— El traje te hace ver bien – dijo Nat acomodándole el cuello de la camisa a Gustavo.
— Solo me pongo traje por ti, me siento como un pingüino – los dos rieron - ¿Estas lista?
— Contigo, siempre – entrelazaron sus manos, se miraron y se dieron un corto y tierno beso.
— Vamos – salieron de su habitación, donde al verlo la mayoría aplaudió y silbo.
— ¡Felicidades! – gritaron.
— No exageren – dijo Gustavo – Somos sexys pero basta – todos rieron.
— Siéntense, nosotros servimos lo que sea que Gustavo haya hecho – dijo Horacio.
— Vale – dijo Nat, los dos se sentaron juntos – Sam tiene un lugar junto a Gustavo, venga, únase.
— Si, Sam ven – sonrió Gustavo. Sam se acercó y se sentó junto a Gustavo.
— No es por halagar a mi novio, pero cocina de maravilla – dijo Nat – Pruébelo y deguste po
