Por la mañana, cuando Constanza despertó, su cabeza dio vueltas. Recuerdos de aquella noche llegaron a su mente. Rápidamente se levantó y cuando vio a Fernando, se quedó sosegada. - ¿Qué… qué pasó anoche? – cuestionó. - Dixon te llevó hasta su habitación – respondió Fernando. Los ojos de Constanza se cristalizaron y unas pequeñas lágrimas se desprendieron de sus ojos. – Tranquila, pequeña, llegué a tiempo – dijo, abrazándola. Constanza recobró aliento. - Princeso, gracias – dijo ella, con voz quebrada y lágrimas mojando el hombro de Fernando. – Empezaré a hacerte caso y no hablar con cualquiera que se acerque. - Calma, pequeña. Ya pasó, recuerda que estoy para protegerte. Mientras esté a tu lado, nada sucederá – respondió él, mirándose un instante. Varios aleteos se formaron en sus est