Me quedé mirando por la ventana, observando el paisaje ruso, tan frío y distante como mis pensamientos. El cielo plomizo se extendía hasta donde alcanzaba la vista, reflejando la inquietud que se arremolinaba en mi interior. Las hojas marchitas caían lentamente, arrastradas por el viento, como si el mundo a mi alrededor estuviera en un constante estado de descomposición. Una sensación de vacío se apoderaba de mí. ¿Volvería a sentirme segura en algún lugar? A pesar del lujo y la comodidad de la habitación, una parte de mí no podía dejar de pensar en todo lo que había perdido, en los secretos que aún acechaban en las sombras, esperando a ser descubiertos. El suave golpe en la puerta me sacó de mi ensimismamiento. Mi corazón dio un vuelco; sabía quién era antes de que hablara. Connor siempre