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Siempre tú |+18|

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Jared Preston no soporta a Lizzy Jhonson.

Lizzy Jhonson no soporta a Jared Peston.

¿El problema? Él es el hermano mayor de su mejor amiga y prácticamente se han visto forzados a crecer juntos. ¿Peor aún? Cuanto más ellos quieren permanecer separados, el destino más lucha en unirlos. Esta vez el universo intervino al obligarlos a compartir la misma clase, en donde su enemistad dará paso a algo mucho más caliente y consumidor.

Jared siempre ha sido fuerte, pero pronto encontrará su debilidad en ella. Y Lizzy descubrirá que el amor toca todas las puertas, incluso la suya.

¿Darán rienda suelta a su amor, uno que siempre ha estado allí, esperando por todas sus primeras veces?

Dicen que el amor sin un poco de locura, no es amor.

¿Y ellos? Ellos están completa e irrevocablemente locos.

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1. El comienzo.
Lizzy.  Jared Preston me detesta. De hecho, estoy segura de que él me odia. No recuerdo exactamente cuándo empezó a hacerlo. Pudo ser cuando yo tenía catorce años —él dieciséis— y nuestro amigo en común, Thomas, hizo una fiesta en el jardín de su casa. Verás, lo peor de tener de mejor amiga a la hermana de tu némesis, es que inevitablemente te lo encontrarás en todas partes. Ese día, aunque no quería ir, fui obligada a hacerlo por dicha mejor amiga. Jade literalmente me arrastró hasta allí. Desde esa edad, yo ya sabía que las fiestas no eran lo mío. Prefería haberme quedado encerrada en la habitación de ella —porque me lo pasaba más en su casa que en la mía— leyendo uno de mis libros favoritos o incluso viendo alguna película sin sentido. Habría preferido estar haciendo cualquier cosa, menos eso: socializar con gente con quien no me interesaba compartir y junto al imbécil con el que peleaba constantemente. Estuve con cara de pocos amigos en todo momento. Si alguien se me acercaba, estoy muy segura de que les gruñía y puede que incluso les haya mostrado mis dientes como si de un perro con rabia me tratase. No me importaba que todos supieran lo aguafiestas que era. Tampoco me importaba la fama de amargada que estaba creando. Sinceramente, no me podía importar menos lo que los demás pensaran de mí. Y así fue toda la fiesta, Jade revoloteando como la mariposa social que siempre fue, yendo detrás de Thomas y Jared, mientras yo gruñía y fruncía el ceño a cualquier persona que hiciera un mínimo movimiento en mi dirección. Se puede decir que era un día normal, en una fiesta normal, tradición de todos nosotros. Hasta que sucedió. Sucedió. A los catorce años, yo era flacucha. Me desarrollé tarde, así que en ese entonces yo no era más que huesos y piel pálida. Mientras tanto Jared, quien practicaba deporte en la escuela desde que era muy niño, lucía como alguien de veinte con ese cuerpo de por sí ya desarrollado. Era un imbécil que se jactaba de quien era, de su fuerza, estatura y popularidad. Y ese día, al parecer, no estaba contento con mi actitud gruñona —¡sorpresa! —. Primero vinieron palabras burlonas de su parte, sobre cómo yo no estaría dispuesta a meterme en la piscina por la vergüenza que sentiría de exponer mi cuerpo. Por la forma en que él decía cuerpo, era más que claro que su intención era ofender. Estaba implícitamente dicho que se refería a la falta de cuerpo que yo tenía, lo cual, si puedo recalcar, fue un movimiento idiota porque yo seguía siendo una niña. Que mis pechos tardaran en desarrollarse no era más que culpa de los genes y si quería ver tetas, había muchas rondando alrededor. Yo, como siempre, con lengua rápida cuando se trata de él, le respondí que si a él no le importaba mostrar su pequeño p**o en ese traje de baño, ¿por qué iba yo a avergonzarme de mis pequeños pechos que pronto empezarían a crecer? La expresión de su cara en ese momento fue algo épico. Lo tengo guardado en mi mente como uno de los momentos más satisfactorios de toda mi vida y más aún porque fue acompañado por las docenas de risas de los presentes en el lugar. Recuerdo que lo miré con esa sonrisa dedicada sólo a él, una sonrisa odiosa y burlona que él odia tanto que cada vez que se la muestro, lo saca de quicio. Esa vez no fue la excepción. En un segundo, mis pies estaban plantados en el piso, al siguiente instante, estaba de cabeza mientras él me cargaba como un saco de papas, corriendo directo a la piscina. Y me lanzó directo al agua. Yo caí, caí con mi teléfono recién comprado guardado en el bolsillo trasero de mi short, mi ropa aún puesta y tenis que me hicieron aún más difícil la tarea de salir a la superficie para tomar aire. Sin pensarlo ni meditarlo, tan pronto nadé fuera del agua, fui directamente allí, en donde él se encontraba de pie, riendo con satisfacción y lo empujé con mis manos en su pecho, llevándolo entre empujones hasta donde lo quería. Y justo allí, al borde del gran charco de lodo que había, le di un rodillazo en las bolas y pateé su espinilla, haciéndolo caer y rodar entre el lodo como el cerdo que era. Luego fui directamente a su casa —que quedaba al lado— tomé mi computador de la habitación de Jade y envié a todos los grupos de la escuela la foto de un Jared de dieciséis años, durmiendo con un pijama de Spiderman en su cama con sábanas de Spiderman y almohada de Spiderman. Fue la comidilla de la escuela al otro día. Todos se burlaban de cómo el capitán del equipo de rugby seguía siendo en secreto un sensible niño con fanatismos infantiles que lo dejaban en ridículo. Fue apodado chico Spidy, un apodo que él detesta, y todo gracias a mí. Desde ese entonces, nuestras bromas empeoraron. Sí, nunca nos llevamos bien. Desde que éramos niños nos enviábamos malas miradas y sólo nos soportábamos por Jade, pero en realidad, aunque nos hacíamos bromas, nunca fueron tan pesadas como las de ese día. Y es que esa tarde fue el comienzo de todo. Desde polvo pica pica, tintes escandalosos de cabello, objetos especiales atrofiados misteriosamente e incluso rumores de herpes esparcidos —eso fue, orgullosamente, obra mía—, Jared y yo empezamos una guerra en donde ninguno daba su brazo a torcer. Aunque Jade y Thomas no hacían más que divertirse por nuestras batallas llevadas casi a muerte, no era divertido. No era para nada divertido. Era una situación frustrante, desesperante y lo odiaba. Él me sacaba de quicio y tenía una facilidad de meterse bajo mi piel que me hacía odiarlo incluso más. Ese imbécil volvió de meta personal amargar mi vida y yo no me quedaba atrás, devolviéndole los golpes. Lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba muchísimo. Jared Preston era un engreído ensimismado, no veía más que su ombligo y se creía el rey de la escuela porque tenía a todos a sus pies. Él también me quería a sus pies, pero eso jamás sucedería. Creo que eso era lo que le cabreaba de mí. Yo no lo miraba como el dios que los demás veían. Yo lo veía por el gran pendejo que era y no le brindaba la pleitesía a la que él estaba acostumbrado. ¿Era Jared Preston guapo? Bueno, si tu tipo es alguien grande con masculinidad toxica, Jared te parecerá guapo. Para mí él era el hijo de satanás y cada día luchaba por devolverlo al infierno. Cuando se graduó y su reinado en la escuela llegó a su fin, fui feliz. Mis dos últimos años en la escuela fueron los mejores de toda mi vida estudiantil. Ya no lo veía en los pasillos, mirándome con su sonrisa arrogante. Tampoco me jalaba el cabello cada vez que pasaba por mi lado como si de un niño se tratase. Y no tenía que ver a su club de fans adulándolo en los almuerzos y en los partidos. Todo era fenomenal en la escuela. Incluso, aunque él fue a la universidad en nuestra ciudad, así que se mantuvo viviendo en casa de su padre con Jade, lo veía poco porque al parecer estaba muy lleno de carga estudiantil y sólo llegaba a dormir. Si lo veía tres veces a la semana era mucho y comparado con antes cuando lo veía casi todo el maldito tiempo, para mí era casi el paraíso. Hasta que me gradué. Hasta que me inscribí en la misma universidad que él. Y hasta mi tercer año, cuando nos vimos obligados a compartir la misma clase. Ahí, justo ahí empezó mi nuevo infierno. ¡Maldito seas, Jared Preston! |...| Oprimo el claxon de mi coche por lo que parece la quinta vez y Jade sigue sin salir de su casa. Siempre me jura que será la última vez que me hará llegar tarde, siempre le creo y siempre miente. Santa mierda, tengo que acabar con este frustrante patrón al que me hizo adaptarme. Cuando finalmente sube, arranco el coche mientras le gruño —: Veinte minutos, Jade, veinte minutos tarde. —¡Lo siento! — Dice con una sonrisita que me saca de quicio porque sé que piensa que es divertido enojarme, pero no lo es. — La próxima vez pídele a Thomas que te lleve o, mejor aún, pídeselo al troglodita de tu hermano. Hazlo llegar tarde a él y no a mí. — Jared salió muy temprano y Thomas está con Olivia — lo último lo dice con menos entusiasmo, incluso tristeza en su voz. Y de inmediato mi enfado desaparece. Olivia, la madre de Thomas, tiene cáncer. Ella y su familia han batallado duramente la guerra, pero cada día parece estar peor. Olivia es como una madre para Jared y Jade, especialmente para Jade con quien siempre ha compartido una conexión especial. De hecho, se puede decir que Olivia educó a los hermanos Preston. Jared y Jade se mudaron a la casa de al lado de ella cuando mi mejor amiga tenía cuatro años. Los niños se volvieron inmediatamente amigos de Thomas, de la misma edad de Jared, y desde entonces son inseparables, casi hermanos. Yo me les uní un poco después, pero no puedo decir que comparto la misma conexión que Jade comparte con Olivia. No lo hago. La madre de Jade murió cuando ella era muy niña y su padre los cambió de casa para que se adaptaran más fácil en su nueva vida. Olivia recibió a sus pequeños nuevos vecinos con los brazos abiertos y mientras el señor Preston dedicaba su vida a trabajar, fueron los padres de Thomas quienes le brindaron el calor de una familia a los pequeños niños Preston. Fueron afortunados al encontrarse y ahora todos ellos sienten que están perdiendo el pilar de sus vidas. No quisiera estar en sus zapatos. Y la verdad, no creo nunca estarlo. Mi familia… no es la mejor. Mi madre no parece quererme demasiado —o en absoluto— y de mi padrastro intento mantenerme lo más alejada posible. Se puede decir que soy un zorro solitario. El pilar en mi vida soy yo y la fuerza que me motiva a seguir adelante soy yo. Y soy feliz así. Puede ser una vida solitaria, pero cuando te conoces y estás en paz contigo misma, no necesitas demás compañía para sentirte bien. Así que, si mi madre algún día me llegara a faltar, sí, me dolería, pero no creo que sea una perdida tan traumática debido a la horrible relación que siempre hemos tenido. — ¿Y cuál es esta clase a la que estás tan desesperada por ir? — Jade pregunta, sospecho que cambiando de tema porque no le gusta hablar de Olivia. Es un tema delicado y deprimente para ella. — Es una optativa — murmuro mientras giro en una calle —. Es alguna clase de psicología o algo así. Es sólo una clase de relleno. Era eso o elegir un deporte y sabes cuánto odio el deporte. — ¿Entonces cuál era el afán de llegar temprano? — No la veo, pero sé que me ha rodado los ojos. — Soy responsable — le digo, a lo que ella ríe con burla —. ¿Qué? Lo soy. Es la primera clase del semestre, no quiero que el profesor me tome entre ojos debido a una tardanza que, déjame recordarte, no será mi culpa. — Exagerada, no pasará nada. Gruño, siendo esa mi respuesta. Estaciono el auto cuando llegamos y Jade se despide con un entusiasta movimiento de mano y esa sonrisa radiante tan característica suya. Niego mientras ella se marcha de allí, dejándome atrás mientras busco detrás de mí mis libros, mochila y el termo con agua que intento llevar siempre conmigo. Busco el aula que me corresponde y entro, llevándome la sorpresa de que —¡gracias Dios! —, el profesor no ha llegado, pero el salón de clase ya está lleno y por más que busco, no encuentro ningún asiento libre. Tomando con más fuerza mis cosas, camino entre los escritorios dobles, buscando con irritación algún asiento para poder sentarme. Cuando por fin encuentro una silla vacía, me dejo caer en ella y pongo todo sobre el escritorio. Los libros se esparcen con brusquedad y mandan a volar el teléfono que estaba allí, supongo que es del chico que está sentado a mi lado. — ¿Qué demonios? — Él gruñe, haciéndome arrugar mis cejas porque… Yo conozco esa voz. No puede ser. Estaba tan inmiscuida en mis asuntos que ni siquiera me fijé quién era el chico a mi lado. Mis ojos se abren con brusquedad mientras me giro a mirarlo y mascullo —: ¿Qué rayos haces tú aquí? Jared se estira y recoge su teléfono del piso, luego lo gira en mi dirección, mostrándome la pantalla partida. — Partiste mi teléfono, mocosa. — ¿Qué rayos haces aquí? — Repito, de hecho, enseñándole mis dientes como si lo fuera a morder. —Guarda tus ladridos, sé que no muerdes. Ah, ¿no? Me inclino y muerdo el musculo duro pero carnudo de su bíceps. Jared maldice por lo bajo y con su mano en mi frente, me empuja hacia atrás, pero sólo agarro más de su piel, dándole una última presión. —¡Maldita seas, estás loca! — Sí muerdo, idiota — llevo mi cabello hacia atrás y lo miro con enfado. Él está revisando su piel, levantando la manga de su camiseta para mirarse —. Ni siquiera hubo sangre — digo con tristeza. — Eres una psicópata, Lizzy. Le enseño mis dientes y él vuelve a llevar sus dedos a mi frente, manteniéndome en distancia. — ¿Qué haces aquí? — Me sacudo de su agarre. — Lo mismo que tú, estoy en clases — dice con obviedad. — Estás mintiendo. Me rueda los ojos, toma su celular y se enfrasca en él mientras yo sigo mirándolo con rabia, intentando hacerlo desaparecer con sólo una mirada. Enserio, ¿tan mala es mi suerte? — Lizzy, tienes que pagarme el celular — me lo enseña de nuevo —. Condenada loca, me lo has partido. Me encojo de hombros porque su celular me vale mierda. — Estamos a mano, tú arruinaste el mío en el pasado, ¿no? Sus ojos brillan cuando recuerda. — Ohhhh sí — su mirada es pura maldad —. Cuando te tiré a la piscina y saliste chorreando agua como un perro mojado. Estaba fría, ¿no es cierto, pequeña imbécil? — Heladísima, lo que era peor para ti y tu pequeño p**o impotente, chico Spidy. Y así, la diversión desaparece de sus ojos y cambian a destellos de rabia y molestia. Él abre la boca para responder, pero el profesor entra, interrumpiendo lo que sea que fuera a decirme. Jared, con su antebrazo, empuja varios de mis libros, mandándolos al piso para desocupar la mitad de su escritorio. Cabrón. Nada más porque el profesor ya empezó con su presentación de la clase, me quedo callada y sin hacer nada. Sólo me agacho y recojo mis libros, volviéndolos a poner en mi escritorio. Mientras ordeno los libros que necesitaré para mis clases de literatura, escucho distraídamente lo que el profesor habla, hasta que dice algo que se roba toda mi atención. — Miren al compañero que tienen al lado, chicos, vamos, los invito a que se miren — todos en la clase lo hacen, miran a quien tienen a su lado, menos Jared y yo —. Preséntense y recuerden sus nombres, porque ocuparán ese mismo asiento por todo el semestre. No puede ser. — Además de ello, tanto a mitad de semestre como a final, deberán juntos presentar un informe del ejercicio del que les hablaré a continuación — el hombre entusiasta saca una lista de su carpeta y se la da a la chica de la primera fila —. Firmen asistencia y pasen el papel hacia atrás hasta que todos hayan firmado, mientras les explico en qué consiste mi clase y el proyecto que será la mayoría de su nota. Siento a Jared mirarme de reojo, así que yo también lo miro. Le levanto mi ceja y luego mi quijada en un arrogante movimiento, él me sonríe con socarronería y estira su mano para jalar un mechón rubio de cabello. Hijo de puta. Recojo mi cabello con la liga rosa que mantengo en mi muñeca y tan pronto mis manos vuelven a caer en el escritorio, veo por el rabillo del ojo a Jared hacer su siguiente movimiento. Él lleva su brazo hacia atrás, deshace mi desordenado moño y envuelve la liga en su muñeca, la muñeca de su mano más alejada de mí para evitar que se la quite. Con la esquina de su boca levantada en una sonrisa burlona, mira hacia el profesor, sus ojos marrones serios pero esa estúpida sonrisita contando otra historia. De verdad lo odio. Lo detesto. Vuelvo a prestarle atención al profesor cuando habla del dichoso proyecto. — Quiero que en base a un cuestionario de preguntas que más adelante les daré y los temas que iremos tratando en cada clase, descubran quién es la otra persona. Sus motivaciones, sus metas, qué los hace ser quienes son. Así como también sus intereses en común y lo no tan común que compartan. Las clases estarán divididas por la mitad, en donde la primera hora será de teoría y la segunda de ustedes aplicando esa teoría para analizar a la persona que tienen al lado. Quiero que vean más a fondo y no sólo en la superficie, quiero que me digan el nivel de adaptación que tienen esas personas para afrontar las situaciones de la vida. Y al final, quiero que ustedes me digan en base a lo que aprendieron analizando a esa persona, qué tan bien se adaptan ustedes a su entorno y si lo que los demás ven en ustedes, en este caso su compañero de al lado, es cierto o si su entorno los ve como algo que realmente no son — el profesor va escribiendo los puntos más importantes en el computador, la pantalla viéndose reflejada en grande en la pizarra —. El informe a mitad de semestre será un escrito o una presentación en diapositivas, cuando lo decida, se los diré. Pero la entrega final, quiero que dependa de ustedes, de lo que estudian. Usen herramientas de la especialización que cada uno de ustedes estén cursando y preséntenme a su compañero. Buena suerte, chicos, les dejo el resto de la clase para que se presenten y vayan conociendo. Les enviaré al correo los parámetros del proyecto, así como la cátedra que manejaremos este semestre. Veo cómo cada uno de mis compañeros, algunos tímidos, otros no tanto, empiezan sus presentaciones y a conocerse mejor con su pareja de al lado. Pero, ¿cómo hago para conocerme mejor con mi némesis desde los cuatro años? Incluso alguna vez de niños dormimos juntos, con Jade y Thomas en la misma cama, así que estoy segura de que las presentaciones entre nosotros están de más. Lo miro mientras él está anotando algo en un papelito y decido que esto es una pérdida de tiempo. Lo que deberíamos conocer del otro en lo que queda de clase, ya lo sabemos por haber convivido todas nuestras vidas juntos. Tomo mis cosas, a punto de irme, hasta que Jared me estira el pequeño papel en el que estaba escribiendo. Lo miro interrogante. — Mi número de cuenta para que me pagues el arreglo de mi teléfono. Me río, fuerte. — Ingenuo hijo se satanás. Me inclino, rasgo con mis dientes el papel que sigue presionando en sus dedos y cuando me enderezo, lo hago con una dulce sonrisa. Los ojos de Jared se oscurecen con flamante rabia. Y con un movimiento de mi mano, me alejo, ignorando todo lo que tenga que ver con él.

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