Tenemos un problema

1904 Words
— Me gusta – dijo Gustavo – ¿Qué dices amor? — Es lindo, pero le falta algo y no se que es — Natalia miraba el lugar un tanto indecisa, mientras que Gustvo miraba a su chica con una sonrisa sabiendo lo que le hacía falta. — ¿Nuestro toque? — dijo con una sonrisa. — Exacto, eso es. — ¿Y cual seria su toque? — dijo la planificadora de su boda. — La iglesia es perfecta, ese lugar no se mueve pero el lugar de la fiesta no me convence, no me imagino mi fiesta en una mansión – suspiro – Básicamente me llevara a vivir en una de ellas, así que no. — Tiene razón, la llevaré a vivir en una mansión – sonrió divertido. — Bien qué les gusta más ¿playa o bosque? La pareja se miró, discutiendo con la mirada y sabiendo lo que decir con una sola mirada. — Bosque – dijeron ambos. — La playa arruina el maquillaje – dijo Nat. — Sin decir que todos estaremos sudando como puercos – dijo Gustavo pasando una mano por el cabello de su novia. — Está bien, bosque ¿al aire libre? — Si, pero con algún salón o casa de estas enormes que hacen ahí – dijo Nat. — Entonces – les mostró una foto – Este puede ser su lugar, las fotos son de un lugar llamado Southern Vermont – Gustavo tenso la mandíbula – Pero si la quieren aquí puedo buscar y llamarles cuando tenga algo. Ese lugar tenía mucho para Gustavo, cosas que había dejado en el pasado, un pasado que le costó soltar antes de Natalia y no es que le emociones regresar, es solo que si pudiera evitarlo de por vida seria mejor. — Si puede buscar algo aquí sería maravilloso – dijo Gustavo. — Mira amor – dijo Nat enseñándole las fotos – Es perfecto este lugar ¿no te gusta? Pero a Natalia le había encantado y es que ese lugar en verdad es hermoso, mágico y sin duda alguna, perfecta para su boda. — Es maravilloso – sonrió Gustavo – Pero ¿no te gustaría algo cerca de casa? Podía persuadir a su novia de cambiar de opinión, pero cuando vio la emoción en sus ojos, no podía mantenerse quieto. Lo aceptaría por ella, por verla feliz. — Hagamos algo, si consigue ese lugar vamos a ver los dos y decidimos ¿Qué dices? — Vale, me parece bien. — Bueno pues me pongo manos a la obra y los llamaré en cuanto tenga algo. — Gracias – dijeron los dos. — Es perfecto ese lugar Gus – dijo Nat cuando estuvieron solos - ¿No te gusta? — Me gusta, pero digamos que Southern Vermont no es un lugar donde tenga buenos recuerdos. — Vale, entiendo – asintió bajando la mirada. — Pero, si te gusta y cuando lo veamos en nuestro lugar, que le den por culo – le sonrió – Nos casamos ahí. — Pero has dicho que… — Pero es mi pasado, al que le pueden dar por culo, tú eres mi presente y seras mi futuro – la abrazo por la cintura – Si ese lugar es nuestro, me caso ahí por ti. — En verdad eres perfecto. — Tú me haces perfecto – los dos se sonrieron y se besaron. — Bueno, ahora debo irme, quedé con Horacio para ver lo de mi vestido. — Perfecto, yo debo ver a los chicos, tenemos una entrega – dijo mirando su reloj. - ¿Quieres ayuda? – le sonrió. — Tal vez el fin de semana, tenemos entrega de armas – la beso – Anda vete antes de que se te haga tarde. — Espera, antes de irme ¿le dirás a Rusell? — ¿Sobre qué? Había estado evitando a Rusell desde la última vez que se vieron y Natalia realmente quería que él y Rusell fueran amigos algo que se supone ya son… — Sabes de qué hablo. — No lo sé Nat, no puedo decirle que sea mi dama solo así, somos amigos pero no tenemos esa confianza aun – suspiro – Ya tengo a mis padrinos, no te preocupes por ello. Padrinos con los cuales no se lo follaran cuando lo vean. — Está bien, no me hagas decir “te lo dije” – se besaron – Te amo, nos vemos en casa. — También te amo – le sonrió y la vio irse en su auto. Gustavo subió a su auto y condujo hasta su “sede” donde ya estaba su equipo. — ¿Tenemos todo? – dijo Gustavo. — Si – dijo Hank – 100 kilos de polvo blanco, 50 de polvo de ángel y 30 sin cortar. — Perfecto – lo miró – Oye a todo esto, este fin de semana tenemos que salir a buscar nuestros trajes. — Claro, ya lo tengo contemplado – le sonrió – Ahora vámonos. Todo el equipo se preparó para la entrega, que sería en una isla, lugares remotos pero que también llamaban la atención. Cuando llegaron bajaron del helicóptero y vieron como ya estaban todos, Gustavo y Hank se acercaron mientras que el resto hacia perímetro. — Morfeo – saludaron al ver al jefe llegar. — Zeus – saludo el hombre al ver a Gustavo. — Tengo lo que has pedido – dio la señal de que bajaron la mercancía – Está todo completo. — Perfecto – Morfeo indicó que bajaran el dinero – Por cierto Zeus ¿Qué sabes de esto? – saco una pequeña bolsita con un polvo entre azul y morado. — Cristal azul, sabía que ya estaba en el mercado, más no sabía que estaba en estos rumbos. — Escuche que tú puedes traerla – se acercó - ¿Puedes? — Me tardaré pero podré hacerlo. — Bien – le entregó la bolsita – Avísame cuando la tengas. — No es problema, guapo – le sonrió – Hasta la próxima. — Hasta la próxima – le sonrió. — Andando chicos – todos subieron al helicóptero – Me dejaras por el muelle, debo ver unas cosas. — ¿Cristal azul? No sabía que ya estaba en esta zona – dijo Jax. — Eso quiero saber – Gustavo se quitó el pasamontañas y su saco – Quien tiene información de esto. — Está bien. — Directo a la sede, dejen todo, y vuelvan a la normalidad. — Lo sabemos, con cuidado. Gustavo bajó del helicóptero y comenzó a caminar por el muelle que era un lugar donde la droga corría fácilmente. Estaba buscando a sus contactos cuando escucho sirenas de policía cerca. — Mierda – susurro. No podía correr, estaban cerca y lo verían como sospechoso. Camino tranquilamente, se acercó a un puesto de pescado fresco y comenzó a hacer compras sin sentido, al menos tendría la excusa de que cocinara pescado. Las patrullas habían llegado, varios estaban siendo detenidos, Gustavo comenzó a caminar tranquilamente, sacó un cigarro y comenzó a fumarlo, está nervioso, trae consigo 30 gramos de una droga que no debería estar aún en Manchester. Trato de parecer lo más normal. —Señor, deténgase por favor. — Ay no – susurro, se dio vuelta – Rusell ¿Qué pasa? – le sonrió. — ¿Gustavo? ¿Qué haces aquí? – bajo su arma. — Comprar pescado – mostró la bolsa – Aquí es el único lugar donde está el pescado fresco. — Lo sé, pero también donde hay muchos traficantes. — Yo no me meto con eso, solo tráfico con el placer – le sonrió coqueto. — Idiota – susurro con una sonrisa – Aún así por protocolo debo cachearte. — Claro, por ti me dejo cachear lo que quieras. — Quieto Gustavo, estamos en público. Rusell estaba por cachear cuando una patrulla se acercó a ellos. — Jefa, nos llevamos a estos anormales ¿la esperamos? Se va a quedar sola. — Vayanse e interrogenlos, yo iré en cuanto acabe con este anormal. — 10-4 Jefa, hola Gus – sonrió Greco cuando lo vio. Gustavo le devolvió la sonrisa, cuando por fin se fueron y se quedaron de nuevo solos, Rusell lo miró. — Vamos a mi patrulla, nadie nos verá. Gustavo siguió a Rusell hasta su patrulla, los dos subieron en silencio. — Creí que me cachearias. — Sí, pero donde no haya tanta gente. — Perfecto – sonrió de lado, condujo hasta llegar a un callejón poco transitado. — Sal. Gustavo tuvo la oportunidad de poner la droga entre el pescado, bajo del patrulla y se puso frente a ella, a espalda de Rusell, separó la piernas y las manos sobre la patrulla. Rusell comenzó a pasar sus manos sobre el cuerpo de Gustavo, sin dejar un centímetro sin recorrer, se detuvo unos segundos sobre su culo dándole un fuerte apretón que hizo que él suspirara. — Date vuelta – ordenó. Gustavo se quedó frente a Rusell, nuevamente Rusell lo cacheó sin dejar un centímetro de su cuerpo sin recorrer. Cuando terminó, quedó a escasos centímetros del rostro de Gustavo, se miraron intensamente. Era tanta su tensión s****l que tuvieron que romperla besándose apasionadamente. Gustavo tomó de las piernas a Sma sentándola sobre la patrulla, Sam enrollo sus piernas atrayendo más a Gustavo. — Te deseo – jadeo Sam – Aquí y ahora. — ¿Segura? — Muy segura – se separan – Hazme tuya Gustavo – lo miro. — Adoro como dices mi nombre – sonrió antes de volver a besarla. Gustavo la bajo del patrulla, le dio vuelta puso su pecho contra el capó del patrulla, bajó el pantalón de Sam junto con sus bragas, saco un condon, se bajó la cremallera sacó su m*****o, se puso en condon, posiciono su pene sobre la entrada de Sam. Estaban en un lugar abierto así que debían ser rápidos. Gustavo penetró a Sam tan fuerte que el patrulla logró moverse un poco. — Por mas que me gusta escucharte deberás ser silenciosa – susurro Gustavo antes de comenzar un vaivén con sus cuerpos. Embestidas cortas, rápidas y profundas. Sam no podía reprimir sus gemidos, Gustavo tuvo que poner su mano sobre la boca de ella para que se callara. La adrenalina de ser descubiertos era muy alta y eso los excitaba aún más. El sonido de sirenas de ambulancia cerca hizo que aumentara aun mas sus embestidas, Sam no soporto mas aquella tortura y se corrio, poco despues Gustavo la acompaño. Recuperaron el aliento, volvieron a estar como antes. — Creo que será mejor que te deje – dijo Sam. — Si, si, sospecharan. — Si – carraspeo – Nos vemos otro día. — Claro – le sonrió, subió a su patrulla y lo dejó ahí. Gustavo comenzó a caminar por el callejón, pensando en lo que pasó. Ya no solo era atracción s****l, le gustaba esa mujer pero no sabe de qué manera le gusta. Aunque el que le dijera en pleno éxtasis que lo hiciera suyo, da mucho que entender. Tal vez solo es algo pasajero, además también está estresado por la boda y pasar un poco de tiempo con Rusell lo libera de ello. Aunque tampoco ha ido mucho a su club, deberá empezar a ir y buscar trabajitos rápidos. — Mierda – se detuvo. La puta droga la dejó en la patrulla de Rusell. Su intención de no querer verla no le está saliendo nada bien….
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