“Los estereotipos son verdades cansadas.”
George Steiner
La mañana siguiente, durante el desayuno, podía notarse la felicidad en sus rostros, las miradas pícaras y gestos que evidenciaban la magnífica noche que habían tenido lis esposos Geller. Por suerte para los dos inocentes, Alice y Mateo, quienes comparten la mesa con sus padres, nada de eso tiene sentido alguno.
—Voy a acompañar a Alice al colegio —murmuró ella.
—Eso por qué —preguntó él.
—Harris te lo dije anoche —dijo en voz baja.
—¡Ah, sí lo había olvidado! —respondió con cierta picardía.
¿Cómo olvidar aquel mensaje, si gracias a ello había disfrutado de aquel momento tan íntimo y especial con Emily?
Acaricia con su mano, el muslo de su amada, levantando lentamente su falda para dejar que sus dedos se aproxinaran hasta sus labios verticales. Ella tuvo que mantenerse recta para no demostrar lo perturbada que estaba ante las caricias de Harris.
—Es hora de irnos —apartó lentamente la mano de él, realmente deseaba quedarse y sentir sus dedos traviesos hurgando entre sus pliegues carnosos. Se incorporó, Alice también se puso de pie, se despidió de su padre y de su hermanito con un beso en la mejilla.
—Cuídense mucho —Harris se puso de pie, tomó a Mateo en brazos y acompañó a ambas chicas hasta la puerta.
Un beso de despedida de Emily en sus dos hombres y subió al auto. Después de perderlas de vista entró a la mansión. Era su segundo día como niñero y no quería tener quejas de su trabajo, mucho menos si el p**o que obtendría sería como el de la noche anterior. Realmente desde que él conoció a Emily descubrió una manera dw amar diferente y única, no era sólo sexo como lo que vivió con Romina o pasión momentánea como la que llegó a sentir en un momento por Sara. No. Con Emily él lo tenía todo, amor, pasión, ternura, entrega. Sólo quería estar unido a ella y ka mejor forma de lograrlo, era al verla gemir entre sus brazos y verse reflejado en sus ojos cristalinos luego de alcanzar un maravilloso orgasmo compartido.
Blanca se encargó de bañar al pequeño Mateo y Harrus fue hasta la habitación, como siempre, Alana lo miraba con sus grandes ojos y una sonrisa, la tomó entre sus brazos y una memoria antigua lo invadió. Recordó la tierna mirada de Alice hace seis años atrás cuando su madre, Aghata la colocó entre sus brazos después de meses de depresión por la muerte de Kim. Hasta ese momento Harris no se había percatado de todo lo que había hecho pasar a su pequeña, mucho menos de todo lo que se había perdido al separarse de ella justo cuando más necesitaba ser protegida y querida.
Paseó por la habitación, sosteniendo una de sus manitas y sonriendo. La pequeña balbuceaba, quizás la mirada triste de su padre la conmovió. Harris la recostó de su hombro y notó ese olor peculiar que arrebató su sonrisa.
—¿No me digas que? —la pequeña parecía entenderlo porque hizo pucheros con su boquita y él no pido hacer otra cosa que sonreír.
Ya un poco más hábil, logró cambiarla esta vez. Y tal cual el día anterior, uno a uno de los pequeños despertó.
Blanca se adelantó a preparar el biberón de los niños y colocó sobre la mesa de la habitación.
—Aquí tiene Sr Harris, los tres biberones, si desea puedo ayudarlo con eso. Ya dejé adelantada algunas cosas en la cocina.
—¿En verdad me ayudarías?
—Por supuesto. No es tarea fácil atender a tres bebés. Nadie podría hacerlo sin ayuda de alguien más.
Harris exhaló un suspiro. Por momentos llegó a creer que él y su inexperiencia eran lo que lo llevaba al punto de enriquecerse.
—Me haces sentir un poco más tranquilo. Creí que no servía para esto.
—Si me acepta un consejo, sea paciente y cariñoso con los bebés, ellos aunque muchos digan que no saben lo que hacen, son expertos en percibir todo tipo de emoción, si lo ven frustrado o angustiado se sentirán igual.
Aunque Harris no entendía claramente las palabras de Blanca, trató de seguir sus consejos. Cada vez que uno de los trillizos lloraba, respiraba un par de veces, lo tomaba entre sus brazos y lo acunaba hasta que se quedara tranquilo. Mas no siempre lograba controlarse, sobre todo cuando los tres pequeños lloraban a la vez.
Siguiendo las órdenes de Harris, Blanca usó ropa diferente para los pequeños, así él no volvería a confundir a Esteban y Sebastián o viceversa.
En tanto, Emily llegó al colegio junto a Alice y fue directamente a conversar con la directora sobre el inconveniente de la niña con si compañero Fred. Tocó la puerta y la voz desde adentro le dio la aprobación para entrar a la oficina.
—Buenos días Sra Geller. Me alegra que haya venido diligentemente para resolver la ssituación de Alice.
Emily frunció el entrecejo, las palabras de aquella mujer parecían inculpar sólo a su hija.
—Vine porque es mi deber como representante estae atenta a la formación de mi hija.
—Sí, eso es lo correcto. Aunque usted no es su madre, debe concordar conmigo que Alice es una niña un tanto sensible y eso provoca que tenga inconvenientes con el resto de los niños.
—¿Sensible? Dice.
—Sí, sí no recuerda el inconveniente cuando inició sólo porque uno de sus compañeros le dijo que era huérfana de madre —Emily no pudo ocultar su indignación ante kas palabras de aquella insensible mujer.
—¿Usted se está oyendo directora Fuller? ¿Me podría decir como actuaría usted si fuese Alice? En primer lugar, Alice es una niña que perdió a su madre al nacer y en segundo lugar, ninguno de esos niños sabe lo que es respeto y empatía por el dolor ajeno. ¿Usted nunca ha perdido a alguien que ame?
La mujer tragó en seco, aquella pregunta no sólo era un a bofetada en su rostro sino una de las realidades que Emira Fuller había tratado de ocultar en lo más profundo de su ser.
—Sí —respondió parcamente.
—Dígame entonces que haría usted si hubiese sido Alice.
—Disculpe, creo que no me expresé debidamente.
—No, sí lo hizo y muy perfectamente. Pero creo que es más fácil juzgar a una pequeña de cinco años que intenta defenderse de ser lastimada a tratar de entender su reacción. De igual manera, no me diga que justificará a Fred por burlarse del padre de mi hija. —preguntó con indignación.— Estamos acostumbrados a juzgar y criticar, pero no a entender y aceptar al resto de las personas.
—Creo que debe calmarse un poco. Entiendo su posición de defender a Alice, pero yo debo mantener el orden en esta institución.
—Yo entiendo su posición como directora de este colegio, pero para que haya orden, debe haber respeto. Y eso señora Fuller es lo que no se está enseñando en las casas de esos niños, ni en la institución.
Las palabras de Emily fueron tajantes y realmente firmes, la mujer de cincuenta años, no podía creer que una chica tan joven pudiera abofetearla con semejante verdad.
—Sra Geller voy a citar a los padres de Fred para conversar con ellos ¿le parece?
—Es lo correcto —respondió usando la misma frase pero con cierto sarcasmo.
—Veo que es una mujer preparada y la felicito por ello. Me encargaré de buscar estrategias para mejorar la convivencia entre los niños, al fin de cuentas, de ellos dependen nuestro futuro como sociedad.
—No, Sra Fuller, depende de lo que hoy nosotros sembremos en ellos: amor, respeto, empatía.
—Le agradezco que se haya tomado el tiempo de venir hasta acá. —se puso de pie y estrechó la mano de Emily, quien salió de la oficina aún enojada.
Tras cerrar la puerta, la Sra Fuller respiró profundamente, ella más que nadie sabía a lo que se refería Emily. Un par de años atrás perdió a su hijo en un acto fatídico, su hijo de quince años había puesto fin a su vida, luego de ser víctima de la constante burla de sus amigos por ser diferente al resto de sus compañeros. Aquellas palabras habían calado dentro de su pecho reabriendo aquella herida difícil de sanar.
Emily se despidió de Alice en su salón de clases y le pidió obviar cualquier comentario de su compañero de clases, la pequeña asintió. Minutos después la directora converso con la maestra del curso donde estaba la niña y asignó una actividad para evitar que aquella situación volviese a repetirse.
El día para Harris transcurrió un poco más calmado, los consejos de Blanca resultaron ser buenos. Agora sólo esperaba que llegara la noche y refugiarse en el cuerpi de su amada. Mas esta vez, después de la cena, él subió hasta la habitación, se recostó mientras Emily daba las buenas noches a los cinco pequeños. Cuando finalmente ella logró desocuparse, él estaba profundamente rendido. La noche anterior había dormido poco aunque también había disfrutado mucho. Emily se metió en la cama con sumo cuidado, acicaló su pecho a su espalda y lo abrazó.
Harris no despertó sino en plena madrugada, al sentir el cuerpo de su amada cerca, se volteó de frente a ella y comenzó a besarla. Emily despertó al sentir sus labios y manos acariciándole por completo, sintiendo como su piel se erizada por completo y su cuerpo se estremecía al sentir el contacto de sus dedos frotando sus labios y metiendo sus manos dentro de la pantie de encaje que llevaba puesto su amante. Dejó que sus dedos jugaran con su clítoris y este se tornara duro y tibio, lo logró en picos minutos con la ayuda de ella quien al sentirlo comenzó a moverse excitada, su pelvis subía y bajaba en sentido contrario a su pecho que se elevaba y escondía al sentir sus dedos dentro de su húmeda v****a. Aquello le encantaba, le fascinaba sentir la suavidad de sus dedos fálicos, entrando y saliendo de su cavidad. El sonido que provocaba su fluidos y las inmensas ganas de sentirlo dentro de ella. Dejo escapar un gemido de placer, Harris sonrió, mientras ella bisbiseaba sus deseos.
—¡Te necesito! Dentro, muy dentro de mí! —Él la miró, ella estaba ansiosa, ese gesto en su rostro era incitador, ver como mojaba sus labios sedientos, como se estremecía cada vez que movía sus dedos y tocaba su punto G; esa era la escena preferida de Harris. Obedeció como todo buen amante la petición de su amada, se subió sobre ella y encostó su pelvis contra la suya, mientras introducía su sexo latente y duro en su caverna húmeda y tibia. Vaya que era fascinante hacer eso y a ella, también la enloquecía sentirlo.
Gemidos de placer y lujuria, los cuerpos compenetrados dejándose llevar por su necesidad. Emily se estremecía con cada una de las embestidas de su hombre y él enloquecía con cada una de sus contracciones vaginales; ella clava sus uñas en su espalda y él se aferra a ella dejando caer todo su peso y adentrarse en ella a tal punto de sentir que sus sexos son la continuación de uno del otro, inseparables, amalgamados y latentes.
Se aman físicamente porque sólo así pueden materializar el amor que se profesan y el deseo de estar siempre juntos.