Mala adicción
Julie.
Habían pasado tres días desde que volvimos de ese viaje. Intentaba dormir lo que me faltaba o me aseguraba de tomar una taza de café antes de que él llegara. Sólo tenía cinco vestidos que había colocado en una esquina con mis zapatos debajo, y algunas joyas en el espejo del tocador. Todavía no había visto todo el lugar y ni siquiera tenía ganas. Me apeteció salir al césped a pasear por aire fresco, porque ahora mismo estaba serena, pero por la hora en la que me levanté solo me daba a penas una hora de tranquilidad antes de su llegada. Y, los fines de semana... no quería ni pensar en los fines de semana.
El Sr. Lucca me llamó dos veces. Primero, para preguntarme por mi estado y segundo para decirme que estaba decepcionado por haber dejado mi coche en algún lugar donde los problemas llegaran fáciles. Más tarde, él fue informado por alguien, que yo no había conducido hasta ese lugar desierto, que no había sido mi error, y llamó de vuelta para decir que no supo esto antes. Me pregunto por qué estaba recibiendo sus llamadas todavía.
Me levanté y terminé de bañarme. Había llamado para que trajeran mi desayuno antes de meterme a la ducha y sabía que no demorarían nada para que estuviesen aquí. Pero en lugar de eso, escuché el teléfono fijo. Salí de la habitación de Matteo para pasar el pequeño espacio que hay entre su habitación y el estudio, y me dirigí a su mesa para recibir la llamada.
—Hola…
—Hola, cariño, hoy voy a cenar fuera. Quiero que me acompañes. Entonces, ¿estás lista a las siete en punto? Pero... no quiero que mires mi comida. Así que asegúrate de comer bien antes de salir —Por supuesto, él me lo había dicho muchas veces, no ve a las mujeres como yo que atrapan a los hombres por el estatus, comiendo a su lado. Según él, yo jugaba sucio. Y, dijo todo esto sin que yo le diera ninguna razón o estímulo.
Él solo sabe gritar o quejarse.
—Lo haré —susurré y me pregunté si lo había hecho todo para vengarse de mí por haber recibido el dinero. Porque aunque este fuera el caso, ya estaba harta de sus berrinches.
Terminando con mi comida fui a arreglarme. Elegí ponerme un vestido blanco y lo combiné con mis colgantes de plata. El mismo que llevé en mi boda. Mantuve mi maquillaje ligero y acomodé mi cabello rizado y rebelde en sus formas naturales con un poco de gel y me negué a alisarlo. Estaba cansada de alisarlo todos los días y sabía que también me quedaban bien.
Todavía quedaba una hora y media cuando sentí que llamaban a mi puerta. Al abrir la puerta, me encontré con una mujer con un vestido muy exquisito. Y, supe que mi cara decía “¿qué demonios?”
—Sra. Lucca —La mujer comenzó con una voz muy suave y falsa. Recordé que era la misma mujer que encontré en este lugar en mi primer día detrás de un bar.
—¿Sí? —pregunté y, me dije a mi misma el por qué vagaban por la casa con esos vestidos tan cortos. ¿No podían seguir al resto del personal y seguir el uniforme? Quiero decir que sería mucho mejor.
—Los invitados del Sr. Lucca están aquí... ¿puede decir quién debe ir para servirlos?
—¿Qué? —No pude entender lo que me pedía.
—Sasha solía decir quiénes irían... pero en su ausencia, creo que deberías hacerlo tú.
—Yo... no conozco a ningún personal de aquí en persona... ¿quién crees que debería? —Pregunté saliendo para llegar a los invitados.
—Puedo ir yo y mi amigo...
—¿A cuántas personas quieres atender solamente? ¿No sería suficiente? — Pregunté
—Son tres así que... —Ella se interrumpió.
—¿Quiénes son estos invitados? Quiero decir, ¿son sus amigos? ¿Asociados?
—¿Sra. Lucca?… está descalza —La mujer me señaló haciendo que me mirara los pies mientras bajaba las escaleras.
—¡Oh! —susurré—. Bien... ve tú... asegúrate de servirles. Pregúntales qué les gustaría tener en la cena.
—Claro —me dedicó una sonrisa muy dulce que realmente me incomodó por algunas razones.
Subí a ponerme uno de mis tacones y me miré en el espejo antes de bajar. Bajé las escaleras y sólo encontré la sala de estar de la entrada vacía. La última vez su amigo le estaba esperando aquí. Así que no lo sabía. Entré en la zona de atrás de nuevo para notar el área bien iluminada a diferencia de mis últimas veces aquí. Pero aún así, el lugar estaba vacío. Miré a la mujer de la esquina que preparaba las bebidas y cogía las cosas en el carrito.
—¿Dónde están los invitados del Sr. Lucca? —Pregunté, pero obtuve una expresión de aburrimiento por parte de la mujer.
—En el ala sur... primer piso.
—Gracias —Respondí antes de alejarme y pasar más adelante por los pasillos para llegar al ala sur. Estaba a punto de subir las escaleras cuando me encontré con el mayordomo.
—¿Sra. Lucca? —me preguntó el señor Colombo.
—¿Sí? —respondí-
—¿A dónde va? —Preguntó y parecía inseguro.
—A ver a los invitados —Le contesté y subí las escaleras hasta el primer piso y fue entonces cuando los oí parlotear. No me concentraba en quién decía qué, pero podía oírlos reír.
Tomé un largo respiro antes de poner una enorme sonrisa en mi cara pero en el momento en que mis ojos se dirigieron a la zona de estar del primer piso, mi cara fue de horror. Vi a dos hombres más o menos de la edad de mi marido tumbados con las camisas casi desabrochadas, y con la mujer en el regazo.
—Ella es de la que hablaba —Habló el que tenía la cara muy cuadrada. Era el mismo en el que me fijé cuando volví de Mauricio.
—¡Joder! Está muy buena —Dijo el otro haciéndome mirar a la mujer que vino a hablarme de estos invitados.
—Son los invitados del señor Lucca —Me quedé sin aliento antes de responder y se rió mirando de nuevo al invitado que se movía bajo ella. Y, en el momento en que mis ojos se posaron en la tensión detrás de los pantalones de esa persona tuve que decir:
—Les pido que abandonen esta propiedad inmediatamente… —No grité, pero mi voz fue efectivamente clara.
—¿Quién coño es ella para hablar así? —Dijo uno de ellos.
Estaba literalmente temblando al hacerlo pero estaba segura de que era más por la ira. Las dos mujeres se quedaron perplejas mientras me miraban. Y, el otro hombre nuevo tenía furia en su rostro.
—Nada especial... he oído que también ha cogido dinero de Matteo —Las palabras de la rubia fueron suficientes para quemarme.
—¡Eso no es asunto tuyo! ¡Y, tú también te verás fuera en este instante! —Le dije a esa mujer, pero grité al sentir un par de manos alrededor mío.
—Me gusta tu pelo —Sólo pude girar la cabeza para encontrar un par de ojos marrones que me miraban fijamente. Y, lo único que estaba haciendo era zafarme de su férreo agarre a mi alrededor.
—¡Déjame! —grité, pero en el momento en que sentí que ese tipo se frotaba detrás de mí, grité más fuerte—: ¡Sr. Colombo!
Le arañé las manos cuando vino a sujetarme el pecho pero pronto me encontré con que el Sr. Colombo gritándole al hombre.
—¡Es la señora Lucca! —El hombre me soltó y casi salgo abofeteando su cara—. Es la señora de la casa. Estoy seguro de que sabe que debe abandonar este lugar en este instante.
Tenía la cabeza agachada mientras me negaba a mirarlos cuando me encontré con que los tres se iban en menos de un minuto.
—¿Cómo puede ser diferente? El Sr. Lucca dijo... —Empezó una de las mujeres, pero el señor Colombo se apresuró a añadir.
—Pregúntale al Sr. Lucca…
No me quedé más tiempo allí y me dirigí a mi habitación. Me quité los zapatos para dejarlos sólo en el suelo. Me saqué los colgantes para tirarlos antes de saltar a la cama para llorar más fuerte. Más fuerte de lo que nunca había llorado. Quería volver a casa. Tenía muchas ganas de volver a mi antigua vida.
Matteo.
—Sabía... sabía que iba a pasar —le dije a Peter mientras una de mis secretarias me servía vino.
—Felicidades, señor Lucca —sostuve la copa en alto antes de vaciarla de un solo trago.
—¡Joder! Negociémoslo por sólo cinco años. Y, recuerde, sin importar las condiciones, mi empresa mantendrá el noventa por ciento del proyecto Riverland en todo momento.
—Nunca imaginé que empezaríamos a recibir ofertas tan pronto —mencionó Peter.
—En un solo día, Peter, en un solo día vamos a recibir más de cien mil millones de dólares de Rusia y China, y esto es sólo el principio —Le miré. Sabía que él tampoco tenía nada que decir— Pregúntame cualquier cosa hoy, literalmente cualquier cosa —Le ofrecí mientras él tomaba un largo respiro antes de decir.
—No sé. ¿Puedo tomarme un tiempo? —Preguntó mientras yo no podía evitar reírme.
—¡Tómate todo el tiempo que quieras! —le dije y me giré para mirar la vista desde mi despacho—. Joder, qué alto estoy…
—¿Sr. Lucca? He retrasado una semana la llamada de la señora Russo para usted. Está arriba...
—¿Quién es la Sra. Russo? —Me giro y le miro a los ojos—. ¿Cuánto poseía? ¿Unos veinticinco mil millones de dólares? ¿Crees que es digna de todo el lío en el que nos íbamos a meter por ella... asesinando a sus tíos... primos? ¡Que se joda! No arruines el momento Peter —No pude evitar reírme al final.
Me di la vuelta para sólo escuchar.
—Bueno, lo digo en serio… ¿Tal vez sea la suerte de la Sra. Lucca? Su estrella le sienta bien... supongo —Me di la vuelta para mirarle con una ceja levantada.
—¡Y, para qué crees que vengo a la oficina! ¡Por el amor de Dios! Deja de arruinar mi humor!
Esto me hizo recordar a aquella mujer con la boca pequeña. Y, lo mucho que mi mano amaba tirar de su pelo. Me encantaba tirarle del pelo cada vez. Me pregunto si se merecía un pequeño regalo. Hasta ahora no le había dado nada. El dinero se lo pagaba mi padre a ella. Y, aunque le he contado mil veces lo que he gastado en ella. Todos mis esclavos fueron pagados también. Y, siguen recibiendo regalos y cenas.
Sé que he pagado por mi mujer mucho más de lo que pagaría por una esclava, pero puedo pensar que comprar una esclava virgen, estaba sobrevalorada, y nunca mostré ningún interés en ese tipo de cosas, pensando en por qué debía pagar más.
Pero seguro que conocer y mantener a una mujer que solo has tocado tú, da un tipo de satisfacción diferente a mi ego masculino. Se siente tan limpia y pura. Sonreí recordando su cara roja.
—El Sr. Saud en línea para usted —habló Peter desde atrás y pasé a recibir la llamada. Me felicitó tras conocer la noticia de mi proyecto. El hombre era un jeque de los Emiratos Árabes Unidos y la persona que me introdujo a tener esclavos hace cinco años. Y, al ver lo fácil que es no gastar tiempo para conseguir una buena cogida fue increíble y eso también viene con la higiene.
Terminé mi llamada con el Sr. Saud para ver cómo he recibido dos llamadas del Sr. Colombo y eso fue demasiado extraño.
Volví a llamar para sólo escuchar la noticia que tenía para mí.
—¡Qué demonios! —Exigí una explicación.
—Lorenzo y sus amigos... La señora Lucca creía que eran invitados y...
—¡Echalos de mi casa! —grité antes de salir corriendo de mi oficina. Mi coche sólo arrancó cuando recibí una llamada del Sr. Colombo.
—Se fueron… —me dijo haciendo que mi respiración se relajara.
—¿Dónde está ella? —Pregunté.
—En su habitación, Sr. Lucca... —Me contestó.
—Quiero que me des todos los detalles... —Apreté los dientes mientras estaba a punto de lanzar mi teléfono. Era como el peor día. Estaba cabreado por dejar que esa chica estuviera en algún espacio de mi mente y me hiciera actuar de esta manera. Ella era como una mala adicción. Y, algo me decía que ella me costaría más de lo necesario un día si no la mantenía en la raya.
Habían pasado tres días desde que volvimos de ese viaje. Intentaba dormir lo que me faltaba o me aseguraba de tomar una taza de café antes de que él llegara. Sólo tenía cinco vestidos que había colocado en una esquina con mis zapatos debajo, y algunas joyas en el espejo del tocador. Todavía no había visto todo el lugar y ni siquiera tenía ganas. Me apeteció salir al césped a pasear por aire fresco, porque ahora mismo estaba serena, pero por la hora en la que me levanté solo me daba a penas una hora de tranquilidad antes de su llegada. Y, los fines de semana... no quería ni pensar en los fines de semana.
El Sr. Lucca me llamó dos veces. Primero, para preguntarme por mi estado y segundo para decirme que estaba decepcionado por haber dejado mi coche en algún lugar donde los problemas llegaran fáciles. Más tarde, él fue informado por alguien, que yo no había conducido hasta ese lugar desierto, que no había sido mi error, y llamó de vuelta para decir que no supo esto antes. Me pregunto por qué estaba recibiendo sus llamadas todavía.
Me levanté y terminé de bañarme. Había llamado para que trajeran mi desayuno antes de meterme a la ducha y sabía que no demorarían nada para que estuviesen aquí. Pero en lugar de eso, escuché el teléfono fijo. Salí de la habitación de Matteo para pasar el pequeño espacio que hay entre su habitación y el estudio, y me dirigí a su mesa para recibir la llamada.
—Hola…
—Hola, cariño, hoy voy a cenar fuera. Quiero que me acompañes. Entonces, ¿estás lista a las siete en punto? Pero... no quiero que mires mi comida. Así que asegúrate de comer bien antes de salir —Por supuesto, él me lo había dicho muchas veces, no ve a las mujeres como yo que atrapan a los hombres por el estatus, comiendo a su lado. Según él, yo jugaba sucio. Y, dijo todo esto sin que yo le diera ninguna razón o estímulo.
Él solo sabe gritar o quejarse.
—Lo haré —susurré y me pregunté si lo había hecho todo para vengarse de mí por haber recibido el dinero. Porque aunque este fuera el caso, ya estaba harta de sus berrinches.
Terminando con mi comida fui a arreglarme. Elegí ponerme un vestido blanco y lo combiné con mis colgantes de plata. El mismo que llevé en mi boda. Mantuve mi maquillaje ligero y acomodé mi cabello rizado y rebelde en sus formas naturales con un poco de gel y me negué a alisarlo. Estaba cansada de alisarlo todos los días y sabía que también me quedaban bien.
Todavía quedaba una hora y media cuando sentí que llamaban a mi puerta. Al abrir la puerta, me encontré con una mujer con un vestido muy exquisito. Y, supe que mi cara decía “¿qué demonios?”
—Sra. Lucca —La mujer comenzó con una voz muy suave y falsa. Recordé que era la misma mujer que encontré en este lugar en mi primer día detrás de un bar.
—¿Sí? —pregunté y, me dije a mi misma el por qué vagaban por la casa con esos vestidos tan cortos. ¿No podían seguir al resto del personal y seguir el uniforme? Quiero decir que sería mucho mejor.
—Los invitados del Sr. Lucca están aquí... ¿puede decir quién debe ir para servirlos?
—¿Qué? —No pude entender lo que me pedía.
—Sasha solía decir quiénes irían... pero en su ausencia, creo que deberías hacerlo tú.
—Yo... no conozco a ningún personal de aquí en persona... ¿quién crees que debería? —Pregunté saliendo para llegar a los invitados.
—Puedo ir yo y mi amigo...
—¿A cuántas personas quieres atender solamente? ¿No sería suficiente? — Pregunté
—Son tres así que... —Ella se interrumpió.
—¿Quiénes son estos invitados? Quiero decir, ¿son sus amigos? ¿Asociados?
—¿Sra. Lucca?… está descalza —La mujer me señaló haciendo que me mirara los pies mientras bajaba las escaleras.
—¡Oh! —susurré—. Bien... ve tú... asegúrate de servirles. Pregúntales qué les gustaría tener en la cena.
—Claro —me dedicó una sonrisa muy dulce que realmente me incomodó por algunas razones.
Subí a ponerme uno de mis tacones y me miré en el espejo antes de bajar. Bajé las escaleras y sólo encontré la sala de estar de la entrada vacía. La última vez su amigo le estaba esperando aquí. Así que no lo sabía. Entré en la zona de atrás de nuevo para notar el área bien iluminada a diferencia de mis últimas veces aquí. Pero aún así, el lugar estaba vacío. Miré a la mujer de la esquina que preparaba las bebidas y cogía las cosas en el carrito.
—¿Dónde están los invitados del Sr. Lucca? —Pregunté, pero obtuve una expresión de aburrimiento por parte de la mujer.
—En el ala sur... primer piso.
—Gracias —Respondí antes de alejarme y pasar más adelante por los pasillos para llegar al ala sur. Estaba a punto de subir las escaleras cuando me encontré con el mayordomo.
—¿Sra. Lucca? —me preguntó el señor Colombo.
—¿Sí? —respondí-
—¿A dónde va? —Preguntó y parecía inseguro.
—A ver a los invitados —Le contesté y subí las escaleras hasta el primer piso y fue entonces cuando los oí parlotear. No me concentraba en quién decía qué, pero podía oírlos reír.
Tomé un largo respiro antes de poner una enorme sonrisa en mi cara pero en el momento en que mis ojos se dirigieron a la zona de estar del primer piso, mi cara fue de horror. Vi a dos hombres más o menos de la edad de mi marido tumbados con las camisas casi desabrochadas, y con la mujer en el regazo.
—Ella es de la que hablaba —Habló el que tenía la cara muy cuadrada. Era el mismo en el que me fijé cuando volví de Mauricio.
—¡Joder! Está muy buena —Dijo el otro haciéndome mirar a la mujer que vino a hablarme de estos invitados.
—Son los invitados del señor Lucca —Me quedé sin aliento antes de responder y se rió mirando de nuevo al invitado que se movía bajo ella. Y, en el momento en que mis ojos se posaron en la tensión detrás de los pantalones de esa persona tuve que decir:
—Les pido que abandonen esta propiedad inmediatamente… —No grité, pero mi voz fue efectivamente clara.
—¿Quién coño es ella para hablar así? —Dijo uno de ellos.
Estaba literalmente temblando al hacerlo pero estaba segura de que era más por la ira. Las dos mujeres se quedaron perplejas mientras me miraban. Y, el otro hombre nuevo tenía furia en su rostro.
—Nada especial... he oído que también ha cogido dinero de Matteo —Las palabras de la rubia fueron suficientes para quemarme.
—¡Eso no es asunto tuyo! ¡Y, tú también te verás fuera en este instante! —Le dije a esa mujer, pero grité al sentir un par de manos alrededor mío.
—Me gusta tu pelo —Sólo pude girar la cabeza para encontrar un par de ojos marrones que me miraban fijamente. Y, lo único que estaba haciendo era zafarme de su férreo agarre a mi alrededor.
—¡Déjame! —grité, pero en el momento en que sentí que ese tipo se frotaba detrás de mí, grité más fuerte—: ¡Sr. Colombo!
Le arañé las manos cuando vino a sujetarme el pecho pero pronto me encontré con que el Sr. Colombo gritándole al hombre.
—¡Es la señora Lucca! —El hombre me soltó y casi salgo abofeteando su cara—. Es la señora de la casa. Estoy seguro de que sabe que debe abandonar este lugar en este instante.
Tenía la cabeza agachada mientras me negaba a mirarlos cuando me encontré con que los tres se iban en menos de un minuto.
—¿Cómo puede ser diferente? El Sr. Lucca dijo... —Empezó una de las mujeres, pero el señor Colombo se apresuró a añadir.
—Pregúntale al Sr. Lucca…
No me quedé más tiempo allí y me dirigí a mi habitación. Me quité los zapatos para dejarlos sólo en el suelo. Me saqué los colgantes para tirarlos antes de saltar a la cama para llorar más fuerte. Más fuerte de lo que nunca había llorado. Quería volver a casa. Tenía muchas ganas de volver a mi antigua vida.
Matteo.
—Sabía... sabía que iba a pasar —le dije a Peter mientras una de mis secretarias me servía vino.
—Felicidades, señor Lucca —sostuve la copa en alto antes de vaciarla de un solo trago.
—¡Joder! Negociémoslo por sólo cinco años. Y, recuerde, sin importar las condiciones, mi empresa mantendrá el noventa por ciento del proyecto Riverland en todo momento.
—Nunca imaginé que empezaríamos a recibir ofertas tan pronto —mencionó Peter.
—En un solo día, Peter, en un solo día vamos a recibir más de cien mil millones de dólares de Rusia y China, y esto es sólo el principio —Le miré. Sabía que él tampoco tenía nada que decir— Pregúntame cualquier cosa hoy, literalmente cualquier cosa —Le ofrecí mientras él tomaba un largo respiro antes de decir.
—No sé. ¿Puedo tomarme un tiempo? —Preguntó mientras yo no podía evitar reírme.
—¡Tómate todo el tiempo que quieras! —le dije y me giré para mirar la vista desde mi despacho—. Joder, qué alto estoy…
—¿Sr. Lucca? He retrasado una semana la llamada de la señora Russo para usted. Está arriba...
—¿Quién es la Sra. Russo? —Me giro y le miro a los ojos—. ¿Cuánto poseía? ¿Unos veinticinco mil millones de dólares? ¿Crees que es digna de todo el lío en el que nos íbamos a meter por ella... asesinando a sus tíos... primos? ¡Que se joda! No arruines el momento Peter —No pude evitar reírme al final.
Me di la vuelta para sólo escuchar.
—Bueno, lo digo en serio… ¿Tal vez sea la suerte de la Sra. Lucca? Su estrella le sienta bien... supongo —Me di la vuelta para mirarle con una ceja levantada.
—¡Y, para qué crees que vengo a la oficina! ¡Por el amor de Dios! Deja de arruinar mi humor!
Esto me hizo recordar a aquella mujer con la boca pequeña. Y, lo mucho que mi mano amaba tirar de su pelo. Me encantaba tirarle del pelo cada vez. Me pregunto si se merecía un pequeño regalo. Hasta ahora no le había dado nada. El dinero se lo pagaba mi padre a ella. Y, aunque le he contado mil veces lo que he gastado en ella. Todos mis esclavos fueron pagados también. Y, siguen recibiendo regalos y cenas.
Sé que he pagado por mi mujer mucho más de lo que pagaría por una esclava, pero puedo pensar que comprar una esclava virgen, estaba sobrevalorada, y nunca mostré ningún interés en ese tipo de cosas, pensando en por qué debía pagar más.
Pero seguro que conocer y mantener a una mujer que solo has tocado tú, da un tipo de satisfacción diferente a mi ego masculino. Se siente tan limpia y pura. Sonreí recordando su cara roja.
—El Sr. Saud en línea para usted —habló Peter desde atrás y pasé a recibir la llamada. Me felicitó tras conocer la noticia de mi proyecto. El hombre era un jeque de los Emiratos Árabes Unidos y la persona que me introdujo a tener esclavos hace cinco años. Y, al ver lo fácil que es no gastar tiempo para conseguir una buena cogida fue increíble y eso también viene con la higiene.
Terminé mi llamada con el Sr. Saud para ver cómo he recibido dos llamadas del Sr. Colombo y eso fue demasiado extraño.
Volví a llamar para sólo escuchar la noticia que tenía para mí.
—¡Qué demonios! —Exigí una explicación.
—Lorenzo y sus amigos... La señora Lucca creía que eran invitados y...
—¡Echalos de mi casa! —grité antes de salir corriendo de mi oficina. Mi coche sólo arrancó cuando recibí una llamada del Sr. Colombo.
—Se fueron… —me dijo haciendo que mi respiración se relajara.
—¿Dónde está ella? —Pregunté.
—En su habitación, Sr. Lucca... —Me contestó.
—Quiero que me des todos los detalles... —Apreté los dientes mientras estaba a punto de lanzar mi teléfono. Era como el peor día. Estaba cabreado por dejar que esa chica estuviera en algún espacio de mi mente y me hiciera actuar de esta manera. Ella era como una mala adicción. Y, algo me decía que ella me costaría más de lo necesario un día si no la mantenía en la raya.