Austin.
El calor corporal a mi lado me llama constantemente.
No tengo frío, pero se siente tan bien el calor que desprende que me giro, pasando la mano por una suave y tersa piel. Mi mano, inquieta y desesperada porque todo mi cuerpo acabe abrazado al calor, sube por el cuerpo hasta tomar un cúmulo de grasa el cual presiono al atraerlo hacia mi pecho.
Un leve quejido se oye, pero la verdad es que estoy tan enfocado en sentir ese calor que acomodo mi cuerpo a la silueta, aunque es mucho más pequeña de lo que pensaba en mis sueños.
De repente, el aroma a shampoo de fresas inunda mis fosas nasales así como pequeños mechones de pelo que juegan a darme picazón, sin lograr despertarme del todo.
—Austin—susurra alguien, obligándome a abrir los ojos lentamente—. ¡Austin!
Los dos faros
