Capítulo 2-2

442 Words
Tammit estaba tan ocupado mirando a Carmen que no se percató de que Zoltin había pedido que el personal de seguridad acudiese a la unidad médica. ¡Estaba furioso! Había reclamado a la mujer antes que nadie, y sabía que los demás hombres la deseaban pero que estaban siendo prudentes en cuanto a acercarse a ella por el tamaño de la mujer. Lo que no comprendían es que las miradas que les dirigía esta seguramente se deberían a que les tenía miedo. A la mayoría de las mujeres les gustaba recibir la atención de un guerrero valdier, pero aquellas mujeres eran delicadas. Las mujeres eran un bien escaso y poco habitual, y Tammit quería una para sí. Solo le había hecho falta verla tumbada inconsciente en la cama para saber que necesitaba protección; se la veía tan pequeña y pálida. Recordaba haberla visto cuando la habían subido a bordo de la nave, el modo en que su pequeño cuerpo había estado cubierto de sangre y cómo su fuerza vital se le había estado escapando de entre los dedos. Había querido matar al hombre que había herido a algo tan delicado y frágil; ¿cómo podía querer herir hombre alguno a algo tan hermoso? Ahora lo único en lo que podía pensar era en darle una buena azotaina a la mujer por hablarle del modo en que lo había hecho. El que le hubiese provocado un dolor más que considerable estaba mal, pero Tammit admiraba la determinación de la mujer por mostrarle que sería una compañera intrépida para un guerrero como él. Tenía que hacerle comprender que no tenía por qué demostrar que era dura; él estaba capacitado de sobras para ser lo suficientemente fuerte para los dos. Se puso en pie. ―¡Basta, mujer! No tienes que demostrar que serás una compañera fuerte para mí. Te protegeré y nunca volverán a hacerte daño ―dijo con decisión. Se frotó la entrepierna, que todavía le palpitaba, antes de mirar a Ariel de reojo―. Tú también estarás a salvo. Mi hermano cuidará de ti, y si no quieres que te compartamos, no lo haremos. Ariel miró incrédula a aquel hombre inmenso que tenían delante. Vio cómo Carmen ponía los ojos en blanco y oyó a Trisha murmurar un «idiota», y se tensó cuando el otro hombre que seguía en la unidad médica se puso en pie junto a Tammit. ―Deseo reclamar a la otra mujer. Si tú reclamas a una, entonces yo quiero a la otra. Tu hermano no está aquí; tendrá que conseguirse a su propia mujer ―gruñó el hombre de cabello oscuro a modo de reto. ―¿Pero qué les han echado en el agua, pastillas para ver quién es más estúpido? ―preguntó Trisha en voz baja.
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