II. Hannah

3946 Words
¿Qué demonios había hecho? Esa era la pregunta principal de todo esto, la había jodido, estaba completamente liada ¿Cómo terminé metida en esto? ¡es que ya no tenía veinte años! No, ya no los tenía, pero eso no me impidió acabar así, aquí, junto a él. Tome aire y me levanté buscando mis cosas, no se me hizo complicado encontrar mi bragas y sujetador, ahora la ropa si fue una odisea, es que cada cosa estaba por distintos sectores de su departamento. Despacio y sin hacer ruido, me encamine hasta el comedor mientras me vestía, en ese momento me sentía como cenicienta, solo que en versión censurada para niños. Veinticuatro horas antes. Estaba agotada, la cabeza me dolía al igual que las piernas, llevaba horas dentro del quirófano tratando de arreglar cada pequeño problema que traía el paciente. Y por pequeño me refiero a gran problema, él tipo termino con un caño atravesado, ¡un caño! Me sentí como en el capítulo de Grey's Anatomy, ese dónde un señor y una chica terminan atravesados por un caño y la muchacha muere, bueno era igual, nada más que ahora solo había un hombre y por suerte no murió nadie. Pero volvamos a lo importante, imaginen el mismo caño, un hombre más o menos parecido y mucha sangre. No entendía como terminó así, a decir verdad, si sabía, pero me parecía lo más increíble del mundo, será por eso que la imagen no sale de mi cabeza y repaso una y otra vez lo sucedido. Supuse que era algo grande cuando a las cuatro de la mañana la ambulancia anuncio su llegada y nos pidieron prepararnos a todos. Lo primero que pensamos fue un accidente de tránsito, es lo más común aquí en Seattle, las largas lluvias, sumado a la velocidad, da como resultado, muchos muertos y grandes heridos. Así que cuando la ambulancia abrió sus puertas no podía creer lo que mis ojos veían. Un hombre de más o menos cuarenta años, piel achocolatada, ojos oscuros y brillantes y pelo afro, bajo de la ambulancia atravesado por un fierro, literalmente un fierro. El shock fue comunitario, porque vamos… eso pasa en las series, pero esto no era una serie y como jefa de traumatología tenía que mover mis hermosos pies y poner a todo el mundo a trabajar. Las enfermeras corrían de un lado para el otro, mis compañeros y los residentes evaluaban daños mientras elaborábamos un plan, necesitábamos operar a la de ya y por la posición del caño iba a ser completamente a ciegas, pues el hombre, por razones obvias, no podía estar cerca de un resonador, al menos claro que quisiéramos incrustarlo en él y para tomografía menos, lo necesitábamos acostado y no podríamos con el caño así, no sin dañar algo o arruinarlo en el intento. Tomamos la decisión de ir al quirófano, operaríamos con Harrison, de cirugía general, López, nuestro neuro estaría ahí para ver su columna y evaluar daño en la medula, solo llevaríamos un pasante cada uno y después veríamos. Estábamos saliendo cuando todo se descontroló y los gritos empezaron. La mujer de Harry, así se llamaba el hombre, llegó gritando e insultando al pobre tipo todo magullado, los adjetivos iban de idiota a mono neandertal, pasando perro rastrero y no sé cuántas cosas más. Básicamente se la paso gritando todo el tiempo que intentamos estabilizarlo para ir al quirófano, porque sí, como si de Grey's se tratará, el sujeto estaba consciente. Fue en ese momento cuando le pregunté a la mujer qué ocurrió ¡Qué grave error! – ¿¡Quiere saber que ocurrió!? –grito nuevamente –Está lacra estaba en la cama con otra mujer –apunto con su dedo –El muy cobarde cuando entré se largó por el balcón olvidando que tenía los caños de su proyecto abajo. – Cariño… –susurro. – Cariño las pelotas –bramó –¡Quiero el divorcio! –todos abrimos los ojos –Eres un mal nacido, yo trabajando día y noche para que cumplas tu maldito sueño de escultor y te acuestas con la hija de la vecina –doble sorpresa. – Señora –una interna trato de calmarla –Está muy alterada, porque no sale y espera en la sala, llevaremos a su marido a cirugía y luego podrán hablar. – ¿Cuántos años tienes? –consultó mirándola. – Veinticuatro –respondió confundida. – Y usted –me miro. – Treinta y tres –me acerque para sacarla. –Señora por qué no nos espera en la sala –tomé su hombro, pero me saco en un movimiento brusco. – Tengo casi cincuenta años, dejen que les dé un consejo, jamás dejen nada por un hombre, no se aten a relaciones vacías, porque así –lo señalo –Es como acaba –se dio media vuelta –Le avisare a su hermano que estas aquí, yo me largo. Así fue como me quede con la boca abierta a las cinco de la mañana debido a un matrimonio destruido, destruido por el engaño de uno de ellos, tan roto como me encontraba yo en este momento a causa de un amor fallido y sin sentido, uno de esos que te dejan marcas en la piel tan grandes que la sientes quemar con solo el recuerdo de su nombre o peor aún, me sentía cómo si me clavaran un cuchillo a diario, al verlo. Mi dolor tenía nombre, apellido y vivía al lado de mi departamento. Había cometido la terrible torpeza de enredarme con mi vecino, un chico encantador dos años mayor que yo. Erick era lo que se podía catalogar como bombón, sus ojos celestes como el agua de un lago en pleno verano, cabello rubio como el sol, cuerpo ancho y trabajado, dientes blancos como propaganda de pasta dental. Tenía un gran carisma, Erick parecía perfecto, fueron tres largos años de una relación llena de amor, pasión y alegría, va… para mí lo fue, para él era la prima Jena, digo prima porque así me tenía agendada en el teléfono ¿Cómo lo sé? Pues resulta que nos olvidamos unas cosas en su depto, y bueno, yo no quería ir dos puertas más allá, así que lo llame, su teléfono sonó en mi casa, cuando llegue a la pantalla lo entendí todo. Después todo el mundo sabe lo que viene, frases como: “no es lo que parece”, “necesito que me escuches”, “yo te amo a ti”, “estas exagerando”, para terminar con un… “por esto es que necesitaba a otra”, Erick era increíble… por fuera, porque por dentro era la lacra más grande sobre la faz de la tierra y yo no quería volver a verlo. Así que ahora me llenaba de trabajo para no estar tanto tiempo en casa, pero eso acababa hoy, hoy terminaba mi guardia y debía volver a mi casa, algo que no quería, pero era exactamente donde me dirigía en este momento, gracias a que el jefe me obligo. – Señorita Parks –el portero de mi edificio me saludo con una gran sonrisa. – Alberto –sonreí alegre y me acerqué a dejar un beso en su mejilla –¿Cómo estás? ¿Cómo esta tu familia? – Bien señorita, las chicas están estudiando mucho y mi mujer sigue trabajando en la limpieza –sonreí –Tengo aquí unos paquetes y cartas para usted, no la he visto estos días por aquí. – Tengo mucho trabajo en el hospital –tomé aire –Ahora tendré dos largos días de descanso –sonreí. Alberto me miro un momento, sus pobladas cejas marrones se juntaron en lo que parecía un debate interno, unas arrugas se formaron junto a sus finos labios, sus ojos marrones parecían preocupados y con cierta pena, lo observe tomar aire mientras acomodaba su cabello castaño con algunas canas. Junte mis cejas y él abrió la boca, pero la cerro cuando dos personas bajaron del ascensor, Erick apareció frente a mis ojos con una rubia de grandes pechos, ambos llevaban el pelo mojado y sonreían. Mire a Alberto mientras contenía las lágrimas que amenazaban con salir, él a darse cuenta de ello, hablo. – Señorita, un hombre la vino a buscar anoche –dijo lo suficientemente alto –Me dejo este paquete para usted –me paso mi correspondencia –Tambien me pidió que lo llamara para repetir –sonreí con sus palabras. – Vaya gracias –amplié mi sonrisa cuando observé que el paquete era mi nuevo celular –Mira… es lo que yo quería –le mostré el teléfono a mi portero preferido –¿Cómo ha sabido? – Cuando un hombre quiere en serio a una mujer, siempre sabe lo que necesita o quiere – comento tranquilo. – Alberto –saludo Erick que tenía su puño apretado –Hannah. – Ey, hola – sonreí –¿Cómo estás? ¿Todo bien? –tome mis paquetes –Oh lo siento –mire a la rubia –Un gusto soy Hannah, vecina de tu novio –acomodé mis cosas –Bueno los dejo, llevo muchas horas de guardia y estoy agotada –mire a Alberto para sonreírle una última vez. –Nos vemos más tarde y si alguien viene lo dejas subir porfi, por las dudas que no escuche. – Por supuesto – contesto tranquilo. Camine a paso seguro hasta el ascensor y me adentre en el sintiéndome observaba, pero no me importaba, él no vería rota, no vería caer delante de sus ojos, menos cuando después de una semana separados traía a otra para pasearse por todo el edificio, edificio donde los vecinos sabían que salíamos, donde todo el mundo sabía de lo nuestro y donde acababa de quedar como una completa cornuda. Me adentre en mi casa y cerré la puerta de una patada, mis pies cansados se dirigieron hasta la cama donde me tire sin siquiera bañarme, más tarde lo haría ahora solo necesitaba dormir. – ¡Ya va! –grité a la persona que golpeaba mi puerta de forma insistente, mientras refregaba mis ojos –¿Por qué tanto apuro? –me queje mientras veía a mi amiga del otro lado muy arreglada. – ¿Todavía duermes? – ¿Qué haces aquí? –me queje corriendome para dejarla entrar en mi casa. – No es obvio, vamos a salir –sus dientes blancos asomaron. – Estás loca, no iré a ningún lado –camine hasta mi sillón y me deje caer como una bolsa de papa sobre él. – Claro que irás, llevas una semana encerrada o trabajando, tus ojos se ven tristes y apenas sociabilizas –eso era cierto, pero no iba a dar mi brazo a torcer. – Puede, pero en serio estoy agotada, tuve una cirugía de seis horas. – El tipo del caño, me enteré –se sentó a mi lado –Pero eso no es escusa, debes despejarte y olvidar al gilipollas ese. – ¿Gilipollas? –reí –¿Explorando otros idiomas? – Suena genial esa palabra –sube sus hombros –Vamos Han nos divertiremos, unos tragos, algo de música y volveremos a casa. – Acaso no estás cansada Bri –no lo entendía. – Mucho, pero eso no importa –abrí mis ojos y moví mi cabeza confusa –Hice dos cesarías y tres partos, créeme estoy agotada, pero la vida es corta y quiero vivirla. Britney sonrió como si su respuesta fuera la mejor del mundo, por mi parte solo rodee mis ojos mientras ella enarcaba su ceja. Podía decirse que nos entendíamos a la perfección sin hablarnos, Bri es mi amiga desde la residencia, recuerdo que cuando la conocí me caía pesada, ella siempre sonreía y estaba de buen humor, incluso cuando nos retaban seguía de buen humor, demasiado bueno para mí gusto, pero ella era así, paz y alegría. Mi amiga era bellísima, su cuerpo curvilíneo tenía lo que debía tener dónde lo tenía que tener, su piel clara hacia un perfecto contraste con su cabello n***o y ojos marrones como el chocolate. – ¿Y quieres salir? ¿En serio? –no la entendía – Claro, ahora mueve ese perfecto culo y ve a cambiarte –me miró con su cara de no te saldrás con la tuya. – Okay, okay. Me levanté molesta y camine hasta mi baño, deje que el agua corriera mientras buscaba que ponerme, al final me decidí por un jean rasgado blanco al cuerpo, un top n***o de encaje con mis botas negras. Tarde exactamente veinte minutos en bañarme y salir, enchufé el secador y dejé mi cabello castaño oscuro suelto con apenas unas ondas relajadas en él, unté mi cuerpo con crema y luego fui por mi ropa. Me vestí paciente para luego ir al espejo y observarme, mi piel achocolatada hacia un contraste perfecto con el blanco y el n***o, mi vientre plano quedaba al descubierto, mis ojos marrones resaltaban gracias al esfumado oscuro que apliqué sobre ellos y mis labios en un tono natural le daban a mi boca un efecto más voluminoso. – Estoy lista –dije en voz alta mientras tomaba mi chaqueta de cuero negra. – Joder Han –hizo un silbido con sus labios –Estás que ardes –rodé mis ojos –Quisiera un bronceado igual al tono de tu piel, es que tú color es increíble. – Ya, ya –gire buscando mis llaves. – Y esa cola… –me dio una nalgada –Estás buenísima amiga – Ahora estás coqueteando conmigo –abrí la puerta y salimos. – Es que mierda, tienes que verte –me señalo con ambas manos –Ese idiota cambio terrible mina por unos polvos baratos –me reí. – Tu multilenguaje me está matando, es que no entiendo ni la mitad de lo que dices –subió sus hombros. – Son cosas que me pegan algunos de mis salientes. Caminamos hasta el ascensor mientras me comentaba del español que estaba conociendo, un chico de treinta años, ojos cafés y grandes músculos, al menos así lo definió ella y la foto que me mostró. Bri tenía eso, se adentraba en relaciones imposibles apropósito pues ellos venían por un tiempo para luego marcharse y ella al saber que así sería no se enamoraba, una defensa contra el sufrimiento según sus palabras, aunque yo seguía pensando que aquello podría terminar mal algún día. Montamos su coche y fuimos directo al bar de la zona este, un lugar glamoroso dónde iba gente de plata y que servían los mejores tragos de la ciudad. Hacia un mes que no salía, por lo que tenía pensado retomar el tiempo perdido, eso significaba tomar mucho y bailar hasta que los pies no me dieran más. El bar se encontraba completamente oscuro salvó por las luces rojas que lo hacían parecer lujurioso, la barra resaltaba gracias a su luz led blanca, gente reía y bailaba al son de una canción que desconocía, necesitaba salir más. Dejé mi saco en una de las mesas y me acerqué al barman con un único propósito, beber, comenzamos con unas cervezas, mientras charlamos sobre nuestros compañeros del trabajo y los pasantes, Bri no dejaba de hablar sobre Alex, nuestro compañero, jefe de cardiología, un moreno ojos verdes, dientes blancos y personalidad encantadora, la mayoría de las enfermeras mueren por él, muchas doctoras también, pero según Bri él solo quiere entrar en mis bragas, yo no lo veo así, pero ella insiste. – Estas viendo cosas que no son –moví la mano restando importancia. – Tampoco tu amigo el policía –cruzo los brazos –Vamos ese chico sale de las guardias y te lleva el desayuno, cuando debería irse a dormir, sin contar qué pasa a buscarte para llevarte a tu casa cuando tienen los mismos horarios –ruedo los ojos. – Es mi amigo, se preocupa por mí, solo es eso –subí mis hombros. Bri siguió insistiendo y yo ignorándola, cuando se aburrió me tomo la mano para guiarnos a la pista de baile, el Dj cambio la música como si supiera de nuestras presencias mientras mi amiga gritaba emocionada, me acerqué a la barra y pedí cuatro rondas de toc toc. David Guetta sonó en los parlantes a todo volumen junto con Rihanna. – Amo esta canción –gritó mi amiga para luego tomarse el tequila de una vez y gritar –A mover esas caderas. Cerré los ojos y me dejé llevar por la música, la gente que se movía a nuestro alrededor. El ambiente olía a tabaco, sudor y perfume, una mezcla rara de perfumes, pero eso no importaba porque gracias a las cantidad de alcohol que ahora tenía mi sistema, podía moverme libremente sin pensar en nada ni nadie. – Aquel hombre no te quita la vista de encima –susurró mi amiga en mi oído –Y está buenísimo –gire despacio y observé el lugar hasta que me tope con sus ojos. – Mierda, sí que lo está –le grité y ella rio. Me quedé de espaldas a mi amiga mientras movía mi cuerpo de forma sensual, él mantuvo sus ojos en los míos, su mano sostenía un vaso de whisky, relamió sus labios y yo pasé mi mano por mi abdomen descubierto y mordí mi labio sutilmente. El hombre se tomó de una sola vez su trago y se levantó de golpe dejando ver todo su cuerpo. Un jean oscuro se apretaba a sus piernas trabajadas, la remera gris con cuello en "v" dejaba ver parte de su torso duro y musculoso, sonrió de lado mientras se acercaba para quedar frente a mí. Era alto aun cuando llevaba cinco centímetros de taco, su mandíbula cuadrada recién afeitada, su cabello se encontraba un poco largo y alborotado, olía a menta, jabón y perfume amaderado. – Hola –susurro a mi oído. – Hola –contesté coqueta –¿Se te perdió algo? – Tal vez –hablo divertido –¿Quieres ayudarme a encontrarlo? Una sonrisa pícara apareció en su rostro, afirmé con mi cabeza y sus manos se posaron en mis caderas mientras se movía al mismo ritmo que yo. Corrí mi pelo hacia un costado cuando mi espalda choco su pecho, su mano recorrió mi vientre desnudo con la yema de los dedos y puedo jugar que la temperatura del lugar subió diez grados más. Su nariz rozó la curvatura de mi cuello produciendo que un suspiro abandonará mis labios, sus labios llegaron a mi oreja dónde soltó aire despacio provocando un escalofríos que recorrió todo mi sistema. Me giré rápido y sonrió nuevamente mostrando sus dientes blancos, seguimos bailando pegados sin decir una palabra, sus ojos miraban los míos con intensidad mientras una de sus manos subía despacio por la piel desnuda de mi brazo, mordí mi labio y sus ojos se quedaron fijos en esa zona. — ¿Puedo? —preguntó mientras su dedo contorneaba la zona aprisionada por mis dientes. — ¿Me estas pidiendo permiso? —afirmó —Vaya, eso es nuevo. — ¿Quieres que sea un cavernícola? Puedo serlo —reí. — Prefiero al respetuoso —me miró a los ojos y volvió a mis labios. — ¿Puedo? —afirmé con mi cabeza y él sonrió. Su rostro se acercó al mío despacio dejando que su boca roce la mía, una de mis manos subió por su brazo y me levanté en punta para terminar nuestra cercanía, su cuerpo se movió un poco y su boca se curvo gracias a la risa que ahora escapaba de sus labios. No sé qué le pareció gracioso, pero cuando me fui a salir una de sus manos aprisiono mi espalda baja pegándome a su torso duro. Jadee suavemente y él aprovecho eso para juntar su boca con la mía, sus labios eran hábiles mientras recorrían mi boca con precisión y paciencia, sus dientes se aferraron a mi labio inferir mientras sus dedos trazaban círculos en mi espalda desnuda, no sé si era el alcohol en sangre o el tipo que ahora estaba besando, pero mi cuerpo se sentía completamente en llamas mientras sus labios y lengua jugaba con mi boca con lentitud. Don desconocido se alejó de mi boca y apoyo su frente en la mía mientras intentaba recuperar el aliento, sus ojos oscuros miraron los míos antes de volver a besarme con más pasión, no puedo asegurar quien tenía el control sobre la situación, solo éramos dos bocas peleando por aquello que necesitábamos. Tampoco puedo asegurar en qué momento termine en lo que parecía su departamento, solo sé que las prendas comenzaron a escasear desde el momento que la puerta se cerró. No puedo aseverar a donde exactamente íbamos, solo me dejaba guiar por él mientras su boca recorría mi cuello, hombros o me besaba con intensidad. Mis labios no se quedaban atrás, simplemente exploraban todo lo que tenían a su alcance mientras caminábamos hasta lo que para mí, era su habitación. El desconocido movió sus manos con precisión y experiencia, era como si fuese una gran maquina s****l dispuesta a complacer cada parte de tu cuerpo sin siquiera pedirlo, este chico me tenía en la novena nube, una nube llena de placer, deseo y censura. Nube de la cual me negaba a bajar mientras pudiera sentir lo que sentía en este momento, todo en él era adrenalina, es como si la vida hubiera traído una droga personalizada para mí, porque aquí entre sus brazos todos mis males ya no parecían importantes, entre sus besos mi alma parecía rejuvenecida y… por dios estoy ebria ¿rejuvenecida? ¿En serio? — Oh… mierda –murmure cuando su bóxer estuvo fuera. — ¿Qué ocurre? —su voz sonaba ronca mientras su pupilas se hayan completamente dilatadas. — Nada es solo que… —mire nuevamente su m*****o y él rio —Nada, solo estoy ebria. — ¿Segura que quieres hacer esto? —volvió a preguntarme. — Ya te dije que si…tú solo vuelve aquí —tome su brazo y lo tire encima de mí. Me removí con los ojos aun cerrados, el dolor en mi cabeza no cesaba y las puntadas cada vez se hacían más fuertes, no volvería a tomar nunca más así. Mi cuerpo parecía un trapo, uno muy roto y flácido, estire mis brazos tratando de volver a sentir mis músculos, mi mano derecha choco contra algo caliente y suave, me senté de golpe provocando un mareo y observe el lugar. Las paredes blancas no tenían rastros de nada, en la parte izquierdas dos puertas distintas daban a algún lugar que supongo por la fachada debía ser un baño y un ¿vestidor?, observe mi cuerpo cubierto por una sabana verde oscura, a mi lado su espalda marcada, sus brazos se encontraban debajo de su almohada y su pelo un poco alborotado. Mordí mi labio mientras observaba su nariz recta, sus labios un poco entre abiertos le daban un toque sereno y tranquilo, además de hacerlo parecer increíblemente sexy ¿Quién podía verse así de sexy durmiendo? Este hombre no podía ser real, eso o tenía unos muy buenos genes. Recorrí la habitación buscando mi ropa, necesitaba salir de aquí antes de que el muchacho despertara, apenas parecía un niño ¿Acaso me había acostado con uno? Mierda y si era un chico, acababa de convertirme en una pedófila, Dios que me había pasado, mataría a Bri por sacarme de mi cama, la mataría lentamente, pero ahora no era el momento, ahora solo debía salir de aquí sin ser vista, tenía que escapar victoriosa antes de que me vieran.
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