III. Hannah

2134 Words
Salí huyendo como una gran criminal, no tenía intenciones de quedarme a su lado para desayunar juntos o aprender el uno del otro, no llevaba una semana soltera y ya me había acostado con un completo desconocido, un extraño que parecía un niño, dios era una pedófila, como había llegado a esto, ahora no solo huía de un desconocido también lo hacía de un posible delito ¡Dios era una criminal! Peor una depravada, golpee mi cabeza contra el asiento y me arrepentí automáticamente, todo daba vueltas, me queje un poco y recordé mis actos, no era algo de cual sentirme orgullosa. No sabía el nombre del hombre, estaba en aquel lugar por lo que al menos dieciocho o veinte años tendría, por su casa tiene plata, mucha plata y eso solo puede significar tres cosas, en caso de ser un niño… era uno de esos hijos mimados que viven de fiesta y no les importa nada, otra… es un hombre con buenos genes, lo que nos lleva a las otras dos conclusiones, puede ser un gran mujeriego, uno de esos que por tener plata se acuesta con tanta mujer se le ponga enfrente o tal vez, sea alguien con suerte que tiene lo que tiene por un trabajo arduo, no puedo decir cuál de todas ellas sea cierta, la verdad es que no me quede para comprobarlo, pero tampoco me interesa averiguarlo ¿no? Le pago al taxista y bajo del auto, la luz del día me pega fuerte haciendo que achine mis ojos y el dolor aumente, saludo a Alberto que me sonríe mientras me dirijo al ascensor sintiéndome completamente apaleada, el pitido del elevador anuncia mi piso y con un gran esfuerzo salgo de él para dirigirme a mi departamento. Mis ojos se agrandan cuando la silueta de un hombre en mi puerta aparece anunciando su visita, y yo que quería dormir. David gira y me sonríe, sus dientes blancos asoman mientras me observa de arriba abajo y niega con la cabeza, seguramente tengo un aspecto horrible y no me he detenido a mirar mi pelo, pero por su cara estoy segura que parece un gran nido de pájaros. Ruedo los ojos y él ríe un poco mientras sus ojos marrones me enfocan, su cabello castaño esta levantado en puntas, lleva una chaqueta de cuero negra y una camiseta gris perla que se ajusta a su cuerpo trabajado. David es policía, un sexy policía… no puedo determinar el tiempo que llevamos siendo amigos, solo sé que lo conocí cuando tenía diez años y desde entonces estamos juntos, calculando que ahora tengo treinta y tres, y él treinta y cuatro, podemos decir que son veintitrés años de una gran amistad, algo que se resume a salidas, cenas o incluso vacaciones juntos. Necesitaba una de esas pronto. — Parece que tuviste una noche interesante nena Comenta jocoso y levanta una bolsa de comida y dos tazas de café justo cuando otra puerta se abre mostrando a Erick, su cabello permanece húmedo mientras lleva un equipo deportivo n***o, sus ojos van a mi cuerpo y luego mira a David que sigue con la vista puesta en mí. — Muy interesante –me acercó con una sonrisa –No sabes cuánto necesito ese café –murmuró mientras busco las llaves. — ¿Fue una noche salvaje o solo borrachera? –pregunta con cautela y levantó mi ceja. — ¿Por qué debería comentar eso? –abro la puerta y lo invito a entrar. — Porque somos amigos, claro está… — Hannah –Erick me llama y detengo mi caminata para observarlo —¿Podemos hablar? — Creo que perdiste tu oportunidad amigo –David se paró en el marco de la puerta y observó –Más bien perdiste ese privilegio cuándo decidiste hacer lo qué hiciste –hablo molesto. — Resulta que tú no tienes velas en este entierro –respondió mi ex molesto. —¿Podemos? –me miro. — La verdad es que no tengo ganas, pero cuando sea una reunión familiar e inviten a todos los primos hablamos –sonreí falsamente –Que tengas lindo día –entre en mi casa dejándolo afuera con la boca abierta. Davis carcajeo y me extendió la taza de café, moka, mi preferido, suspire un poco y tome un sorbo mientras sacaba una dona del paquete y comenzaba a comer, necesitaba llenar mi estomago con algo ya que no había comido ayer en casi todo el día, esa fue la principal causa de que el alcohol me pegara tan fuerte. Tanto como acabar en la cama de aquel sujeto, ese sexy, delicioso y hermoso… — ¿Dónde saliste? –mi amigo siguió comiendo mientras me sacaba de mis pensamientos — A tomar algo con Bri, se negó a dejarme en casa –subí mis hombros –Ya sabes cómo es ella cuando se le propone algo –seguí con mi dona. — Oh sí que lo sé –sonrió de lado – ¿Sigue con el Argentino? –negué con mi cabeza. — Ahora esta con un Español, ya sabes algo casual –asintió. — ¿Qué planeas hacer hoy? –terminé mi bebida y subí ambas piernas a la silla. — Dormir un poco, la resaca me está matando, siento que miles de obreros taladran mi cerebro de manera constante –negó con su cabeza. — No eres una doctora con todas las luces al parecer –lo mire ofendida. — ¿Por qué dices eso? — Creo que es obvio –cruzo los brazos –Sabes los efectos que el alcohol hace e igual has terminado echa un asco –carcajeo. — Mejor te vas. — Oh vamos, no te enojes –hizo un pequeño mohín –Quiero que descanses un rato luego iremos al cine o el parque –ahora yo saque mi labio inferior en un mohín. — No quiero salir, porque mejor no vemos una peli, me cocinas algo rico y luego me dejas dormir hasta mañana, tengo estos dos días de descanso y quiero aprovecharlo –David proceso mis palabras y termino suspirando. — Está bien –levantó un dedo y me apunto –Pero primero te bañas, apestas a borracho sin contar que tu cabello parece… —se quedó pensando —¿Un nido? O quizás tal vez una rasta gigante –rio —¿Huiste de algún lado o qué? — Algo así… —me levante –Iré a bañarme, tú busca la película. Me dirigí a mi cuarto tranquila, la cama seguía igual que ayer, el cubre cama beige un poco arrugado debido a mi siesta luego del trabajo, las paredes blancas hacían contraste con el cuadro de tres piezas que descansaba en una de ellas. Las fases lunares que mi madre pinto, me recordaban a mi hogar y parte de mi adolescencia. Suspire un poco y entre en el baño, las paredes de azulejo blanco hacían juego con el piso beige, una bañera donde exactamente entraba dos personas, tenía una pequeña cortina que te daba la privacidad necesaria para no ser vista si alguien abría. A diferencia de ayer, esta vez me tome mi tiempo en bañarme, deje que el agua relajara mis músculos, me dediqué a enjabonar cada parte de mi cuerpo mientras intentaba recordar qué pasó anoche, tenía breves flashes de lo ocurrido, el bar, sus labios carnosos sobre los míos, la forma en que su mano trazo mi cuerpo y me acarició después de nuestro encuentro, en ningún momento fue grosero o desubicado, al contrario, chico anónimo se portó como todo un caballero mientras ambos nos divertíamos con el cuerpo del otro. Reí sola cuando recordé sus palabras “¿Quieres que sea un cavernícola?” él literalmente me había pedido permiso para todo, incluso cuando yo saque su ropa y él la mía, me pregunto si seguía, si le permitía ir más allá. Era un caballero, fue un caballero conmigo, una completa desconocía. — ¿Sigues viva? –la voz de mi amigo se coló por el baño desde la puerta. — Sigo viva… —carcajee –Ahora salgo –terminé de enjugarme mi cabello y cerré el agua. Envolví mi cuerpo con la toalla y abrí la cortina, el vidrio que descansaba arriba del lavamanos se encontraba completamente empañado, ahora me sentía mucho mejor que hace un rato, al menos el baño había ayudado. Me saqué un poco y lave mis dientes para luego dirigirme a mi cuarto en busca de ropa. Tome un pantalón holgado y una musculosa blanca, volví al baño por mi peine y comencé el trabajo de desenredar cada pequeño nudo de mi cabello, me queje un poco, pero termine mi trabajo victoriosa. — Listo –entre en mi sala y observé a David que ya se encontraba con una manta y los pies descalzos. — Venga –abrió la manta y palmeo el sillón blanco indicándome que me sentará. Me acerque gustosa hasta su lado y me senté acurrucándome en él, apoyé mi cabeza en su hombro mientras le ponía play a la película. Mi amigo eligió una comedia de Adam Sandler, ninguno de los dos hablaba mientras la trama pasaba, en alguna oportunidad ambos nos encontrábamos riendo, luego de eso ya no recuerdo más nada, ahora me encontraba abriendo mis ojos, sola en mi living, la puerta sonaba con insistencia así que me dirigí a ella entre bostezos. — Hannah –Erick observó dentro de mi casa y luego me miro a mí –Perdón, te desperté. — ¿Qué necesitas? –volví a bostezar. — ¿Podemos hablar? –lo mire un momento incrédula para luego correrme y dejarlo pasar. — ¿Qué necesitas? –camine a mi cocina por un vaso de agua. La mesada negra se encontraba completamente despejada y brillante, sobre ella una nota escrita a mano con la letra de mi amigo llamó mi atención “dejé comida en el microondas”, sonreí un poco para luego ir por un vaso y servirme un poco de agua. Me sentía observada mientras realizaba todos mis movimientos, sabía que era Erick quien me miraba, pero me negaba a darle más importancia de la que merecía, él ya no merecía ese tipo de atención de mi parte. — ¿Vas a quedarte ahí sin hablar? –giré para enfrentarlo. — No –tomo aire –Quiero que hablemos bien, sin gritos como adultos que somos, necesito que me escuches un momento y luego te prometo que me iré, si así lo deseas –cruce mis brazos. — Te escucho. — Lo que pasó… lo que encontraste, eso tiene una explicación, no puedo justificar mis actos, la verdad es que estuve mal, pero lo que teníamos era bueno y estable, ambos sabíamos complementarnos y hacernos compañía, tú estabas pasando mucho tiempo en el hospital y yo me sentí solo, sé que eso no justifica lo hecho, no creo que haya algo que lo justifique, solo fui yo siendo un gran idiota, uno de esos que uno no quiere ver después de sus actos –se acercó un paso –Pero te amo Hannah, en verdad lo hago y te extraño muchísimo. Junte mis cejas un momento mientras lo miraba para luego soltar una gran carcajada que lo dejo mirándome completamente descolocado, sus cejas pobladas hacían sombra en el claro de sus ojos mientras sus brazos marcaban el contorno de su cuerpo trabajado, Erick es abogado, uno de los mejores en Seattle, su gran cartilla de clientes lo corroborar y también su facilidad para mentir y engatusar, él es el mejor en eso y yo ya lo había comprobado. — No parecías extrañarme antes de ayer cuando salías recién bañado con la rubia –abrió sus ojos y parpadeo un par de veces para luego abrir la boca repetidas veces y no emitir ningún comentario –No me digas que es una tía que vino por aquí y decidió bañarse a las diez de la mañana. — No, pero… — Vete de mi casa –señale la puerta –No vamos a volver, no lo vamos a arreglar, no vamos a intentar y para que lo sepas, me acuesto con alguien así que eso debe dejarte en claro que no te extraño en lo más mínimo. Una mentira con rasgos de verdad no tenía porque ser una mentira entera, no cuando el que tenía frente a mí se ganaba el premio al mentiroso del año. Erick volvió a abrir la boca sin creer lo que mis labios acababan de pronunciar, por mi parte me cruce de brazos y me mantuve firme esperando que saliera de mi casa, no quería verlo, no necesitaba saber de él, solo quería sanarme de a poco, quería salir a flote sin derrumbarme. No más de lo que ya estaba.
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