Capítulo 2-1

1474 Words
2 El médico insistió en que Carmen pasara otra noche en el ala médica, preocupado por su pérdida de sangre y con el deseo de asegurarse de que estaba completamente recuperada. Ariel miró a su alrededor: Trisha estaba sentada en una silla cerca de la pared, donde podía estirarse un poco, con la gigantesca criatura dorada acurrucada a sus pies, y la sala había pasado a estar casi completamente vacía. Solo quedaban dos hombres en la unidad médica. Debía de ser tarde, o eso le parecía a Ariel a juzgar por su reloj interno. Carmen y ella estaban hablando en voz baja sobre lo que había pasado. ―¿Y qué hay de Cara? ―preguntó Carmen en voz baja, sin querer molestar a Trisha, que parecía completamente exhausta―. ¿Ha conseguido escapar? ―No estoy segura. No la he visto por aquí, así que espero que lo lograse ―respondió Ariel―. Estaba cerca de Abby, y Abby, Cara y el otro tipo todavía estaban en la carretera cuando nos teletransportaron aquí. Todavía no me entra en la cabeza que cuenten con esa clase de tecnología. Espero con toda mi alma que sean amistosos y que no planeen atacar la Tierra; si lo hacen estaremos en mucha desventaja ―susurró, mirando por encima del hombro. Carmen asintió. ―¿Te han parecido amenazantes en algún momento? ―No. ―Ariel frunció el ceño―. De hecho, más bien todo lo contrario. Estaban decididos a salvar a Abby, y cuando les supliqué que te ayudasen, lo hicieron. Nos han tratado excepcionalmente bien. ―¿Cómo es posible que comprenda todo lo que dicen? Oigo lo que sale de sus bocas y no es inglés, pero mi mente lo entiende todo ―dijo Carmen, pasándose la mano sobre la oreja izquierda. ―Nos pusieron alguna clase de traductor en los oídos. Sea lo que sea, les traduce todo lo que decimos y a nosotras lo que ellos dicen ―respondió Ariel, dirigiéndole un ceño sombrío a uno de los hombres que seguían en la unidad médica y que llevaba ya un buen rato mirándolas fijamente. Los ojos de Carmen siguieron los suyos y vio al enorme hombre que la miraba con evidente deseo. Carmen negó con la cabeza y sonrió con suficiencia; parecía que no importaba a qué especie pudiese pertenecer un hombre. Si tenía pene, se comportaba como un cabrito. Por desgracia para aquel grandullón, estaba babeando por la mujer equivocada. Carmen le dirigió una mirada que dejaba más que claro que estaba malgastando su tiempo y, para mayor desgracia del desconocido, este no pareció captar el mensaje. Carmen le dio un codazo a Ariel cuando vio el modo en que los ojos del hombre adoptaban un aire de determinación; parecía que había llegado el momento de repartir unas cuantas patadas. ―Ariel, despierta a Trisha ―le susurró a Ariel, irguiéndose en la cama para sentarse en el borde del colchón. Ariel miró al tipo que ahora se dirigía hacia ellas y sacudió la cabeza; algunos únicamente aprendían por las malas. Cualquier idiota con un mínimo de cerebro debería ser capaz de deducir por la expresión en los ojos de Carmen que las cosas estaban a punto de ponerse feas. Ariel se giró y le apretó ligeramente la pierna a Trisha. Esta dio un salto, sobresaltada, y miró a su alrededor confundida por un momento antes de abrir mucho los ojos al ver cómo aquel hombre enorme se detenía frente a Carmen. ―Mujer ―dijo el gigante con voz baja pero decidida―. Me llaman Tammit. Estoy sanado. He oído decir al sanador que mañana te dejará marchar. Deseo reclamarte y tener sexo contigo. Así que vendrás conmigo ―dijo Tammit con voz grave. Carmen entrecerró los ojos, mirando al grandullón que tenía delante. ¿Qué demonios les ponían en la comida a aquellos tipos, hormonas del crecimiento en los biberones? Su mirada se desvió por un momento hacia Ariel, que se estaba acercando a ella, y después volvió a girarse hacia el hombre y arqueó una ceja con delicadeza. ―No me importa un pimiento cómo te llames, y mucho menos lo que desees. Si no te apartas de mí ahora mismo, te reubicaré las pelotas a la garganta ―dijo con un gesto divertido en los labios. ¿De verdad creía aquel enorme patán que podía decir simplemente «deseo reclamarte y tener sexo contigo» y que ella iba a perder la cabeza por él? Quizás todavía pudiese divertirse un poco antes de salir de aquella chatarra voladora. Tammit frunció el ceño mientras escuchaba la traducción. ―No te permitiré dirigirte a mí de ese modo. Soy un guerrero valdier; las mujeres no se dirigen a sus guerreros de esa manera. Te perdono esta vez puesto que nuestras costumbres todavía te son desconocidas. Tendré que enseñarte el modo correcto de dirigirte a un guerrero valdier, o serás castigada ―dijo poco a poco, como si estuviera hablando con una especie menos inteligente―. No te preocupes, cabello blanco. Me aseguraré de que disfrutes de tu castigo. Ariel hizo una mueca al oír lo que estaba diciendo Tammit. ―Uh, Tammit, ¿verdad? ―empezó a decir. Tammit la miró durante un instante y sus ojos se oscurecieron. ―Tú también me atraes. No estaba seguro de a qué mujer quería reclamar, pero me he decidido por ella porque necesita más protección. A ti puede reclamarte mi hermano cuando volvamos a Valdier. No te preocupes, pequeña humana; se te cuidará bien. ―Después le dirigió un vistazo a Trisha, que estaba de pie mirándolo con expresión estupefacta―. A ti ya te ha reclamado nuestro comandante. No me acercaré a ti. La cara de Trisha se volvió de un rojo subido ante aquel comentario y apretó los puños. ―Carmen, si no le das tú una patada en el culo, lo haré yo ―espetó con voz incrédula. ―Oh, cariño, no te preocupes por eso ―respondió Carmen con voz edulcorada―. Una vez que haya acabado con él no volverá a malinterpretar la capacidad de una mujer humana de «protegerse», ni tampoco su inteligencia. ―Tammit ―intervino Ariel con firmeza, intentando darle a aquel tipo una última oportunidad antes de que le dieran una soberana paliza―. Si sabes lo que te conviene te darás la vuelta ahora mismo, te marcharás de aquí y te olvidarás de que estás al tanto de nuestra existencia. Tammit volvió a mirarla con una pequeña sonrisa divertida. ―Le gustarás a mi hermano. Quizás hasta te comparta ―dijo con curiosidad. Ariel lo miró fijamente por un instante antes de girarse hacia su hermana con un gesto incrédulo de cabeza. ―Carmen, dale una paliza. ―Creía que no ibas a pedírmelo nunca ―contestó Carmen un instante antes de darle a Tammit una patada en la entrepierna con todas sus fuerzas. Tammit abrió los ojos de par en par por un instante antes de clavar una rodilla en el suelo y soltar todo el aire de golpe. Carmen cogió la bandeja de metal que había justo a su cama y la esgrimió contra su cabeza de manera contundente, doblando prácticamente la pieza plateada contra su sien por la fuerza que puso en el ataque. Después se bajó de la cama de un salto y aterrizó sobre la espalda de Tammit allí donde este se había desplomado, tirándole de los brazos hacia atrás y poniéndole la rodilla en el centro de la espalda en un intento de hacerle una buena llave, aunque resultaba difícil teniendo en cuenta que tenía la constitución de un tanque Sherman. ―Si vuelves a dirigirme la puta palabra sin mi permiso, te haré daño de verdad. ¿Comprendes ahora lo que estoy diciendo? ―le siseó al enorme guerrero al oído. Ariel oyó el profundo gruñido que surgió de Tammit justo antes de que este se alzara de repente, lanzando a Carmen hacia atrás. Ariel esgrimió la pata de metal de la mesa por puro instinto, golpeándolo en el estómago a la vez que su hermana le daba una patada en la barbilla, enviándolo contra otra mesa que cedió con un fuerte estrépito cuando Tammit cayó al suelo. ―¿Qué está pasando? ―preguntó Zoltin, alzando la voz y saliendo a toda prisa de su despacho. Permaneció a un lado mientras Tammit se alzaba sobre las manos y las rodillas, mirando a Ariel y a Carmen con un ceño marcado. Zoltin abrió mucho los ojos al ver cómo Carmen, Ariel y Trisha adoptaban una posición defensiva, y Tammit rugió y escupió algo de sangre fruto de su labio partido. El hombre se pasó la mano por la boca. ―No deberías haber hecho eso, mujer ―le gruñó a Carmen―. Te he reclamado y me obedecerás. Carmen resopló. ―Antes de que ese día llegue te enviaré a ti y cualquier otro c*****o que lo intente directos al infierno. Venga, pequeñín, ¿eso es todo lo que tienes? Si así es como lucha un guerrero valdier, me sorprende que os atreváis siquiera a llamaros guerreros. Ariel miró a su hermana y negó con la cabeza; solo Carmen era capaz de coger a un toro por los testículos y llamarlo cobarde. Después miró a Trisha, que también estaba sacudiendo la cabeza. Aquello iba a acabar convirtiéndose en otra pelea de bar. ―¿Estás lista? ―le preguntó a Trisha, quien se colocó a su espalda. ―Oh, sí ―dijo esta, cogiendo otra bandeja de metal y haciéndola girar entre las manos―. Vamos a patear unos cuantos culos.
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