Paloma terminó de lavar los camarones que él había dejado. Iván se recargó sobre el mesón de la cocina para contemplarla. Con su mirada recorrió las esbeltas pantorrillas, y los fuertes muslos de la chica, quien ese día lucía un vestido más arriba de sus rodillas, se veía mucho más alta con aquellos botines de tacón, entonces se acercó a ella, con cautela, como cuando una fiera, acecha a su presa, la sorprendió tomándola de la cintura. Paloma se estremeció al sentir las manos de él, en su cuerpo y sus labios en su cuello. Iván percibió el temblor de la chica entre sus brazos, era en esos momentos, en los que el odio se alejaba de su mente y de su corazón, entonces con sus fuertes manos hizo que Paloma, girara, hasta tenerla frente a él, buscó sus labios y sin darle tiempo a decir nada la