5. El muñeco vudú.

2205 Words
5. El muñeco vudú. Lizzy. Me duele la teta. Es lo único en lo que puedo pensar. Me duele la teta. Pero no es un dolor físico, es más bien un dolor de orgullo. Orgullo pisoteado por dejar que el maldito Jared Preston me marcara. Peor aún… ¡me excitó! El hijo de puta me hizo excitar. Mi némesis, el mismo imbécil con el que he peleado desde que tengo uso de razón, mi contrincante al otro lado del ring, mi enemigo mortal y la pesadilla de mi vida… él me excitó. Puso su boca en mi teta y me gustó. Seguramente fue algo que hizo con sus poderes del inframundo. Me embrujó. Tiene un muñeco vudú con una foto de mi rostro, conjurando en mi contra para cumplir mis peores pesadillas. Sí, tiene que ser eso. — Lizzy, ¿estás escuchando lo que te digo? Asiento hacia Jade a mi lado. Estamos conduciendo hacia su casa. A pesar de que todos los días ha llovido, hoy amaneció haciendo un calor infernal, así que el plan es ir a bañarnos en la piscina de su casa. O eso es lo que ella cree. Yo estoy planeando encontrar ese muñeco vudú para deshacerme de su hechizo. — Deja de pensar en mi hermano y préstame atención. — No estoy pensando en tu hermano — le gruño. — Claro que sí, tienes esa expresión — señala con sus manos mi rostro —, esa expresión psicótica, como si estuvieras planeando tu próximo asesinato. Eso sólo es reservado para mi hermano. — No estoy pensando en Jared — repito. — Ah, ¿no? — No. — Entonces, ¿a quién más planeas asesinar, Lizzy? — Dereck — miento de inmediato —. Nos dejó plantadas ayer cuando prometió acompañarnos a la fiesta. Es la única razón por la que fui, me debía dinero. Jade se suelta a reír a todo pulmón. — Por supuesto que la única razón por la que aceptarías ir a una fiesta, sería para cobrar dinero — mira por la ventanilla de mi auto aun sonriendo —. Bravo, Lizzy, cuando pienso que no puedes sorprenderme más… — ¿Tú hermano está en casa? — La interrumpo. — Nooo — alarga la palabra —. Tenía clases todo el día o fue lo que me dijo cuando fui a despedirme de él esta mañana. Perfecto. — No, no, no — Jade grita, girándose totalmente a mirarme —. No, no de nuevo esa expresión que me asusta. ¿Qué estás planeando hacerle? — Nada — bajo la velocidad del auto cuando entramos en su vecindario y le estiro la mano, pidiéndole su teléfono —. Dame tu teléfono, el mío lo sigue teniendo tu hermano. Voy a escribirle a Dereck para que venga. — ¿Qué estás planeando? — Me mira con desconfianza cuando me entrega el aparato. — ¡Nada! — Con una sola mano y pendiente de la carretera, me permito ser imprudente en la solitaria calle mientras conduzco y desbloqueo su teléfono para enviarle un mensaje a Dereck. Yo: Llega a la casa de Jade, te necesito. Trae traje de baño. Él me responde de inmediato. Dereck: ¿Qué planeas? Yo: Venganza. Tú distrae a Jade mientras yo hago lo mío. Dereck: Voy para allá. Borro nuestra conversación y le paso el teléfono a Jade. Cuando estacionamos frente a su casa, me bajo y entro como si fuera mi propia casa. De hecho, he vivido más en esta casa que en la mía. Bueno, en la que era mía. Cuando cumplí dieciocho me mudé a un apartamento aparte, al igual que Thomas y Dereck hicieron en su debido momento. Jade y Jared son los único que siguen viviendo en la casa de su infancia. A su favor, es una casa enorme y debido a que el señor Preston es conferencista y se lo pasa por fuera de la ciudad dando diferentes charlas como orador principal, ellos prácticamente viven solos. En el fondo, sospecho que Jared no se muda porque no quiere perder de vista a Jade. Y ella no se muda porque no quiere separarse de Olivia, que vive justo al lado. Como sea, funciona para todos. Esta casa es casi la guarida de todos nosotros. — ¿A dónde vas? — Jade me grita cuando empiezo a subir las escaleras hacia los pisos de arriba. — Voy a usar el baño de arriba — le grito de vuelta —. ¡Voy a cagar, no querrás oler mi caca! ¡Además, Dereck no debe tardar en llegar, atiéndelo! — ¡Asquerosa! Entro a la habitación de Jared en el tercer piso y voy directamente a sus cosas, buscando el maldito muñeco vudú con el que me está haciendo brujería. Busco entre sus cajones de ropa, revolcando todo. Voy también por sus libros, escritorio, closet, incluso entre su ropa interior, pero no hay nada. Cuando me agacho y busco bajo la cama, una puerta se abre detrás de mí. Me levanto y enfrento a Jared, quien entra en su habitación secando su cabello con una toalla y vistiendo sólo su traje de baño. Se estaba bañando en la piscina. — ¿Qué haces aquí? — Pregunta, mirándome con el ceño fruncido. — ¿Qué haces tú aquí? Jade dijo que estarías en clases y tu camioneta no estaba afuera. — Mi camioneta la tiene Charlie, su auto no encendía y necesitaba llevar a Olivia a las quimios — se cruza de brazos, pero no antes de fastidiarme lanzando su toalla mojada en mi rostro —. Y no seas cínica, no tengo por qué darte explicaciones de por qué estoy en mi casa. Pero seré generoso y te diré que cancelaron mis clases. Ahora es mi turno, ¿qué haces tú aquí, mi pequeña marimacho? — Me alza las cejas con sugerencia —. ¿Quieres una repetición de ayer? Cierro mis ojos y cuento hasta diez para evitar estrangularlo con mis propias manos. Es difícil, muy difícil. — Dámelo — digo, abriendo mis ojos. — No sé de qué hablas — se hace el desentendido y camina hacia su ropa. Ni se inmuta cuando ve el desorden que he hecho con sus cosas, no es la primera vez que pasa. — ¡Dámelo, pequeño hijo de satanás! — De pequeño no tengo nada. — Pero la herencia de satanás no la puedes negar. Me sonríe, se atreve a sonreírme mientras pasa una camiseta seca por su cuerpo. — ¡Dámelo! — Grito y con rabia miro alrededor, intentando encontrarlo. — ¿Buscas esto? — Saca de un pequeño cajón con llave mi teléfono y me lo enseña —. Lo siento, mi pequeña Lilith, no he terminado con este valioso aparatico. Muy informativo, por cierto. Las cosas que he descubierto de ti… — No soy tu Lilith nada. — Pero si yo soy hijo de satanás, tú tienes que estar vinculada a ella — avanza un paso hacia mí —. Diosa del pecado, del vicio y de la lujuria. Podríamos reinar juntos en el inframundo. Odio que sepa de mitología. Lo odio. — No es mi teléfono lo que busco y lo sabes — lo enfrento —. ¿Dónde está? Sus cejas se fruncen muy ligeramente y gira su rostro hacia un lado, mirándome con confusión. Es un actor tan bueno. —¡El muñeco vudú con el que me estás haciendo brujería! ¡¿Dónde carajos lo tienes?! Jared me mira seriamente por varios segundos, luego explota en carcajadas. El hijo de puta se dobla de la misma risa, divirtiéndose a mi costa. — ¡URGH! — Grito y voy hacia él, lo empujo por el hombro y él está riéndose tanto que se deja hacer por mí, incluso se tira al piso para seguir riéndose. Yo voy hacia el pequeño cajón que estaba con llave y busco allí, tiene que estar en algún lado, tiene que estarlo, es la única explicación a la locura de ayer. — Lizzy… — él no para de reír. Miro enloquecida por toda su habitación y voy hacia su cama, deshago la funda del colchón y luego lo muevo, buscando bajo él. — ¡¿Dónde lo tienes?! — En el infierno — dice, luego vuelve a explotar en carcajadas. — ¡Hijo de puta! — Me lanzo hacia él y empiezo a golpearlo, Jared gira y se protege con sus antebrazos, pero no deja de reírse —. ¡Hablo enserio, ¿dónde lo tienes?! — Realmente has perdido la cabeza — sin dejar de reír, agarra mis muñecas con sus manos y me mira —. ¿Por qué creerías algo así? ¿Un muñeco vudú? ¿No se te ocurrió alguna otra cosa? ¿Tal vez varitas y bolas mágicas, poderes interestelares y magia de lobos cambiaformas? Dime, ¿qué más se te ha ocurrido para negar lo que pasó ayer? Me mira inquisitivamente, tratando de leerme al ver que no le respondo. Le enseño mis dientes y muevo mi cabeza hacia adelante, intentando morderlo, pero Jared sólo sonríe con socarronería. Luego, creyéndose el dueño del universo, mueve su mano y baja mi camiseta por mi hombro. Mi pecho queda expuesto, cubierto sólo por el pequeño triangulo de mi traje de baño. — Ah — es lo que dice, mirando los diferente chupetones que bañan mi piel, porque no es sólo uno, son muchos —. Debes estar tan furiosa — dice con ojos brillantes, tan complacido con él mismo. — ¡¿Dónde lo tienes?! — Me zafo de su agarre y estoy segura de que lo miro con ojos enloquecidos. — Pareces una desquiciada, ¿vas a matarme? — ¡¿Y por qué eso te complace?! — Estiro mis manos y las muevo frente a él, fingiendo que es ese cuello el que estoy estrangulando —. ¿Eres suicida? — No — me mira imperturbable, la satisfacción sigue sin irse de su expresión —. Es que me encanta verte tan furiosa. Tu furia es un equivalente a tu lujuria. Entre más te enfurezcas, más sé que te he excitado. ¿Cuán mojadas estaban tus bragas cuando volviste ayer a tu apartamento, eh? — Cállate… — ¿Metiste estos dedos en tu coño? — Agarra mi mano y enseña mis dedos —. ¿Se mojaron estos pequeños dedos debido a mí? ¿Cuántos dedos metiste? ¿Dos, tres? ¿Cuatro, tal vez? Tuvieron que ser varios. Si querías fingir que era mi polla, debiste meter algo grande. Porque uno no bastará, no comparado con mi pene, nena. ¿Y gritaste mi nombre cuando te corriste? — Te odio. — Yo también — se adelanta y agarra bruscamente mi garganta en su mano, no ejerce presión, no para hacer daño, pero sí la suficiente fuerza para hacerme consciente de él, del efecto que tiene en mí —. Yo te odio tanto, mi pequeña marimacho, que cuando viajé de vuelta a casa tuve que masturbarme en medio de la carretera, jalarme con fuerza el pene de lo duro que estaba — presiona su pulgar en mi pulso enloquecido —. Y me corrí tan fuerte, tan duro, pensado sólo en esta hermosa y pequeña teta. Agarra dicha teta, su pulgar encuentra mi pezón y lo atrapa en dos dedos, pellizcándolo duro. Me trago el gemido que desesperadamente quiere salir, en cambio lo miro imperturbable. — Tu pulso late enloquecido, no intentes engañarme — se inclina y susurra bajo mi oreja —. Y si meto mis dedos en tu coño, sé que te encontraré mojada, hinchada y latiendo por mí. Cuando se mueve, rozando sus labios con los míos, inclino mi cabeza hacia atrás, huyendo. Él sonríe, sus ojos brillan como nunca y vuelve a avanzar por mi boca, pero levanto mi rodilla y le pego en sus pelotas, con la esperanza de acabar con su descendencia. Dios no quiera que en un futuro haya más pequeños hijos de satanás andando por ahí. — Hijo de puta — gruñe, revolcándose en el piso, sus manos sosteniendo sus pelotas. — Cuando te tientes a masturbarte nuevamente con mi imagen, piensa en este dolor — me agacho a su lado y paso con fingida dulzura mi dedo por su frente, moviendo un castaño mechón lejos de su rostro —. Esto es poco de lo que sufrirás si sigo estando en tus fantasías. — Estás loca, no puedes controlar mis pensamientos. — Pero puedo — bajo mi índice por su sien, mis ojos no se apartan de mi caricia, y cuando llego a su barba incipiente, mi pulgar por instinto baja y se mueve con suavidad por su mandíbula. Jared cierra los ojos y se inclina a mi tacto, lo que rápidamente me saca de mi ensoñación. Lo juro, me está embrujando y yo no me detendré hasta descubrirlo. Levanto mi mano y lo golpeo en el rostro. Es un suave golpe, pero es sonoro, que es justo lo que quería, algo que nos trajera de vuelta a nuestra guerra —. Y si me vuelves a robar el celular, te corto el p**o. Me estiro, agarro mi teléfono del piso y me alejo de allí.
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