Una familia maravillosa. —Estoy lista —respondo con falsa seguridad. Klaus me toma de la mano como si fuéramos pareja desde hace tiempo. La calidez de su piel es un poderoso calmante para los latidos de mi corazón. Al acercarnos a la entrada, somos recibidos por quien supongo es la madre de Klaus, junto a dos jovencitas que parecen diosas olímpicas, y una señora mayor que no aparenta los ochenta años que celebrará mañana. Las cuatro nos reciben con amplias sonrisas, impacientes por nuestro encuentro. No esperaba este recibimiento. — ¡Mi niño! —exclama María, abrazando a su hijo como si no lo hubiera visto en años. Es muy cariñosa, y sonrío al verla besar el rostro de Klaus por toda la cara. — ¡Es hermosa, y si la dejas ir, te desheredo! ¡Vivirás en el muelle, viviendo de lo que te regal