LUNA
Me sorprende que piensen que aún pueden hacerme tonta al ocultarme las cosas, es obvio que Joaquín está metido en problemas, su auto está afuera y Samuel es su cómplice porque no lo veo por aquí. Veo llegar a un tercero, ¡Genial! Otro más que se une al club de los idiotas, esperaba más de tí Andrés.
— Fernando, ¿dijo Andrés si vendría hoy?
— No, a mí no me dijo nada, no sé si se habrá puesto de acuerdo con Samuel, como ya son amigos, ¿porqué?
— Algo traman esos tres, lo sé
— ¿Intuición femenina?
— Desde luego, ¿qué más podría ser? Creo que deberías ir con ellos
— ¿Y averiguar lo que pasa?
— Porfis
— ¿Y de verdad crees que me dirán algo a mí sabiendo que estoy a tus pies?
— Tienes razón, tontos tontos no son, entonces tendré que usar otros métodos
— Esa mirada no me da buena espina
— ¿Por qué no llamas a Andrés y lo invitas a almorzar?
— ¿Así nada más porque sí? ¿No crees que será muy sospechoso?
— Puedes decirle que ya encontré la solución a los problemas que tenemos
— ¿Qué tenemos?
— Claro, señor Rivera, sus problemas son ahora míos también, así como usted
— Todo suyo, señorita Villanueva, pero no quiero que se sienta comprometida con todo ésto
— Tenemos una hija, ¡no podría estar más comprometida con usted!
Después de un rico beso, la niña llora interrumiendo nuestras muestras de cariño, Camilita reclama atención, ¡igualita a mí! Es tan linda, tiene unos ojitos bonitos y tiernos que me hacen querer darle el mundo entero, pero sé que debo poner límites, aunque Fernando se deja llevar por su inmenso amor y termina haciendo de todo para que no llore, creo que la volverá caprichosa con el tiempo.
ANDRÉS
— Esta tal Yoselín sí que es peligrosa, Joaquín, ¿cómo fue que te enredaste con ella? — pregunto, ya enterado del problema en el que está metido
— Fue gracias a mi hermana — responde
— ¿Pero, que no estabas ya casado?
— Sí, pero en verdad no sabes cómo es Luna cuando quiere algo
— Esa mujer es la peligrosa de las peligrosas — expresa Samuel
— ¿En serio? — pregunto incrédulo
— Ahorita está calmada por la maternidad, pero deja que la niña crezca un poquito y verás — comenta Joaquín
— Oye, Samuel, ¿y cómo es que vives con ella? — pregunto
— Mi mamá era la nana de la familia, por lo que los tres crecimos juntos, como hermanos, cuando Luna se independizó, se trajo a mi mamá a vivir con ella y por consecuencia a mí, en ese entonces no pretendía quedarme por mucho tiempo ya que, aunque no me lo creas, estaba comprometido, y fue un momento crucial tanto para Luna como para mí, Luna tuvo un grave accidente y esa mala mujer me destrozó el corazón en mil pedazos y me quedé, Luna ya no quiso volver a conducir un auto y me volví su chofer... — cuenta Samuel
— Y su guardaespaldas, cómplice, esclavo, como le quieras llamar — interviene Joaquín
— Debe ser muy divertido vivir con ella — sugiero
— ¡Por supuesto! Nunca se está quieta, siempre hace locuras y cada día es una experiencia nueva. Y además, trabajar para ella me da mucho tiempo para estudiar y salir — cuenta Samuel
— ¡Yo no junca te he visto tocar un libro! — menciona Joaquín
— Me gusta mantener mi apariencia de chico malo, pero cuando estoy a solas en mi cuarto parece que vivo adentro de los libros
— ¿Y qué estudias? — pregunto
— Derecho
— No sabía que ya tenía un seguidor — bromeo
— ¡Tu fan número uno! — injiere Joaquín
— Ja, ja... ¡esperen! Tengo una llamada de Fernando, guarden silencio. ¡Fernando! ¿Cómo amaneciste, hermano?
— Muy bien, ¿y tú?
— Bien, también, ¿pasa algo?
— Sí, Luna dijo que ya tiene la solución a nuestros problemas de negocios y me pidió que te invitara a almorzar para hablar de ello
— ¿En serio?
— Sí
— A ver, espérame tantito — les comento a mis nuevos amigos los que me dijo Fernando y ellos me indican que no vaya
— ¿Tus malas compañías no te dieron el permiso de entrar? — sus palabras me han tomado por sorpresa
— ¿Qué? No sé de qué hablas
— Eres malísimo mintiendo, además, hace una hora que los vimos estacionarse afuera, debe estar muy bueno el chisme
— ¡No estamos chismeando! ¡No somos mujeres!
— ¿Ah, no? Bueno, no importa, podemos hablar después
— ¡Fernando! Se van a enfriar tus chilaquiles! — se alcanza a escuchar la voz de Luna
— Tengo que colgar, nos vemos luego
— ¿Qué te dijo? — pregunta Joaquín
— Que hace una hora nos vieron llegar, ¡y nos llamó chismosos! — respondo
— ¿Sólo eso? — pregunta Samuel
— Sí, bueno no, dijo que Luna ya tiene la solución a los problemas de Fernando, así que debo ir para hablar con ellos
— Pues vamos de una vez — sugiere Samuel
— Al cabo ya nos vieron — injiere Joaquín
— No creo que sea prudente — comento
— ¿Porqué no? — pregunta Joaquín?
— Alcancé a escuchar a Luna que ya van a almorzar y no quiero interrumpir
— ¿Qué dijo exactamente? — pregunta Joaquín
— Que se le van a enfriar los chilaquiles — respondo
— ¡¿Chilaquiles?! — exclama Samuel
— ¿Estás seguro que dijo chilaquiles? — pregunta Joaquín
— Sí — respondo
— ¡Corre! ¡O no alcanzaremos! — exclama Joaquín
— Pero...
— ¡No quieres perderte ese manjar!
Luego de correr un poco hacia el comedor, veo sobre la mesa los platillos ya servidos con esa delicia, Joaquín y Samuel se apresuran a tomar un lugar y Luna me recibe con una gran sonrisa.
— De verdad no sabes lo que te estás perdiendo, anda — Comenta
Luego de probarlos quedo anonadado, ¡es el mejor almuerzo que he probado! Ahora entiendo porqué Joaquín y Samuel se apresusaron tanto.
— ¿Delicioso, verdad? — pregunta Samuel
— Sí — respondo con la boca un poco llena y todos se ríen
— Y la mejor parte es que la cocinera los hizo su especialidad — menciona Samuel
— Doña Carmelita cocina maravilloso — injiero
— ¡Esa es la mejor parte! Que no los hizo mi mamá — advierte Samuel
— ¿Entonces, quién?
— Luna — responde Fernando — y yo lo puedo corroborar
— ¿En serio? — pregunto luego de atragantarme un poco
— ¡Calma! Te prometo que no están envenenados — interviene Luna
— No es por eso — respondo — no pensé que cocinaras
— No soy sólo una cara bonita — se defiende
— Mi hermana es todo un estuche de monerías — interviene Joaquín
— Por eso se aprovecha de todos nosotros para volvernos sus esclavos — comenta Samuel bromista
— Yo soy su más reciente adquisición — injiere Fernando
— ¡Bienvenido a la esclavitud! — interviene Carmelita entre risas