Agotada.
Julie.
Me empujó hacia abajo hasta que estuve de rodillas. Su siniestra sonrisa me decía que disfrutaba verme sin aliento. Intenté levantarme un poco cuando me advirtió.
—Te reto a que te levantes —me quedé de rodillas—. Abre esta dulce boca tuya —dijo sacando su cinturón—. Quiero ver cómo se siente esta boca en mi polla…
***
Sentí su cálido aliento en mi cuello. No podía dormir en sus brazos, ni con su sabor en mi boca y mi cuerpo dolorido. Me estremecí pensando en las cosas que me había hecho. Y, con él diciéndome lo decepcionado que estaba de mí… me pregunté si escuché alguna vez a un hombre que quisiera que su mujer tuviera experiencia.
Sabía que él tenía derecho sobre mi cuerpo, pero ¿no era yo… su responsabilidad también? Ni siquiera podía dormir cuando él estaba a mi lado, solo podía pensar en cómo iba a vivir toda mi vida con él. Cerré los ojos por enésima vez para verle solo sonriendo sobre mí, gritando sobre o mi, o masturbándose dentro de mí. Ni una sola vez me sentí amada o segura en sus manos. Cada vez que me toca, se me eriza la piel y pasar horas mientras él duerme plácidamente sobre mí, era una tortura que sabía que iba a vivir durante años.
Pero entonces recordé que en cualquier momento él quería dejarme. Y, eso me hizo sentir aún más insegura de la vida que estaba viviendo ahora.
Cuando terminé de prepararlo estaba deseando retirarme a la cama. Pero no me atreví a mostrárselo. No estaba preparada para ninguna burla por su parte. Peter ya estaba aquí y le esperaba en el salón de esta amplia suite. Esta vez no me inmuté cuando vino a besar la comisura de mi boca.
—¿Peter? —Matteo señaló a Peter y me sorprendí cuando Peter se dirigió a mí.
—Señora Lucca —el hombre tenía la cabeza baja.
—¿Qué? —Pregunté y Matteo que estaba saliendo casualmente de la suite se detuvo para decir.
—Te irás con él. ¿Recuerdas que ibas de compras? Debes dejar el hotel.
—No… yo—
—¿Has dicho que no? —Me cortó y me quedé mirando sin comprender.
—No quiero que me mandes… a comprar nada.
Estoy cansada… agotada. Solo podía decir esto en mi mente.
—¡Ya quisieras! —Me cortó y di unos pasos en dirección a Matteo, pero se fue.
Me sentía muy cansada cuando escuché la voz de Peter.
—Sra. Lucca, puede prepararse para que podamos… salir.
Volví a mi habitación y me puse un vestido antes de hacerme un moño. Me pregunto cómo es que no tenía dinero para las compras, pero luego al pensar que me está enviando con Peter traté de no tener nada en mi mente ahora.
Salí y me pregunté si este tipo Peter siempre fue así de tieso, o, hoy es una excepción. Llevaba las gafas de sol puestas porque lo último que querría es que alguien me mirara a los ojos. La recepcionista me pasó una sonrisa y yo también le devolví el favor. Estaba muy cansada y triste. Me subí al coche y estuve mirando las vías laterales sin ningún interés.
Después de casi diez minutos nos metimos en la zona menos concurrida y pronto la carretera dejó de tener nada alrededor. Parecía que estábamos llegando a las alturas y entonces… en la nada el coche se detuvo.
—¿Peter? —Susurré y recibiendo la señal me contestó:
—Se supone que debes estar en este coche hasta que su trabajo no termine.
—¿Qué? Estás bromeando, ¿verdad? —Tenía un pánico en mi voz.
—No —miró por el espejo y respondió.
Abrí el coche y me bajé. No me detuvo y lo agradecí. Caminé hasta encontrarme por encima de la ciudad. Solo pasaron unos minutos cuando me encontré con que Peter salía.
—¿Sra. Lucca? Por favor, suba al coche. Puedo dejarla sola un rato si quiere —Tragué saliva con fuerza ante su oferta, entonces me di la vuelta y entré en el coche.
Tenía razón. No volvió y no pude evitar romperme. Lloré con fuerza en un intento de sacar todo lo que me pesaba. Nunca había soñado con meterme en una situación tan compleja. Me tumbé en el asiento trasero e intenté cerrar los ojos.
No sé cuándo, pero escuché un sonido peculiar. Al abrir los ojos gemí antes de levantar la vista con los ojos semicerrados. Unos hombres de unos treinta años rodeaban el coche. Encontré a dos de ellos tapando las ventanas con cinta adhesiva. Supongo que querían saber si había alguien sentado dentro.
Me enderecé y en pocos segundos estaba hiperventilando. Rápidamente miré a mi alrededor para comprobar que eran seis. Los golpes en la ventana se hicieron más fuertes. Supongo que sabían que había alguien dentro.
Pronto, encontré al que estaba de pie delante del coche recogiendo una piedra. Sabía lo que estaba haciendo y grité más fuerte llevándome las manos a la boca. Salté a un lado cuando lanzó la piedra contra el espejo. Pero solo se hizo un enorme chasquido sin romperse. Uno de los hombres estaba intentando algo con la puerta del coche y yo temblaba cogiéndome la cabeza con las manos.
Pronto, oí que se disparaba un arma de fuego y me dio mucho miedo. Los hombres se dispersaron antes de salir corriendo. Solo unos minutos más tarde encontré a Peter entrando, que solo me dirigió una mirada, pero no pronunció ninguna palabra.
—Lo siento, estaba parado lejos para captar las señales de mi móvil —Y esto me hizo recordar que no usaba el mío, pero… O podía pensar en ese momento.
Traté de controlarme, pero mis brazos se congelaban y mi boca temblaba. Peter empezó a dar vueltas con el coche por la ciudad y continuó durante cinco horas hasta que finalmente se detuvo en el aparcamiento del hotel.
—¿Sra. Lucca? Espero que pueda tomar el ascensor —Pidió Peter y me dirigí al ascensor. Pero en el momento en que se cerró el ascensor no pude evitar que saliera un sollozo.
Salí del ascensor en la planta VIP. La planta solo tenía dos suites. Al llegar a la puerta solo la encontré entreabierta. Eso solo significaba una cosa. Matteo ya estaba dentro. Al entrar, cerré la puerta tras de mí y solo recibí la fuerte voz de Matteo mientras gritaba sobre alguna compañía que no era digna de su tiempo.
Se fijó en mí, pero no parecía tener tiempo. Entré y solo noté una habitación llena de flores. La cama también estaba decorada. Me pregunté si sería Matteo, pero no tenía fuerzas ahora. Me quité las gafas de sol y me entró un escalofrío en el cuerpo pensando en lo que podría haber salido mal si Peter no hubiese llegado a tiempo.
Me froté los ojos y olfateé dando gracias a Dios. Me puse una lencería negra antes de retirarme a la cama, pero él no vino hasta que ya estaba dormida.
—¿Despierta? —Abrí los ojos muy lentamente para encontrarme con la mano de Matteo frotando mi pecho mientras se acostaba a mi lado. Y, su mano… su agarre fue suficiente para ponerme en el tipo de alerta en el que nadie puede dormir.
No sé qué le dijo mi cara, pero no tardó en sonreír.
—Te molesta ir de compras… —Susurró antes de bajarme la lencería lo suficiente como para tener mis pechos al descubierto. Su boca se acercó para chupar mi pezón con fuerza antes de tomarlo en su boca para frotar su lengua sobre él. Con un sonido me dejó y vino a mirarme a los ojos—. Cariño, ya estás pagada en su totalidad…
—Matteo, hoy… yo… —En lugar de explicar un sollozo salió de mi boca. No sé por qué quería contarle lo que había pasado. Pero lo único que encontré fue que se me vino encima.
—No te atreves a pensar que todo esto lo hice por ti… fueron los del hotel los que hicieron… este detalle —Sus pies rozaban mi pierna mientras su boca se perdía en mi cuello.
Sus muslos me inmovilizaban cuando se acercó a besar mi boca.
—Joder, qué buena estás hoy —Maldijo mientras yo tragaba saliva preguntándome cómo no había entendido que tenía fiebre—. Bueno, supongo que es nuestro primer viaje después de nuestra boda. Podemos llamarlo nuestra luna de miel.
Separó mis piernas con sus rodillas y solo retiró el cordón con su mano un poco hacia un lado.
—¡Joder! —Maldijo tocando mi zona.
—Matteo… —intenté, pero solo obtuve como respuesta.
—¡Señor! ¡Se te olvida mucho!
Tenía la respiración entrecortada y todo se movía en mi cabeza cuando se introdujo en mí. Se me empañaron los ojos por la clase de intrusión que mi cuerpo menos quería ahora. Odié su aliento sobre mi cuerpo ya caliente, pero lo vi desaparecer antes de perderme en la oscuridad.
Me levanté con una aguja clavada en el dorso de la mano. Fue después de tanto tiempo que sentí que dormía. Miré a mi izquierda a Matteo que dormía a mi lado. Y, empecé a preguntarme sobre la vida. La poca luz que salía de las cortinas me decía que se acercaba la mañana.
Él se removió después de una hora y no tardó en mirarme. Me quedé mirando su estado. Parece que solo ha dormido unas horas.
—¡Me has dado un susto de muerte!
—¿Qué ha pasado? —pregunté.
—Es que aún no te he utilizado lo suficiente… Y, ¿por qué carajo no me contaste lo que pasó con Peter?
No sé por qué no me sorprendió mucho su comportamiento. Tal vez me había acostumbrado a su tono.
—Lo intenté.
—No, no lo intentaste.
Entonces, el error fue de nuevo mío. No quería quedarse ni un solo segundo y él hizo una llamada para avisarle a Peter que estábamos listos para irnos.
—Ni siquiera puedes cuidar de ti mismo. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Hacer de niñera? Si tienes fiebre díselo a Peter o llama al personal del hotel. ¡Hazte un puto chequeo! —El viaje de vuelta a Italia fue igual.
Llegamos a nuestra casa y solo encontramos a un tipo que no reconocí. Pero parecía estar esperando a Matteo. Una sonrisa muy juguetona llegó a su cara cuando me miró.
—Entra —oí que Matteo siseaba cerca de mi oído. Eso de alguna manera era una señal de que no quería que tuviera nada con el invitado. Y, además, la forma en que la persona tenía una sonrisa burlona en la boca… no me permitió devolverle el favor de sonreír antes de retirarme a mi habitación…
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