La vida me había golpeado de diferentes formas y por mucho que me costaba me levantaba. El día en que supe que había perdido a mi estrella y a mi pequeño agridulce, fue el peor día de mi vida; pensé que no podía existir algo peor que eso. Mi vida cambió de una manera de trescientos ochenta grados; ella se había llevado mi corazón y mis ganas de vivir; nada podría afectarme después de perder al amor de mi vida. Me equivoqué. El destino me demostraba que podía ser mucho más cruel conmigo, me estaba reviviendo a un precio muy alto; Dios me devolvía lo que me había quitado convirtiéndome en nada y nadie ante sus ojos y eso era morir de la peor manera que se podía imaginar, la mujer que llevo añorando durante meses, la mujer que amo no siente nada por mí, no reconoce, no existo para ella. Eso