Cuenca- Ecuador - época actual Paloma, seguía sumida en sus pensamientos y en la profunda tristeza, que la embargaba, se sobresaltó de golpe al escuchar el portazo de la puerta de la casa, escuchó, encender el auto, observó a Iván, marcharse. Paloma volvió a llorar abrazada así mismo: —Debí hacer caso los consejos de mi madre, yo no lo conocía bien — sollozo—. Todo es mi culpa, por confiada, por idiota, por creer en un hombre que juró amarme, cuidarme, protegerme... todo era mentira. Los deseos y anhelos de la joven, de una vida mejor, llena de felicidad, se habían ido a la basura, llegó a creer que todos los hombres eran iguales y que no podía confiar en ninguno, ni creer en el amor, además ella se consideraba incapaz hasta de sentir placer. La venganza de Iván, de la manera más lenta