CAPÍTULO DIECISIETE Lucas estaba quieto observando el muro de arena levantado por los cuervos con inquietud, aunque sabía que ese remolino protegía a su gente de los barcos del Nuevo Ejército de la misma manera que escondía todo lo que pasaba dentro. Sintió una pizca de alivio cuando llegaron algunos hombres de la orilla, saliendo a trompicones de la arena vestidos con los colores de Ishjemme. Aun así, se quedó tan tenso como la cuerda de un arco preparada, con la mano sobre su espada dispuesto a desenfundarla. No se fiaba de esto. Podía sentir el poder de la criatura que había venido hasta ellos y no le gustaba dejar a su hermana sola con él, con eso. Sintió el momento en el que su hermana estaba en peligro como una espada clavándose en su carne. La oyó gritar pidiendo ayuda dentro de