7. La psicópata más grande del siglo XXI.

1635 Words
7. La psicópata más grande del siglo XXI. Lizzy. Personalmente, soy capaz de aceptar que nunca he sido la persona más risueña del mundo. Por el contrario, mi humor siempre ha estado un poco, o muy, ensombrecido. No me río con facilidad y no encuentro divertidas situaciones que otros con facilidad podrían. No es que sea una cascarrabias, pero… sí, soy una cascarrabias. Irónico, ya que mi mejor amiga es la persona más feliz sobre la faz de la tierra. Pero supongo que, si las dos fuéramos unas cascarrabias, ya no existiríamos porque nos habríamos matado hace eones. Volviendo al tema principal, puedo aceptar que no soy la persona más feliz y amable que camina en el mundo. Me levanto casi todas las mañanas con mal humor y no saludo con sonrisas a todo el que se me cruza en el camino. Es mi personalidad. La gente me irrita y no me molesto en ocultarlo. Sinceramente, no me importa. Más allá de un puñado de personas, no me interesa si vives o mueres. Cruel, pero cierto. Sin embargo, los últimos días me siento capaz de asustar al mismísimo diablo. Jade, como la persona inteligente y astuta que es debajo de esa colorida y llamativa mascara, se ha mantenido alejada de mí. Me conoce, sabe que en los últimos días he tenido menos paciencia que nunca, todo me irrita más que nunca, todo me es insufrible como nunca… y quiero apuñalar a todo el que se atreva a cruzarse en mi camino. Mentiría si dijera que es el síndrome premenstrual, porque no lo es. Mi enfermedad, mi irritación, la oscuridad que empeña mis días tiene nombre. Y una estúpida sonrisa que quiero borrarle de un puñetazo. Y también de un beso. Lo que trae más oscuridad a mi vida, porque a la mierda, no puedo desear a ese imbécil. Me niego, me niego, me niego a querer a ese epitome de masculinidad toxica. Me niego a desear a ese engreído, insoportable, terco, insufrible y astuto imbécil. Jared Preston no me gusta. No me gusta. No me gusta. Punto y final. — Estás pensando en mí. Jodida mierda. Recojo los libros del asiento trasero de mi coche y cierro la puerta con más fuerza de la necesaria. Aprieto mis dientes y murmuro maldiciones antes de girarme a mirar al indeseado. — Ya quisieras — gruño con irritación y paso por su lado para ir directo a mi clase. — Quiero y así es — iguala mis pasos con sus manos metidas en los bolsillos de su pantalón, luciendo tan despreocupado mientras yo deseo escupir fuego para poder espantarlo —. Tienes esa expresión en tu rostro, esa reservada sólo para mí. A la mierda con él y Jade, porque no tengo ninguna expresión exclusiva de él. Odio y quiero matar a todo el mundo por igual. No más a él. Todos por igual. Él no es especial en mi vida, no es la piedra en mi zapato y no me imagino ahorcándolo cada dos segundos como si de un pollito se tratara. No. No. Él no es especial en mi vida. Sólo es alguien más que… — Vas a ser la psicópata más grande del siglo XXI y seré feliz porque estoy seguro de que yo seré tu musa. Uno. Dos. Tres. Respira, no lo mates. — Mi pequeña psicópata de teta hermosa. Saco mi pie hacia un lado y Jared tropieza, cayéndose de bruces en el piso. — ¡Hijo de puta!— Él grita. Escucho a los demás reír, pero sigo mi camino. Insufrible, egocéntrico e insoportable imbécil. Cuando voy a cruzar el pasillo, cometo el error de mirar por el rabillo de mi ojo en su dirección. Jared sigue en el piso, sostiene su codo y no aparta su mirada con ceño fruncido de mí. Y eso no me molesta, que me mire mal es algo que ha hecho desde que nos conocimos. Total, yo lo miro peor a él. Lo que me irrita sin medida, es el grupito de fans que se arremolinan a su alrededor, preocupadas por él. Rechino mis dientes y aprieto con más fuerza los libros contra mi pecho. Entonces veo a una muy interesada Stacy tomando su codo y agachándose para revisarlo. Oh no, eso no. Antes de pensar lo que hago, me giro y me devuelvo por donde vine. Me detengo justo frente a él y Jared lentamente levanta su mirada por mis piernas desnudas, mis caderas, mis tetas cubiertas por la ancha camiseta y después se fija en mis ojos. Hay diversión y anticipación allí, también cruda y espesa hambre por mí. Ignoro el estremecimiento que recorre mi cuerpo. — Levántate, no te pasó nada, hijo de satanás. — Me partí el codo, imitación barata de Lillith. Ruedo los ojos por su dramatismo, al mismo tiempo Stacy jadea con horror y dolor, como si su sufrimiento fuera el de ella, y vuelve a tomar su brazo, intentando revisarlo. Rechino mis dientes con fuerza y lo miro fijamente, luego donde ella lo está tocando y de nuevo a él. Jared comprende, traga saliva y se aleja unos centímetros de ella. — ¿Qué te pasa? — Stacy me encara —. ¿Por qué lo tratas así? Pudo hacerse daño, daño real. Con ojos aburridos, le digo —: Él es masoquista, ¿no lo sabías? Los ojos de ella brillan con ira —: Tú… — Y no necesitas defenderlo de mí, no eres su guardiana, no eres nada suyo. Jared sonríe con todos sus dientes, luce feliz, dichoso, radiante como nunca y me maldigo por dejarme provocar por ella. — Bueno, bueno… — Vamos, te llevo a la enfermería — Stacy me ignora y lo toma de nuevo del brazo, instándolo a ponerse de pie. Aprieto tanto mis muelas que empiezan a doler. — Lizzy me va a llevar — él se pone de pie y con clara actuación, se agarra el brazo y camina hacia mí —. ¿Cierto, bebé? — No — niego. — Stacy — se gira hacia ella —, estoy encantado de acept… Estrello mis libros en su pecho, él los agarra rápidamente con su brazo bueno y yo lo agarro a él del codo, el supuesto codo lastimado, y empiezo a sacarlo a arrastras de allí. — Ay, ay, ay… — No finjas — le digo —, no te partiste nada. Ese hombre tiene un físico de acero. Podría estrellarse contra la mismísima pared de concreto y saldría inmune. — Mira mi codo, me raspé. — Te raspaste el viernes cuando, como el bruto que eres, nos tiraste a todos en la piscina. — Ah cierto — puedo escucharlo sonreír —. Dios, me encanta lo obsesiva que puedes llegar a ser conmigo. No se te pasa nada por alto. —No estoy ob… — No lo escondas, bebé, es algo imposible de esconder. — Jared, me estás sacando de quicio. — ¿Y esos celos? — Lo escucho gemir roncamente —. Lizzy, tengo la polla dura sólo por ti. — Jared… — rechino mis dientes. — Soy tuyo, bebé, no tienes por qué marcar territorio. Tú y yo, juntos por siempre. Me giro a mirarlo y me encargo de transmitirle todo con mi mirada. Jared ríe tan divertido como nunca y alza una mano al aire, pidiendo paz. — Ya, me detengo — dice ya sin jugar —. ¿En qué salón tienes clases? Te acompaño. — No. — Entonces iré con Stacy a… — Aula 503. Me sonríe, atrapa mi quijada con sus dedos y dice —: ¿Ves cómo nos podemos entender, mi pequeña marimacho? — Dejas que ella te vuelva a tocar y te corto el p**o. — Vuelves a insinuar que te estás follando a Rowan o a cualquier otro puto imbécil y lo mato a él. Luego te marco esa otra hermosa teta para que le haga compañía a su compañera, ¿estamos, nena? Estira su pulgar y lo presiona en mi labio inferior, jalándolo en un lento y premeditado movimiento. Cierro los ojos y en contra de mi voluntad, me siento humedecer entre las piernas. — ¿Estamos? — Pregunta de nuevo con más fuerza, haciéndome abrir los ojos. Lo miro de mala gana y finalmente asiento a regañadientes. Jared sonríe, hunde su cabeza y deja un corto y casto beso en mi garganta. Pero por la reacción de mi cuerpo, creerías que fue el beso más obsceno y sexy del mundo. Mi cuerpo me traiciona. No puedo creer que reaccione así hacia él. Es como si tuviera un botón que prende todas mis terminaciones nerviosas que me hacen reaccionar a él, excitar por él, vivir por él. En silencio, caminamos uno al lado del otro hacia mi aula. Él entra conmigo, deja mis libros en el escritorio que le indico y espera a que tome asiento para volver a tomar mi quijada con sus dedos, obligándome a mirarlo. — Piensa en mí, mi pequeña imbécil. — En algún momento voy a dejar de desearte y tu juego se habrá acabado, ¿lo sabes? El brillo en sus ojos se opaca por mis palabras y se oscurecen de una forma que no había visto antes. Por un momento, quiero retractarme de lo que he dicho, pero no lo hago. Jared me mira fijamente, sus ojos no se apartan de los míos por largos, intensos y dolorosos segundos. — Eres mi juguete favorito, Lizzy Jhonson — su voz es un susurro sólo para mis oídos —. Te he tenido toda la vida y me aseguraré de que siga siendo así… te lo juro. Con una caricia de su pulgar en mi quijada, me guiña un ojo y se marcha, dejándome con un sinsabor en la boca del estómago.
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