CAPÍTULO CATORCE Sebastián estaba sentado en la oscuridad de su celda, y parecía que esta hacía presión a su alrededor, reduciendo su mundo a los pequeños ruidos de la casa de encima. Había el raspón de algo que podría haber sido una rata moviéndose por encima de la piedra, un pequeño goteo de agua en algún lugar que daba a entender que debía haber llovido en Ashton. Incluso esa pequeña pista al mundo exterior a Sebastián le parecía un regalo precioso, que le recordaba que había algo más allá de la caja de paredes en la que su hermano lo había encarcelado. También reconocía otros ruidos, cuando la gente se movía a través del sótano que servía para esconder su celda. Con un esfuerzo, pensó que podría empezar a distinguir las diferencias entre la gente que venía al sótano: los pasos pesado