05. Red flags.

2147 Words
Blake. Hya muchas cosas que no sé de Austin, pero una de la que puedo estar segura es que siempre obtiene lo que quiere. Después de la conversación que tuvimos en el coche, no fue difícil aceptar bajo la idea de que, si algo sale mal, tomará toda la responsabilidad dejándome como la víctima de su treta. Tomará toda la culpa y todo lo que venga, que de seguro será una montaña de mierda si alguien dentro o fuera de su familia conoce nuestro pequeño plan. Y dado que dije que sí, no hay vuelta atrás, por eso cuando me despierta un viernes por la mañana, sumamente temprano, no puedo quejarme. Según él, va a pasar por mí en cuestión de diez minutos por lo que no tengo mucho tiempo. Obligada a ponerme de pie después de haber entrenado hasta pasada la medianoche y sin poder dormir por mi ansiedad nocturna, no tengo tiempo ni de darme una ducha. Solo tomo unos pants holgados y una blusa de tirantes, me coloco mis tenis y me recojo el cabello a la espera de que este ser toque bocina para informarme que está abajo. Cuando salgo a la cocina, veo a mi amiga Sage, apenas entrando a la casa como puede, con sus tacones en las manos y el maquillaje corrido. Hasta mi posición puedo sentir el olor a alcohol que trae encima, además de que la sonrisa ebria en su rostro la delata por completo. —Genial, yo acepto ser una prepago durante un mes y tú vas a fiestas exclusivas todas las noches—bromeo, disfrutando de su lado ebrio—. ¿Por qué tan tarde? Ella me señala. —La pregunta tendría que ser, ¿por qué tan temprano?—o al menos quiso decir algo como eso, creo. —Tengo una reunión con Austin, mi nuevo cliente. —¿Lo aceptaste? Trastabillando, intenta fingir que puede mantenerse de pie, cuando en realidad lo único que su cuerpo quiere es tener un poco de relajación en un colchón. —Sí, pero te cuento cuando regrese. Ve a acostarte. —Amiga, eres la mejor, te lo juro. Por suerte, Sage jamás fue de esas ebrias molestas que comienzan a poner mil trabas para hacer cualquier cosa. Ella siempre fue tranquila al beber, algo contrario a su personalidad diaria. Una vez que la puerta de su cuarto se cierra, me volteo para buscar la cafetera, rogando por tener un poco de energía en mi cuerpo, cuando la bocina resuena por todo lo alto obligándome a cerrar los ojos y suspirar profundo. Apenas lleva un minuto fuera cuando comienza a llamar a lo loco a mi móvil, pero lo ignoro. Si de verdad quiere que esto funcione, tiene que aprender que una chica tiene que hacerse esperar, incluso cuando no tiene motivo para tardarse. Cuando abro la puerta del edificio, Austin me mira por la ventanilla del coche, con una clara expresión de molestia en su rostro. —Buenos días, solecito—bromeo, tomando asiento en el lado del copiloto—. —No son buenos días si me tienes cinco minutos esperando por ti. Ruedo los ojos. —Escucha, ya estoy sacrificando muchas horas de sueño por cumplir tu capricho de verme tan temprano, por favor, no arruines la poca buena voluntad que tengo. Es él quien sacude la cabeza encendiendo el coche. —¿Tengo que recordarte que firmaste un contrato? Toma esto como si estuvieras cumpliendo tus horas laborales. Además, estoy seguro de que cualquier mujer apreciaría a un hombre que decidiera buscarla para ir de compras como una sorpresa. —Sí, no sabes lo emocionada que estoy—ironizo—. Espera, ¿dijiste de compras? ¿Vamos de compras? Es aquí cuando lo miro bien. A pesar de ser tan temprano y de tener un trabajo que es sumamente demandante, Austin parece recién salido de un baño relajante y rejuvenecedor. Su piel brilla con los escasos rayos del sol que entran de su lado de la ventanilla, iluminando su barba creciente y sus ojos azules. Si necesita dormir más tiempo, en serio no se nota para nada. Este hombre parece listo para una sesión de fotografía profesional. —Sí, iremos de compras para la cena de mañana. Tienes que vestir acorde a la situación y en serio espero tener tiempo para arreglarte un poco. Ofendida, abro la boca. —¿Disculpa? ¿Ahora tengo algo malo? Déjame recordarte que hace poco me estabas llamando hermosa y no sé qué otra cosa. Una leve sonrisa se ve en sus labios. —Sé que sí, y lo eres, pero no se nota cuando sales con esas fachas. Por cierto, ¿qué llevas puesto? Parece un pantalón de hombre, eso es enorme. Miro mi pantalón. De hecho, sí es de un hombre. De un tipo con el salía hasta antes de enfocarme de lleno en mi oficio, pero me reservo el comentario. Ya de por sí es malo que crea que tengo sexo con los clientes como para sumarle que encima robo pertenencias ajenas. —Bien, como quieras. Solo quiero dejarte en claro que no soy para nada barata. Austin suelta un suspiro. —No te preocupes, hoy es mi día libre así que todo mi tiempo irá solo para ti. Y no mintió. Durante mayor parte de la mañana, Austin me lleva a un sector de la ciudad donde personas como yo no solemos ir mucho, ni siquiera de paseo. Un centro comercial de personas ricas, con tiendas lujosas y comidas extremadamente caras para saber tan ordinarias. Lo primero que hace es advertirme sobre cómo será el evento. Dado que su familia tiene demasiado dinero, es algo de clase alta, por lo tanto lo que decida llevar tiene que ser acorde a la etiqueta. Queda más que comprobado que no tengo idea de qué es etiqueta cuando mi elección de vestido, uno n***o largo con escote en V, difiere demasiado de su idea de vestuario, un vestido rosa pálido con corte tipo princesa en la cintura y tan recto en el busto que no le daría forma ni a una actriz porno. Aquí tenemos el primer problema. —No puedes usar eso—dice, sin quitarme los ojos de los senos—. ¿De verdad quieres llamar tanto la atención en una cena de compromiso? Ruedo los ojos. —Ni siquiera están afuera. Tengo senos grandes. —Sí, y se notan bastante, no necesitas de un escote, créeme. ¿Qué tiene de malo mi elección? —Parece un globo sin forma. Además, ¿por qué harían un corte princesa y lo cortarían a la altura de las pantorrillas? No tiene sentido. Austin sacude la cabeza. —Es un vestido elegante, Blake. Con esto pareciera que fueras a una noche cualquiera y una cena de compromiso de personas importantes. Suelto un largo suspiro. Me miro al espejo y si bien el vestido que escogí es elegante a mi manera, comienzo a creer que quizás no sea la mejor opción para una noche como esa. Tampoco el vestido que él escogió porque ni siquiera me queda bien, por eso me bajo del pequeño escalón. —¿Vas a escoger otro? —No, no puedo decidirme por un vestido cuando no tengo idea de cómo ir vestida. Austin está cansado de mí. —Blake, puedes ponerte cualquier cosa que yo escoja, —¿Por qué?—lo enfrento—. ¿De verdad quieres que me parezca a todas las chicas de alta sociedad que conoces o prefieres dejarme ser yo misma? Con sus ojos clavados en los míos, Austin se toma unos segundos antes de sacudir con su cabeza. No sé si de verdad se cansó o simplemente va a ceder con esto del vestido. —Mira, nada de esto es mi estilo—continúo—. Soy más… humilde. Me encantan los vestidos, pero creo que si quieres que la gente te crea que te enamoraste de mí, tienes que dejar que les enseñe que lo que te atrajo fue justamente el que soy diferente a lo que estás acostumbrado. —¿Tú crees? —Sí. Además, quedará más creíble eso a que te enamoraras de una persona completamente igual a tu ex. Se aleja un poco mirando los vestidos. Son muy diferentes y aunque tenemos más opciones en la tienda, cede al dejarme escoger unos cuantos mientras él escoge algunos otros para que tenga algo de variedad en mi clóset. Cuando nos acercamos a la caja, veo que llevamos más de diez vestidos, todos con etiquetas mayores a los veinte mil dólares cada uno. A mí me tiemblan las piernas, pero él parece demasiado relajado al respecto. Ni siquiera mira cuántos o qué vestidos escogí, solo los pone a todos frente a la vendedora entregando su tarjeta negra con dorado. —¿Cuál de todos van a llevar?—pregunta la vendedora. —Todos. —¿Todos? Señor… —Sí, nos llevamos todos—dice él, con tanta firmeza que esta mujer ni siquiera vuelve a preguntar. Todos envueltos y entregados después, abandonamos la tienda como si no acabase de gastar más de cien mil dólares en prendas que ni siquiera va a usar. —Bien, ahora vamos por ese anillo. Volteo a verlo con el ceño fruncido. —¿Anillo? ¿De verdad vas a gastar en un anillo de compromiso solo por una farsa? Se encoge de hombros, quitándome las bolsas que estaba cargando para cargarlas él mismo. —Si vamos a hacer esto tenemos que hacerlo bien. No queda de otra. Andando. Tal y como era de esperarse, Austin no encara para ningún otro lugar que no sea Tiffany. El lugar donde todo reluce tanto que hasta podría dejarte ciego, el mismo donde te atienden con una sonrisa de oreja a oreja porque saben que vas a gastar una millonada y a ellos les darán una buena comisión por la venta. Literalmente, los vendedor se acercan como buitres para ver quién nos atiende primero. Al final es una mujer la que gana, sonriendo a los demás de forma triunfante y también algo pasada de carisma con Austin, mientras que a mí me ignora por completo. —Señor, ¿en qué podemos ayudarlo hoy? —Estamos buscando una sortija de compromiso. Aquí es donde me nota, borrando un poco esa sonrisa de mierda que traía hasta hace unos minutos apenas. —Oh, genial. ¿Qué clase de corte busca? —Realmente no me interesa el corte, solo quiero que sea grande. Parpadea, sorprendida. —¿Qué tan grande? —Estoy abierto a sugerencias. Queremos ver todos los modelos disponibles. Si el lugar de por sí es algo impresionante, el que nos lleven a un área privada, alejados de los clientes comunes, me dice que este trato va a dejarle una buena comisión a la vendedora. Nos ofrecen champaña y algunas botanas las cuales quiero agarrar, pero Austin me detiene con la mirada. —Tengo hambre—digo por lo bajo. —Lo sé, pero vinimos a comprar una sortija, no a comer. Además, aquí no se come jamás. Bebe la champaña si quieres, pero nada más. Es tan firme en su mierda que dejo de lado la comida aceptando solo la bebida. En cuestión de minutos, la mujer llega con varias muestras que me dejan con la boca abierta. Cada uno de un corte diferente, con grandes diamantes en el centro y muchos ceros en la hoja que deja en la mesa. —Tenemos diferentes cortes, ¿cuál le gustaría más a su prometida? Antes de que yo pueda responder, él lo hace por mí señalando uno de forma cuadrada. —Este, sin dudas. La vendedora siente lástima por mí. No es necesario que lo diga, lo veo en sus ojos. —¿Usted no quiere ver una opción? —No, este lo llevamos—dice Austin, entregando la tarjeta. Como si fuera nada, él escoge la sortija y la verdad es que no me molesta porque ni siquiera es algo real lo que tenemos él y yo, sin embargo, quedo con una gran duda sobre muchas cosas, comenzando por el estilo de vestido que quería que usara. No digo nada, ni siquiera cuando me piden el dedo para medir la sortija, mucho menos cuando él me entrega la caja que contiene algo valuado en miles de dólares como si se trataran de panecillos y nada más. Cuando salimos de la tienda, a pesar de tener hambre y de querer comer algo, Austin está decidido a aprovechar la mayor parte de tiempo enseñándome una estética donde apenas entramos un hombre nos recibe argumentando que ya tenía un turno para mí, cosa que no pedí, pero supongo que él sí. Y así como escogió todo, también escogió el color de mi cabello, algo que en serio despierta todas las alarmas en mi mente.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD