El Príncipe Mafioso

2286 Words
Edahi Estoy soñando mientras duermo profundamente. En ese sueño, soy un niño pequeño corriendo por la espesa selva amazónica, pero no es un sueño común y corriente. Es un recuerdo, un fragmento de mi infancia que se niega a desvanecer. Mis primeros ocho años de vida los pasé en el Amazonas, en un rincón fronterizo entre Colombia y Brasil. A pesar de la ubicación geográfica de mi tribu, que hace parte del territorio brasileño, yo me identifico como colombiano debido a mi padre, Carlos. En este sueño, soy libre, corriendo por el dosel verde, sintiendo la fresca humedad del Amazonas en mi piel y el rugido de la vida salvaje en mis oídos. Cada árbol, cada sonido de la selva, son como viejos amigos que me saludan. Aunque mi tiempo en el Amazonas fue corto, los recuerdos son intensos, y nunca los dejaré ir. La selva es parte de mí y está grabada en mi corazón. El sueño llega a su fin, y abro los ojos para encontrarme en una realidad completamente diferente. Ahora, no soy el niño que corre libre por la selva. Soy el príncipe heredero de la corona italiana. Mi padre, Carlos, es un ex militar colombiano, pero mi posición en la realeza italiana se debe a mi parentesco con Luciano Mancini, el rey de Italia. Me restriego los ojos para quitar los últimos rastros de sueño. Mi vista ahora ya no es de la espesa selva amazónica, sino que ahora veo mi habitación ubicada en el lujoso palacio real de Italia, mi hogar actual. Los mármoles pulidos y las enormes ventanas que dejan entrar la luz del día crean un contraste sorprendente con la densa selva del Amazonas. Aquí, ya no soy un cacique indígena, sino un m*****o de la realeza, destinado a un papel que nunca imaginé cuando era apenas un niño que cazaba cocodrilos. Aunque mi vida tomó un giro que ningún niño indígena anticiparía, el Amazonas siempre estará en mi corazón, y los sueños de mi infancia en la selva son un recordatorio constante de quién soy y de dónde vengo. La dualidad de mi identidad, entre dos mundos tan diferentes, a veces puede ser abrumadora, sin embargo, estoy decidido a enfrentar los desafíos que me esperan como príncipe heredero con la misma determinación que tuve cuando fui cacique de mi tribu. Mi viaje está lejos de terminar, y estoy listo para abrazar lo que el destino tiene reservado para mí. Mi mano encuentra el talismán que cuelga de mi cuello, y lo acaricio con los dedos. Es un objeto pequeño pero lleno de significado, un vínculo con mi pasado y la tribu de los Tupaqui. El talismán lleva el símbolo de la tribu de la que llegué a ser líder por un breve tiempo. Me convertí en cacique teniendo apenas seis años, cuando mi madre, la anterior cacique, murió en un trágico accidente al caerse de un caballo. La figura grabada en el talismán evoca imágenes de la selva, las costumbres y las tradiciones de los Tupaqui. Mi madre fue una líder fuerte y sabia, y aunque conservo pocos recuerdos de ella, sé que su legado sigue vivo en la tribu y en el talismán que ahora descansa contra mi pecho. No tengo la fortuna de tener una fotografía de mi madre, pero mi padre a menudo me dice que era la indígena más hermosa que había visto. Él habla de sus ojos, profundos como los ríos de la selva, y de su sonrisa, que podía iluminar incluso los días más oscuros. Aunque no tengo una imagen visual de ella, puedo sentir su presencia a través de este talismán; cuando lo palpo, siento una conexión con mi herencia, con la selva que corre por mis venas y con los Tupaqui. Es un recordatorio constante de quién soy y de la fuerza que llevo dentro, y a medida que me preparo para enfrentar las responsabilidades de mi papel como futuro rey, sé que el talismán y los recuerdos de mi madre me darán la fortaleza necesaria para seguir adelante. Y de repente, mis pensamientos son interrumpidos por la voz de Francesco, mi asistente personal, que entra en mi habitación con toda la confianza del mundo. Él es el único que puede permitirse hacer eso aparte de mis padres y mis hermanos, porque, si otra persona se atreve a siquiera tocar a la puerta, terminará con una flecha atravesándole el cráneo. —Su Alteza, es hora de despertar —me dice mi fiel Francesco, un humilde muchacho de 20 años que rescaté de las malas andanzas, y que ahora tiene la dignidad de ser la mano derecha del futuro rey de Italia —. Le recuerdo hoy tiene programada una visita al hospital infantil por la mañana para entregar regalos de Navidad, y en la tarde visitará el ancianato. Me termino de despertar y, con un suspiro, me levanto de la cama y me preparo para enfrentar el día que me aguarda. Aunque mi corazón siempre llevará el espíritu de la selva, estoy comprometido a cumplir con mis deberes reales de la mejor manera posible, llevando un poco de alegría a aquellos que más lo necesitan en esta temporada de Navidad. Tomo el celular que yace en la mesa de noche, enciendo la pantalla y navego en mi playlist de Spotify, que consiste en canciones de artistas colombianos como Juanes, Carlos Vives y muchos otros. La música es mi manera de mantener un vínculo con mi herencia colombiana, una conexión con las raíces que corren por mi sangre. La música llena la habitación mientras me preparo para el día que me aguarda. Es mi forma de recordar la vitalidad de la cultura colombiana, de sentir la energía de sus ritmos y la pasión de sus letras. Cada canción es un recordatorio de quién soy y de las experiencias que me han moldeado. Después de unos momentos de reflexión, me dirijo al baño. A pesar de que estamos en invierno y la tentación de utilizar agua caliente es fuerte, dejo que el agua salga fría. Es una costumbre que adquirí en la vida militar, donde las condiciones más duras eran una parte inevitable del entrenamiento. Me enseñaron a soportar lo que otros considerarían insoportable, y esta ducha fría es un recordatorio constante de esa resistencia. Mientras el agua fría cae sobre mi cuerpo, paso mi mano por mi cabeza y siento los mechones de cabello ondulado que he dejado crecer un poco durante mis vacaciones del servicio en la Fuerza Aérea. Durante este mes, puedo darme el lujo de mantener mi cabello un poco más largo, porque, desde que ingresé en la vida militar tan solo siendo un adolescente, debo mantener mi cabeza casi rapada, pero no siempre he llevado el cabello corto. Cuando era niño, mi cabello era largo, como el de todos los indígenas de mi tribu. Era una característica de nuestra cultura, una parte de nuestra identidad. Llevar el cabello largo era un tributo a mis raíces y una conexión con la selva que consideraba mi hogar, sin embargo, todo cambió cuando ingresé a estudiar la secundaria en la escuela militar. El cabello largo ya no era una opción. Me vi obligado a cortarlo como parte de las regulaciones militares; fue un momento agridulce, ya que significaba dejar atrás una parte de mi identidad cultural, pero también marcó el comienzo de una nueva etapa en mi vida. A pesar de la pérdida de mi cabello largo, nunca he perdido mi conexión con mis raíces. La selva siempre correrá por mis venas, y mi cabello, incluso en su forma más corta, es un recordatorio constante de la dualidad que vive en mí. Mientras termino mi ducha y me preparo para enfrentar el día, sé que cada parte de mi historia y mi identidad se entrelaza en el hombre que soy hoy. Mientras me visto, no puedo evitar reflexionar sobre el increíble giro que ha tomado mi vida. Un niño que creció en el Amazonas ahora es el príncipe heredero de Italia. Es un hecho extraordinario, y a veces parece que solo podría haber ocurrido en un cuento de hadas. Además de mi posición en la realeza italiana, heredé el don de prodigio de mi padre, y fue así como a los 19 años me gradué como ingeniero aeroespacial del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), un logro que aún me sorprende. A los 21 años, completé mi máster en Ciencias Militares Aeronáuticas en la Universidad Militar de Colombia y, con tan solo 23 años, soy subteniente de la Real Fuerza Aérea Italiana. Mi camino ha sido rápido y excepcional, pero también lleno de desafíos. Cada paso en mi viaje ha sido una oportunidad para aprender y crecer. Mi educación y mi servicio militar me han preparado para los deberes que tengo como príncipe heredero, y a medida que me ajusto a esta nueva vida, no puedo evitar pensar en la intersección de mi herencia indígena, mis logros académicos y mi servicio militar. Es una combinación inusual, pero también una parte fundamental de lo que soy. Mientras me miro en el espejo, terminando de ajustar mi traje, sé que mi camino no ha llegado a su fin. Cada día es una oportunidad para seguir aprendiendo y creciendo, y estoy decidido a enfrentar lo que el futuro me tiene reservado. Mi vida es un testimonio de que, a veces, los caminos más inusuales pueden llevar a destinos inesperadamente maravillosos. ****** A lo largo del día, cumplo con mis deberes reales, visitando un hospital infantil por la mañana y el ancianato por la tarde. El pueblo de Italia me ama, y ese apoyo es un recordatorio constante de la amabilidad y la generosidad de muchas personas que me rodean. Sin embargo, también soy consciente de que no todos comparten el mismo sentimiento. El hecho de tener rasgos indígenas ha sido un desafío en mi vida. Aunque he logrado mucho y he sido aceptado por muchas personas, todavía enfrento detractores que juzgan no por mis acciones o carácter, sino por mi apariencia. El racismo es un obstáculo que he tenido que enfrentar, y aunque puede ser desalentador, también me ha hecho más fuerte. Sé que mi posición como príncipe heredero lleva consigo una responsabilidad, y parte de esa responsabilidad es ser un defensor de la igualdad y la diversidad. Mi esperanza es que mi presencia en la realeza italiana pueda contribuir a la lucha contra el racismo y a la promoción de la tolerancia y el respeto hacia todas las personas, sin importar su origen étnico. Después de cumplir con mis compromisos, llego al palacio en la noche, justo a tiempo para encontrarme con mi familia mientras se están alistando para partir hacia el aeropuerto. Viajarán esta noche hacia Colombia, en un vuelo de más de diez horas que yo no pienso hacer; no cuando yo puedo pilotar un avión supersónico y llegar en menos de una hora. Además...todavía me queda un compromiso por atender, así que todavía no puedo irme. —¡Hola, cariño! —me saluda mi babbo, acercándose para darme un beso en la frente. Diferencio a mis dos padres llamando a Carlos “papá”, y a Luciano “babbo”. Algunos me preguntan qué se siente tener una familia homoparental, como si eso no fuera normal en los tiempos en que estamos. Ellos se aman y han formado una bonita familia. Eso es lo único que me importa. —Hola, campeón —me saluda mi padre también con un beso en la frente, para luego alzar a la traviesa Salomé en brazos —. ¿Cómo te fue hoy? —Muy bien. El pueblo me sigue amando por ser un príncipe buena onda —respondo, y tras de mí aparece Donatello, quien tenía la intención de asustarme con un “¡bu!”, pero yo tengo reflejos de piloto, así que me giro y lo encaro —. Hola, tontín. Donatello es, por lo general, un incordio, pero solamente con los que no sean de su núcleo familiar, porque con sus hermanos es un amor. Él y yo somos muy cercanos, y ambos daríamos la vida por el otro. —Ojalá el pueblo supiera a lo que te dedicas algunas noches, a ver si así te siguen amando —dice Donatello, y creo que siento las miradas amonestadoras de nuestros padres sobre él, pero Doti no está diciendo nada que no sea cierto. Eso a lo que me dedico a veces, es la razón por la que no podré viajar con mi familia a Colombia esta noche. Durante el día, soy un príncipe honorable, cumpliendo mis deberes reales y prestando mi servicio a la patria en la Fuerza Aérea; es un papel que me enorgullece y que asumo con responsabilidad, pero, en algunas noches, cuando la oscuridad cae y la luna ilumina un camino más sombrío, asumo una identidad diferente. En esas ocasiones, soy el que hace el trabajo sucio para mi padre en la mafia italiana. En La Capitalena. Es un aspecto de mi vida que mantengo oculto del mundo; una dualidad que me ha llevado a hacer cosas que ninguno de nuestros súbditos se imaginaría. La vida en la mafia es peligrosa y llena de secretos. Cada paso que doy en ese mundo está lleno de riesgos, y lo hago por lealtad a mi familia. Mi vida está marcada por esta dualidad, y cada día es un equilibrio entre dos mundos tan diferentes; mientras enfrento los desafíos que la mafia plantea, también sigo siendo el príncipe heredero de Italia. Es una realidad compleja y a menudo abrumadora, pero es mi realidad. Así que, para resumirlo, puedo decir que...que soy un príncipe mafioso.
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