17 DE MAYO DE 2007 “Signor d’Amato,” me dijo el recepcionista cuando regresé de la terraza. No estaba de guardia cuando me registré esa tarde y sonrió de oreja a oreja cuando me reconoció. “Es un gusto verle. ¿Cómo le ha ido?” Simplemente asentí sin dar una contestación. Su sonrisa se desvaneció, pero solo durante una fracción de segundo, antes de volver a su expresión anterior con un poco de esfuerzo. “Sí, Umberto, he vuelto” respondí. Fue una contestación melancólica. “Ha pasado, ¿qué, un año?” continuó él. “Sí”. La expresión de ceño fruncido regresó al rostro de Umberto. “¿Sigue buscando?” preguntó. Le devolví la mirada pero no contesté. Me enfrentaba a esta pregunta en mi cabeza a diario, pero cuando otra persona preguntaba lo mismo me resultaba difícil saber cómo responder.