Después de haber regresado de viaje, decidí reunirme con unos amigos, entre ellos estaba Matilde. Tenía dos semanas que no la veía, y se podría decir que la extrañaba, pues esa mujer me había ayudado a superar una parte del dolor. Decir que lo había eliminado por completo, sería mentir. Solo había logrado aplacarlo, su compañía me hacía bien. No la amaba, de eso estaba seguro. Conocía perfectamente el sentimiento que provocaba una persona cuando se amaba, y Matilde no despertaba más que deseo en mí.
El polvo blanco se esparció sobre la mesa, incliné mi cabeza e Inhalé de él. Pasé la mano por debajo de la nariz y dejé caer mi cuerpo hacia atrás con los ojos cerrados.
Había vuelto a probarla, creí que jamás lo haría, me rehusaba a volver a caer en ella. Sin embargo, ver a Matilde hacerlo cada vez que nos encontrábamos, me llevó de vuelta a la tentación, y caí, caí como cuando era un adolescente. Solo que está vez podía controlarme.
Después de inhalar el polvo, Matilde se acomodó sobre mi regazo, cubrió mi boca con sus labios. La ajusté de las caderas y profundicé el beso.
Rabís y los demás se acomodaron a nuestro lado, esparcieron polvo e inhalaron de él —Que putería más rica—, escupió con satisfacción. Sonreí por las expresiones y palabreos que dijeron después de haberse llenado la nariz con coca —Creo que los ángeles se han caído del cielo—, masculló Rabís. Seguí la línea de su visión y me encontré con ella. Al conectar nuestras miradas apartó la suya —Creo que ya tengo con quien pasar la noche. Ya vengo muchachos—, hizo ademán de levantarse, sin embargo, le agarré del brazo —¿Qué!?
—No te atrevas acercarte—. Mascullé. Aparté a Matilde de mis piernas.
Durante este año había sido cauteloso. Siempre cuidé que Amaru no se enterara que tenía a alguien más. No por miedo a que esto se terminara, porque esto no tenía fecha de caducidad. Si lo hacía, era porque sería denigrante para ella, saber que tenía a alguien más cuando, era ella mi esposa.
—¿Por qué? —, lo miré y dije.
—Es mi esposa. Puedes elegir a cualquiera de las demás, pero menos a ella, ¿estamos claros?
Conocía a Rabís, era de esos que cuando le gustaba algo o alguien lo tomaba, aun cuando la persona se resistiera. No era un violador, pero si las amedrantaba hasta conseguir su propósito. No podía permitir que hiciera eso con Amaru, ella no se lo merecía.
No despegué la mirada de ella hasta que desapareció —No sabía que tenías esposa—, casi nadie de mi anterior círculo lo sabía. Solo los empleados y llegados a nuestros padres tenían conocimiento de esta unión.
—Así que es ella—, masculló Matilde. La miré y sonrió forzadamente.
—Como es que, teniendo una esposa tan hermosa, andas con alguien más—, reprochó uno de mis amigos.
—Eso es algo que no les incumbe—, me levanté y fui hasta la barra. Matilde me siguió. Rodeó mi cuello con sus brazos y me llevó a sus labios. Antes de que se uniera la aparté.
—¿Vas a ignorarme el resto de la noche? —, vertí el licor en mi boca, lo tragué y pedí.
—Vete a tu casa.
—¿¡Qué!? ¿Quieres que me vaya? ¿Por qué? —, no dije nada, solicité otro trago —¿Es por esa? Ni siquiera la quieres…
Bajé del taburete, saqué el móvil y llamé a Gordon —Matilde saldrá en un momento, llévala a casa.
—No, tú no vas a enviarme a casa. Podrás sacarme de aquí, pero no me mandarás a dormir. Me iré a divertirme a otro lado.
—Puedes ir donde quieras—, me acerqué un poco más —Solo recuerda nuestro trato—, dejé un beso en su frente y me alejé.
Me senté junto a los demás. Matilde agarró la cartera y se marchó.
Continué bebiendo con los demás. Entre ratos buscaba con la mirada a Amaru. Ella era mi responsabilidad. Si me quedé era porque debía vigilar que nada le pasara.
Salió a bailar con un par de chicos. Había muchos que se le acercaban. Y el que quería propasarse sus amigos lo ahuyentaban. Solo a uno no pudieron alejar, y fue porque ella le permitió permanecer a su lado.
Cuando la mirada de ese hombre se encontró con la mía, sonrió. Vi Amaru alejarse, la seguí con la mirada. Me levanté y fui tras ella. Antes de que ingresara al baño la detuve desde el brazo y me coloqué en frente.
Me miró extrañada —¿Qué pasa contigo?
—Solo una cosa Amaru. No me importa con quién te enredes, pero no lo hagas con el último que bailaste. Con él no.
Me apartó la mano que sostenía su brazo —¿Quién eres tú para venirme a decir con quién puedo bailar o no? Yo no elijo a tus amantes. Tú tampoco elegirás a los míos.
Me apartó con un pequeño empujón e ingresó. Pasé la mano por la nariz, suspiré y regresé dónde estaban los muchachos.
—¿Dónde fuiste?
—Al baño—, dije mientras veía a esa persona desagradable acercarse.
—Cuanto tiempo sin vernos, Lewis—, miró a los demás y balbuceó —Creí que a los narcos no le permitían el ingreso a este lugar.
—No somos narcos…
—Quizás ustedes no, pero alguien que los acompaña sí. ¿Verdad, Will?
—¿Qué tal está tu cicatriz? —, preguntó Rabís —¿Acaso buscas que la reabra?
Vi que los amigos de Amaru y ella se retiraban. Me levanté e intenté pasar, sin embargo, Jeyko me detuvo desde el hombro. Dirigí la mirada a él —Tú y yo tenemos algo pendiente.
—¿Así? Recuerdo haberte derrotado—, bajé la mirada a su abdomen —Esa marca que cargas ahí, es la muestra de ello—, quité su mano de mi hombro —No suelo volver a pelear con perdedores—, pasé por su lado. Salí de la parte VIP y salí de la discoteca, subí al coche y pregunté —¿La viste subir algún coche?
—Si, se fue con los amigos.
Llegué a casa. En la entrada me dijeron que no había llegado. ¿Dónde se había metido? ¿Por qué no estaba en casa sí salió primero que yo?
Y esa noche Amaru no llegó a dormir. Cuando desperté y pregunté a la empleada por ella dijo que la cama estaba aún tendida. ¿Dónde y con quién se quedó?