada por la maternidad, pero deja que la niña crezca un poquito y verás — comenta Joaquín — Oye, Samuel, ¿y cómo es que vives con ella? — pregunto — Mi mamá era la nana de la familia, por lo que los tres crecimos juntos, como hermanos, cuando Luna se independizó, se trajo a mi mamá a vivir con ella y por consecuencia a mí, en ese entonces no pretendía quedarme por mucho tiempo ya que, aunque no me lo creas, estaba comprometido, y fue un momento crucial tanto para Luna como para mí, Luna tuvo un grave accidente y esa mala mujer me destrozó el corazón en mil pedazos y me quedé, Luna ya no quiso volver a conducir un auto y me volví su chofer... — cuenta Samuel — Y su guardaespaldas, cómplice, esclavo, como le quieras llamar — interviene Joaquín — Debe ser muy divertido vivir con ella — sugiero — ¡Por supuesto! Nunca se está quieta, siempre hace locuras y cada día es una experiencia nueva. Y además, trabajar para ella me da mucho tiempo para estudiar y salir — cuenta Samuel — ¡Yo no junca te he visto tocar un libro! — menciona Joaquín — Me gusta mantener mi apariencia de chico malo, pero cuando estoy a solas en mi cuarto parece que vivo adentro de los libros — ¿Y qué estudias? — pregunto — Derecho — No sabía que ya tenía un seguidor — bromeo — ¡Tu fan número uno! — injiere Joaquín — Ja, ja... ¡esperen! Tengo una llamada de Fernando, guarden silencio. ¡Fernando! ¿Cómo amaneciste, hermano? — Muy bien, ¿y tú? — Bien, también, ¿pasa algo? — Sí, Luna dijo que ya tiene la solución a nuestros problemas de negocios y me pidió que te invitara a almorzar para hablar de ello — ¿En serio? — Sí — A ver, espérame tantito — les comento a mis nuevos amigos los que me dijo Fernando y ellos me indican que no vaya — ¿Tus malas compañías no te dieron el permiso de entrar? — sus palabras me han tomado por sorpresa — ¿Qué? No sé de qué hablas — Eres malísimo mintiendo, además, hace una hora que los vimos estacionarse afuera, debe estar muy bueno el chisme — ¡No estamos chismeando! ¡No somos mujeres! — ¿Ah, no? Bueno, no importa, podemos hablar después — ¡Fernando! Se van a enfriar tus chilaquiles! — se alcanza a escuchar la voz de Luna — Tengo que colgar, nos vemos luego — ¿Qué te dijo? — pregunta Joaquín — Que hace una hora nos vieron llegar, ¡y nos llamó chismosos! — respondo — ¿Sólo eso? — pregunta Samuel — Sí, bueno no, dijo que Luna ya tiene la solución a los problemas de Fernando, así que debo ir para hablar con ellos — Pues vamos de una vez — sugiere Samuel — Al cabo ya nos vieron — injiere Joaquín — No creo que sea prudente — comento — ¿Porqué no? — pregunta Joaquín? — Alcancé a escuchar a Luna que ya van a almorzar y no quiero interrumpir — ¿Qué dijo exactamente? — pregunta Joaquín — Que se le van a enfriar los chilaquiles — respondo — ¡¿Chilaquiles?! — exclama Samuel — ¿Estás seguro que dijo chilaquiles? — pregunta Joaquín — Sí — respondo — ¡Corre! ¡O no alcanzaremos! — exclama Joaquín — Pero... — ¡No quieres perderte ese manjar! Luego de correr un poco hacia el comedor, veo sobre la mesa los platillos ya servidos con esa delicia, Joaquín y Samuel se apresuran a tomar un lugar y Luna me recibe con una gran sonrisa. — De verdad no sabes lo que te estás perdiendo, anda — Comenta Luego de probarlos quedo anonadado, ¡es el mejor almuerzo que he probado! Ahora entiendo porqué Joaquín y Samuel se apresusaron tanto. — ¿Delicioso, verdad? — pregunta Samuel — Sí — respondo con la boca un poco llena y todos se ríen — Y la mejor parte es que la cocinera los hizo su especialidad — menciona Samuel — Doña Carmelita cocina maravilloso — injiero — ¡Esa es la mejor parte! Que no los hizo mi mamá — advierte Samuel — ¿Entonces, quién? — Luna — responde Fernando — y yo lo puedo corroborar — ¿En serio? — pregunto luego de atragantarme un poco — ¡Calma! Te prometo que no están envenenados — interviene Luna — No es por eso — respondo — no pensé que cocinaras — No soy sólo una cara bonita — se defiende — Mi hermana es todo un estuche de monerías — interviene Joaquín — Por eso se aprovecha de todos nosotros para volvernos sus esclavos — comenta Samuel bromista — Yo soy su más reciente adquisición — injiere Fernando — ¡Bienvenido a la esclavitud! — interviene Carmelita entre risas
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