Las chicas volvieron a la calle poco después que el invierno acabara. Tempesty estaba más grande, más pesada. Natalia apenas y tenía cuerpo, se estaba consumiendo a sí misma alimentando de pecho a su hija, sin comer bien y también drogándose cada que podía. Ahora cantaba en la estación del metro, servía para tener algo de comida y también ayudaba a la pequeña a dormir. Un dos por uno, desde su perspectiva. Celebraron el primer año de la pequeña con un pastelillo de chocolate que encontró sin comer envuelto en papel transparente dentro de unos botes de basura de un restaurante en los que rebuscaba los martes, casi todo estaba fresco y como ese pastelillo fue lo más dulce que aquella pequeña bebé había conocido, Natalia disfrutó la satisfacción en el rostro regordete de su Tempesty. No pen