Juego sucio

2949 Words
Rusell comenzaba a oler algo apestoso, miró qué demonios apestaba su patrulla cuando vio la bolsa de pescado de Gustavo. Genial, se le había olvidado. Llegó a comisaría y bajo la bolsa, ya le llamaría para que pasara por ella más tarde. — ¿Traes la cena o qué? – dijo Petrov. — Callate, se le olvido a alguien le llamaré para que venga por esto. — Vaya, al fin conoceré al afortunado que te trae loca – sonrió divertido. — ¿De qué mierda hablas? — Por favor, se nota que estás viendo a alguien, te veo de mejor humor que cuando llegamos – le sonrió – Admitelo Sam, estás enamorada. — Enamorada ni pollas, ahora sal de mi despacho debo hacer una llamada. — Estaré esperando al sexy tipo que tengas – salió de su despacho riendo. — Anormal – tomo su teléfono y busco el teléfono de Gustavo, lo marco pero no le daba ni siquiera el tono – Joder ¿ahora que hago con esta mierda? – estaba por abrir la bolsa cuando alguien llamó a su radio. — Jefa. — ¿Qué? – contestó por la radio. — Gustavo le está buscando. — Dile que venga a mi despacho – suspiro y apagó su radio. Va a tener a Gustavo en su despacho, en su mente un escenario poco cristiano se creó, ella sobre su escritorio suplicando por más, o ella en su sofá de piel lloriqueando de placer. Debe admitir, que desde que ve al rubio fuera del club ha cambiado todo en ella. Su actitud, su forma de ver las cosas, quiera o no, lo está haciendo de mente abierta. Pero al mismo tiempo le asusta, sabe que él tiene pareja y que están planeando su boda, si, pueden ser muy liberales pero sabe que a Gustavo también le gusta estar con él, tanto como a él le gusta tener al rubio. Ya no es solo sexo. Es algo más. Y eso le asusta. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando alguien golpeó su puerta. — Adelante. — Hola – dijo Gustavo entrando, cerró la puerta y lo miro – Creo que olvide algo. — Sí, me di cuenta cuando apesto el patrulla a pescado. — Lo siento – le sonrío – Me gusta cocinar cosas frescas y más si son para Nat – suspiro. — Más sano. — Exacto, al menos yo no consumo procesados y quieras o no estoy induciendo a Nat a mi estilo de comida, es más sano para los dos. — Tal vez me vendría bien algo así, lo más sano que he comido fue una ensalada que venía en una cajita. — Ni tan sano – los dos rieron – Si quieres un día que estés libre, puedo cocinarte algo – sonrió de lado. — No suena mala idea – le sonrió, sin darse cuenta estaban demasiado cercas, sus miradas se encontraron, podían escuchar el latir de sus corazones – Gustavo. — Debemos parar esto Sam – susurro Gustavo sin dejar de mirarla. — Si quieres parar, podemos parar. — Pero no quiero parar – Gustavo jalo de la cintura a Sam para terminar con esa distancia que tenían y besarse. Aunque el beso comenzó lleno de pasión, poco a poco se fue haciendo lento y los dos disfrutaban de la calidez de sus labios, como sus lenguas se movían al compás de sus latidos, Gustavo tomó el rostro de Sam para profundizar un poco más el beso, Sam acariciaba la espalda de Gustavo. Disfrutando de su momento juntos. Rompieron el beso para poder respirar, pero no se separaron, rozando sus narices, compartiendo calor corporal. Gustavo beso la punta de la nariz de Sam provocándole una risita. — Me vuelves loca – susurro – No puedo dejar de pensar en ti. — Puedo decir lo mismo – suspiró levemente – Te volviste mi adicción y eso me da miedo – abrió los ojos y pudo mirar mejor a Gustavo – Quieras o no esto está afectando mi relación con Nat. — Lo entiendo – acarició sus mejillas – No quiero ser el responsable de arruinar tu relación Gustavo. — Pero tampoco quiero acabar esto, no quiero perderte Sam. — No me perderás – le sonrió – Podemos seguir siendo amigos. — Creí que eso éramos – los dos sonrieron. — Bueno pero ahora ya no tendremos sexo. — Suena asqueroso, pero tienes razón – suspiro – Debemos parar esto, debo concentrarme en los preparativos de mi boda y tú en tu trabajo. — Será lo mejor para ambos. — Está bien – lo miro, se acercó y le dio un último y corto beso en los labios antes de separarse por completo. Se dio la vuelta pero no caminó, pasó su dedo pulgar por sus labios, la sensación de no volver a sentir el calor de Sam le daba náuseas, pero era lo mejor para su relación, aunque… - Si vamos a terminar esto lo tenemos que hacer bien. — ¿A qué te refieres? – sonrió divertido. Gustavo se acercó a la puerta, la cerró con seguro y bajó las persianas, se dio vuelta y miró a Sam. — ¿Gustavo? — Acabemos como empezamos esto – se acerco hasta quedar frente a Sam nuevamente – Con sexo. — ¿Estás seguro? — Jamás estuve tan seguro. Sus labios volvieron a encontrarse, sus manos comenzaron a deshacerse de la ropa esparciéndola por el despacho, los gemidos ahogados de Sam comenzaban a escucharse. Gustavo comenzó a besar el cuello de Sam dejando algunas marcas, si seria su ultima vez, le dejaría marca de como es tener sexo con Gustavo García. Hace aproximadamente una hora la estaba follando sobre su patrulla, ahora la tendría sobre él. Sam comenzó a dejar besos sobre el pecho de Gustavo, bajando cada vez más hasta bajarle los pantalones liberando el m*****o erecto del mayor, la pupila de Sam se dilató y no pudo evitar relamer sus labios. Seria su ultima vez juntos y le demostraría que era tener sexo con Sam Rusell. Chupando la punta del pene de Gustavo, deleitando su oído con un fuerte gruñido por parte del rubio, con una pequeña sonrisa comenzó a chupar el largo del pene del rubio. Sintiendo como se ponía cada vez más duro en su boca, como crecía dentro de su boca. Gustavo tomó el cabello de Sam y comenzó a simular embestidas en la boca de la chica. Sam se dejo llevar y le demostró que no solo su coño podía soportarlo. Gustavo si que se sorprendió de lo profundo que podía llegar a ser la garganta de Sam. Entre gemidos y gruñidos, paró sacando su m*****o de la boca de Sam, dejando hilos de saliva, por más que deseaba correrse en la boca de Sam quería hacerlo en otro lado. Terminando de desnudar a Sam, se sentó sobre el sofá y palmeó sus piernas para que Sam se sentara sobre él. Tomandola de sus nalgas, las abrió para que tuviera un mejor acceso, poco a poco fue bajándola hasta que sintió como había entrado hasta el fondo. Los dos gimieron al sentirse en uno solo. Acomodándose mejor, Gustavo tomó las caderas de Sam y con sus piernas impulso para comenzar a embestirla, Sam dando saltitos ayudando a que el placer y éxtasis de ambos fueses mayor. Los besos, las caricias y sentir como en cada embestida los dos llegaban a la cumbre del placer, se tomaron un segundo para mirarse, admirar el rostro del otro justo antes de la cumbre del orgasmo. Gustavo la abrazó por la cadera y aumento sus embestidas, torturando su coño, sintiendo como sus paredes lo apretaban, como el placer los invadía a ambos. Y entre gruñidos y gemidos los dos llegaron al orgasmo. Sus cuerpos sonrojados y sudados, se quedaron un rato así. Separándose un poco para mirarse, se sonrieron tiernamente y se dieron un cálido y dulce beso. Gustavo salió de Sam, seguido de un hilo de semen, tomó pañuelos y se limpio él y limpio a Sam. En silencio, se vistieron y recuperaron el aliento y las fuerzas que habían perdido durante el sexo. — Bueno, cualquier otro día que quieras ir al club eres bienvenida – le sonrió Gustavo tomando su bolsa. — Me lo pensaré, pero gracias – sonrió Sam. — Aun te debo una cena, no se te olvide – le dio un guiño, tomó su bolsa donde estaba el pescado. — No me olvido Gustavo. — Bien, me voy que tengo cosas que hacer – le sonrío – Que tenga buen servicio, Jefa Rusell. — Gracias. La puerta se cerró. ¿Cuánto duraran sin tener sexo? {...} — Es oficial, dos meses – sonrió Gustavo abrazando a su chica por la cadera. — Si – soltó una risita mientras tomaba las manos de Gustavo – Por fin después de semanas, al fin tenemos fecha. — Al fin – dijo Horacio – Casi dos meses y no daban con la fecha. — Pues ya la tenemos – dijo Gustavo – Dos meses y esta señorita será oficialmente señora García. — Hola chicos – sonrió Greco - ¿Qué tal están? — Muy bien – sonrió Nat – Ya tenemos la fecha. — ¿De verdad? – dijo Ivanov – Por fin ¿Cuándo será? — Justamente en dos meses, el 5 de Abril – sonrió Gustavo. — Felicidades – dijo Greco – Estoy feliz por ustedes. — Gracias – dijeron los dos. — Ahora si vestido de novia ¿no? – dijo Ivanov. — Si, Horacio y yo iremos a Nueva York a buscar el vestido – sonrió – Estaremos desde mañana fuera. — Y para celebrarlo, haremos una pequeña fiesta en nuestra casa – dijo Gustavo – Una de nuestras últimas fiestas en esa casa – sonrió de lado – Y están invitados, lleven buenas bebidas porque yo cocinaré. — ¿No quemaras la casa, verdad? — Claro que no idiota. — De los dos, él cocina mejor que yo – dijo Nat. — Pues fiesta en casa de Gustavo. — Está invitada superintendente – dijo Gustavo, no lo había visto, estaba detrás de ellos viendo todo pero su reflejo en el cristal la delató. Se giró junto con su novia y le sonrió – Claro, solo si está disponible. — Veré si puedo hacer espacio – dijo Rusell. — No sea aguafiestas Rusell – dijo Nat – Venga a nuestra casa y diviértase un poco – sonrió divertida. — Ya veré. — Es una amargada – susurro Gustavo provocando la risa de casi todos. — Anormal – dijo Rusell. Gustavo solo sonrió divertido, mirándola, unos segundos perdiéndose en su mirada tan intensa. Tenían tres semanas sin verse, desde que habían roto aquella “relación” que tenían, no se habían visto, no habían mandado mensaje, ni nada por el estilo, hasta ahora. — Venga Rusell – sonrió Gustavo – No es por alagar, pero cocino de puta madre. — ¿A qué hora será? — A las 7:00 – dijo Nat – Lo estaremos esperando. — Ya escucho, la estaremos esperando – Gustavo giro a su novia, la miro unos segundos y justo antes de besarla desvió su mirada a Rusell, la está provocando. Está jugando sucio. Fueron unos segundos que la8 miro mientras besaba a su novia, los suficientes para comenzar a moverse las cenizas y ver que tanto se había apagado lo que tenían – Los vemos esta noche chicos. Gustavo tomó la mano de su prometida y salió de la comisaría con una gran sonrisa. {…} — Oh mierda – gimió en alto – Gus… Gusta… — Venga nena, correte, llega por mi vamos – susurro a su oído mientras embestía a su novia por detrás – Nat, correte, vamos. — Gustavo, Gustavo – una última vez dijo su nombre antes de llegar al clímax. — Esa es mi chica – sonrió Gustavo terminando dentro de ella. — Joder – jadeo Nat – Eres una puta bestia. — ¿Quién comenzó su jueguito? – Gustavo salió de ella y se dejó caer en el sofá – Empezaste en el centro comercial, tenía que hacerte mia si o si aquí. — Lo siento, ese pantalón hace que tu culo se vea perfecto y no me resisti. — Lo note – los dos rieron – Joder, Nat, la casa esta echa un desastre y ya casi son las 7. — Falta una hora – se acercó a besarlo – Nos damos una ducha caliente y espumosa y después arreglamos todo. — Justo como a mi me gustan – Gustavo tomó en brazos a su chica y se adentro al baño de su casa. Entre la corriente de agua caliente, mojando sus cuerpos desnudos, Gustavo sostenía las piernas de su chica, mientras que ella se sostenía de la cortina, sus embestidas eran profundas y constantes. El sonido de sus cuerpos chocar, los gemidos de ella, hacían crecer la excitación de Gustavo. Tanto que al llegar a la cumbre del placer, la imagen de Rusell en su mente apareció lo que hizo que su orgasmo fuera aún más intenso y no solo él lo sintiera. Trato de quitar la imagen de Rusell de su mente, lavando el cuerpo de su novia, pero seguía presente como lo había estado esas tres semanas y se odiaba por ello. En verdad extrañaba el sexo con ella. {…} Habían arreglado la casa en un dos por tres, los invitado comenzarían a llegar en cualquier momento. Gustavo se fue a la cocina y comenzó a sacar todos los ingredientes que usaría cuando los invitados comenzaron a llegar. La música comenzó a sonar, Nat los recibía y daba la bienvenida, la mayoría hablando con ella sobre la boda y otros hablando sobre distintos temas. — Vaya, creí que no vendría a Gustavo le dará gusto verla – dijo Nat dándole un beso en la mejilla que fue bien recibido por Rusell. — Traje un vino. — Perfecto – dijo Nat tomando el vino – Y es el favorito de Gus, gracias. — No es nada – sonrió. — Pues adelante, está en su casa – le sonrió – Gustavo está encerrado en la cocina, por lo regular no le gusta que lo molesten pero puede ir a verlo si gusta. — Gracias y felicidades por ya tener fecha. — Gracias, tardamos un poco pero ya tenemos casi todo. — El vestido es algo complicado – sonrió Rusell – Cuando estaba por casarme, a mi igual me costó mucho elegir un vestido. Teníamos todo, lugar, iglesia, absolutamente todo pero el vestido faltaba, estaba muy indecisa. — Si, el vestido es algo complicado – suspiro – Por eso mañana me iré con Horacio, quiero unas semanas recorrer las mejores tiendas en Nueva York, se que encontrare algo y si no es así Gustavo dijo que lo mande a diseñar para que sea algo único y miro como lo fue el anillo. — También es buena idea, pero piensalo bien. — Si gracias – le sonrió – Debo recibir a los demás invitados, integrese no sea amargada – los dos rieron. Ruell saludó a algunos de sus compañeros cuando decidió ir a la cocina, con una excusa de buscar las copas. Cuando vio a Gustavo metiendo algo al horno. No puedo evitar mirarlo con detenimiento, todo lo que tenía puesto le entallaba a la perfección, sin mencionar que las gotas de sudor que tenía en su rostro lo hacían ver jodidamente sexy. —Disfruta de la vista – sonrió Gustavo. — Algo así. — ¿Qué haces aquí? La fiesta es fuera. — Buscaba las copas – se acercó a él – Es tu casa, no la mía, no sé donde están muchas cosas. — Pero bien que sabes donde esta mi culo – Gustavo se acercó más a Rusell. — ¿Qué haces? – susurro. — Lo que querías hacerme en comisaría – jalo su cintura y la acercó más a su rostro a modo que quedaran frente a frente - ¿Te gusto verme besar a mi chica? Deseas ser tú ¿verdad? — Gustavo. — Admítelo, me deseas. — ¿Cómo sabes que te deseo? – Rusell se aferró a los grandes brazos de Gustavo. — Porque yo te deseo tanto como tú a mi. — Gustavo. — Sam. Terminaron con la tensión que tenían en esos momentos besándose apasionadamente, Sam enredando sus dedos en el cabello de Gustavo, mientras que Gustavo ponía a Sam sobre la mesa donde antes estaban los ingredientes. La excitación, la tensión s****l que tenían y la adrenalina de ser descubiertos. Sam puso sus piernas alrededor de la cadera de Gustavo acercándose aún más, la mano de Gustavo se metió bajo el vestido de Sam y metió sus dedos en sus bragas para sentir el calor de su coño, ella gimió sobre sus labios. Semanas sin sentirse, semanas sin besarse, parecían años que no lo hacían. Tenían una seria adicción. Estaban jugando sucio y les encantaba. Los dedos de Gustavo entraban en ella, mojandola cada vez, sintiendo su calor, besando sus labios, quería sentir más, querian mas pero el sonido del horno los sacó de su burbuja. Jadeando, sonrojados se miraron. Totalmente excitados. — Estás jugando sucio Sam – jadeo Sam pasando sus dedos por el cabello del rubio. — Tú estás jugando sucio Gustavo, atente a las consecuencias – le sonrió – Me voy antes de que sospechen. — Y yo me jodo ¿no? — Algo así – le dio un último y corto beso. Sam se alejó, se acomodó el vestido y salió de la cocina dejando a Gustavo hecho un desastre. Están jugando sucio. Está será una larga noche…
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